“Disfruto mucho del miedo”

“Disfruto mucho del miedo”

La periodista y escritora argentina, que acaba de publicar "Las cosas que perdimos en el fuego", se regodea en lo oscuro de la realidad y asegura que jamás planea de antemano un texto.

09 Octubre 2016

Por Dolores Caviglia

Mariana Enriquez no se echa para atrás. Cuando en cualquier momento del día una idea algo tenebrosa se le cruza por la mente, ella tira. Tira de ese hilo invisible, de esa punta primera de una trama que aún está en veremos pero que bien puede ser historia. Después, el trabajo continúa en su cabeza: sabe que lo único que resta es tener tiempo para sentarse y escribir.

- ¿Cómo nació Las cosas que perdimos en el fuego?

- Durante varios años, desde 2011, escribí muchos cuentos diversos en los que aparecían seguido estas características: narradoras mujeres, terror, un terror más realista de lo que venía haciendo, muy locales, lugares puntuales. Entonces, llegó un momento que me di cuenta que tenía un libro. Algunos cuentos después los escribí especialmente, pensando en él.

- ¿Cuál es para vos el hilo que une todas las historias además de la temática?

- El punto de vista femenino. Son todas protagonistas mujeres, salvo uno, y ese es el hilo más claro. Lo oscuro es una cuestión de género. Yo no los llamo así, les digo “cuentos raros”. Podrían ser narrados por chicos, por hombres. No fue algo buscado pero cuando pasó, me dije: “Bueno, este es un hilo que resulta necesario”.

- ¿Te sentís más cómoda al escribir en primera persona?

- Para mí la persona sale con la historia, no tengo una preferencia particular. A veces la primera persona parece más fácil pero lo que me pasa a mí seguido con eso es que me doy cuenta que tiene una voz muy parecida a la de la escritora, no a la de la narradora; se parece a mí. Y no me gusta. Es como confesional. Es un registro que quiero hacerlo conscientemente pero no quiero que un personaje sea así. La persona depende de la historia, de cómo querés contar.

- ¿De qué forma arranca una historia?

Es totalmente intuitivo. Yo no planeo los textos, para nada; me siento y los escribo. Sé hacia dónde voy, sé dónde termino, pero es todo un plan mental. Ni siquiera escribo anotaciones. Cuando me siento a escribir, tengo una idea en mente que ya llevo trabajando. El arranque lo escribo en mi cabeza.

- ¿Y el material de dónde sale?

- Hay mucha calle y hay mucho caso. Por ejemplo, el primer cuento es el caso del niño que mataron en Mercedes, provincia de Corrientes, Ramoncito. Este crimen me obsesionaba. Y tiene un aire familiar con la historia del Petiso Orejudo, pese a que los escribí en momentos muy lejanos. La calle, por ejemplo, aparece en el cuento de la chica que vi en el subte, con la cara quemada. Después, no hago ejercicios de investigación con los casos. Leo la crónica corta y listo, no me pongo a indagar. Lo leo igual que cualquier persona que lee el diario.

- ¿Pensás en el lector a la hora de escribir?

- Nunca pienso cómo me van a leer. Tengo lectores ideales en la cabeza, que son amigos, gente conocida a los que me gusta mostrarles lo que hago. Me interesa esa lectura de otro que viene de un mundo literario ajeno. Que no tiene mis gustos.

- Si tuvieras que elegir el mejor momento para trabajar un texto, ¿cuál sería?

- En esta etapa de mi vida mi mejor momento es la mañana, pero no las tengo siempre. Trato de tener un par de horas pero no es que necesariamente las tengo. Y a veces, si por fin las consigo, lo que no tengo son ganas. Puede que esté cansada y sólo quiera dormir. En mí, la escritura es algo mucho más desordenado. No soy una autora metódica, para nada. Lo intento, sí. Pero no lo necesito.

- Y cuando nace una idea oscura, ¿cómo hacés para no querer frenarla en tu cabeza?

- No tengo el mecanismo de bloquear el miedo. Lo disfruto mucho, me divierto. No tengo miedo cuando escribo, no tengo aprehensión, no tengo pensamientos supersticiosos. No me enrollo. No tengo ningún tipo de represión.

© LA GACETA

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