Las llamas devoraron un taller de tapicería

Las llamas devoraron un taller de tapicería

Pese al pánico y la preocupación, los vecinos sacaron todo de las casas contiguas y se unieron para tratar de apagar el incendio El fuego se prendió en segundos por una chispa y un descuido. Hubo golpes, gritos y tensión. El pedido desesperado del dueño

CADENA SOLIDARIA. Siete hombres de la cuadra se pasan agua en baldes para evitar que las llamas del incendio lleguen hasta la casa vecina. Hubo quejas hacia los bomberos y policías. la gaceta / fotos de diego aráoz CADENA SOLIDARIA. Siete hombres de la cuadra se pasan agua en baldes para evitar que las llamas del incendio lleguen hasta la casa vecina. Hubo quejas hacia los bomberos y policías. la gaceta / fotos de diego aráoz
19 Septiembre 2016
“Estaba soldando. Fui un segundo al baño y cuando volví ya estaba todo en llamas”, advirtió desesperado Rubén Arroyo mientras su galpón ardía ayer. Todavía no habían llegado los bomberos y en Alberdi al 1.200 se respiraba humo y desesperación. Tanta, que los vecinos de las dos casas contiguas comenzaron a sacar sus cosas y un policía disparó contra un tanque de agua que había en uno de los techos para que el líquido cayera sobre las llamas que, a esa altura, ya superaban los cinco metros de alto. Los pocos litros no le hicieron ni cosquillas al incendio. Entre gritos, empezaron a pedir baldes de agua y arena.

Entre los cientos de testigos que veían la escena, con un vaso de agua en la mano y sentada en una silla de madera en la vereda opuesta estaba Sara Ríos, la dueña de una de las casas vecinas a la que se estaba quemando. “Vi el humo y las llamas y salí corriendo. Todavía no sé qué perdimos. Lo último que pude ver fue que estaban rompiendo la pared de la casa del vecino para sacar a un hombre en silla de ruedas”, contó. Algunos minutos después, su hijo Cristian Escobar contó que había podido sacar todo.

El incendio se originó en apenas segundos, ya que ocurrió en un taller de tapicería que tiene Arroyo atrás de su casa. La tela, los sillones y las maderas que tenía allí se prendieron en un instante. También lo hicieron cuatro motos de distintos vecinos que estaban guardadas allí. “Él nos prestaba su patio para guardarlas porque roban mucho. Es un excelente vecino, por eso la gente se desesperaba por ayudar”, comentó María Borquez, la dueña de uno de los rodados. Cynthia Zóttola contó que no hubo víctimas, pero que las pérdidas en ese galpón fueron totales.

La primera de cuatro dotaciones de bomberos llegó a las 17.30. Según cuentan los vecinos, media hora después del comienzo del incendio. No dio abasto y pronto tuvieron que llegar refuerzos.

Allí comenzó el primer encontronazo de los vecinos con la Policía y los bomberos. “Llegaron tarde y encima nos dicen que no tienen agua para tanto fuego. Hay gente que está perdiendo sus cosas”, explicó Marita Romano a LA GACETA. Al menos una decena de personas se quejaron de lo mismo. “Sí había agua, pero la gente estaba un poco nerviosa”, confió un efectivo del 911 que estaba en el lugar.

Y era cierto lo del nerviosismo. Cualquiera que levantara la vista allí podía ver personas con lágrimas en los ojos, que se abrazaban mientras rogaban para que las llamas les dieran un respiro.

El segundo encontronazo se dio cuando varios jóvenes del barrio, que se dieron con el incendio cuando volvían de la cancha de Atlético, acusaron a la Policía de no cuidar bien las viviendas. Según espetaban, en medio de la confusión se habían producido robos. Todas las acusaciones -y varias trompadas- cayeron sobre un muchacho de baja estatura que salió de allí luego de que el 911 lo rescatara de una fuerte golpiza.

Cerca de tres horas duró la lucha contra el fuego. Cuando Arroyo -quien se bajó de la ambulancia donde le estaban curando las quemaduras de su cara, para seguir rescatando cosas- logró entrar, vio que había perdido todo. Los vecinos ya le prometieron que lo ayudarían con dinero, colchones y alimentos. Pero hay cosas que son muy costosas y no le podrán dar.

“Me quemé la frente mientras intentaba sacar un sofá. Es que perdí mucho con este incendio. Las llamas se llevaron cuatro máquinas de coser, dos para cortar madera, un taladro, un soldador, tela, dos sofás que eran de mis clientes y todo lo que tenía para trabajar. Jamás pedí nada a nadie, pero me gustaría hablar con alguien del Gobierno para saber si me puede ayudar con algo”, contó Arroyo, tras el incendio, con una gasa en toda la cabeza y todavía sin poder creer lo que había pasado.

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