Dalmiro Sáenz, de boxeador frustrado a escritor mordaz

Dalmiro Sáenz, de boxeador frustrado a escritor mordaz

El provocador literato falleció ayer, a los 90 años. Su paso por el mundo deja un nutrido repertorio de obras críticas y filosas

CONTESTATARIO. Sus ácidas críticas a la sociedad occidental le valieron la persecución y el exilio en la década del 70. larazon.com.ar CONTESTATARIO. Sus ácidas críticas a la sociedad occidental le valieron la persecución y el exilio en la década del 70. larazon.com.ar
12 Septiembre 2016
El escritor y guionista Dalmiro Sáenz falleció ayer a los 90 años en su casa y sus restos serán velados en la Legislatura porteña. Su muerte, sin previo aviso ni enfermedades que la hubieren hecho esperable, sorprendió a su familia y a la cultura argentina. “Estaba bastante bien para su edad. Él la pasó bien hasta el último día”, señaló ayer su hijo, el director teatral Pablo Silva, en diálogo con la agencia de noticias DyN.

Saénz vivía solo, en su casa de Buenos Aires, acompañado por un asistente personal que comunicó el deceso. Autoridades de la ciudad se contactaron con los familiares y pusieron a su disposición la Legislatura porteña para realizar allí sus exequias, que posiblemente tendrán lugar a partir de hoy.

Sáenz comenzó a publicar a los 30 años y tuvo un debut auspicioso. Fue autor de varias obras reconocidas por la crítica. El sexo, la religión y la matriz moral occidental fueron sus temas recurrentes, en una prolífica obra que lleva la provocación como estilo propio. Varios de sus trabajos fueron adaptados al cine, como “Setenta veces siete”, su primer libro de cuentos por el que recibió el Premio Emecé y que llegó a convertirse en un best-seller.

“Yo nunca me sentí un escritor, me siento un tipo que escribe. Me veo muy distinto a los escritores normales, creo que el arte se nutre de la injusticia y de la queja. Pienso que el escritor es un traidor a su mundo y a su tiempo; es una persona que delata, que delata a su familia, a sus amigos, se queja de todo y está denunciando todo lo que ve. Es un francotirador del disconformismo. En un mundo feliz, no existirían los escritores”. Así percibía su oficio este hombre que decía no tomarse demasiado en serio a sí mismo ni a su obra. Sáenz se hizo conocido por algunos de sus casi 50 libros y por la adaptación de algunos de ellos al cine -como los que dieron lugar a films como “Las boludas” o “Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes”-, pero también por sus numerosas declaraciones polémicas. Esas dos temáticas atraviesan algunos de sus textos más subversivos, como “Setenta veces siete”, “Yo también fui un espermatozoide”, “El pecado necesario” y “Cristo de pie”, todos asentados en un cuestionamiento al ideario moral y cultural de la tradición judeocristiana.

Escándalos públicos

Esa vocación por la transgresión tuvo su correlato en sus intervenciones públicas, siempre polémicas, entre ellas su participación en 1988 en un programa de Gerardo Sofovich, donde se refirió a un cuadro de índole religiosa. “En la colección privada del Vaticano hay una virgen, que se llama la Virgen del Divino Trasero, y es una virgen con un c.. precioso”, había dicho al aire y terminó en escándalo, con sanciones impuestas por el Comfer.

Otro de sus escándalos resonantes se produjo en 2003 en el ciclo “Indomables”, cuando afirmó que había participado de orgías junto a los actores Fernando Siro y Elena Cruz. El escritor había estado casado con la hermana de la actriz, Silvina, a quien le dedicó otro de sus libros famosos, “Carta abierta a mi futura ex mujer”, publicado en 1968.

“Si bien es verdad que siempre me consideraron un escritor realista, yo creo que hay mucho de imaginación en lo que escribí. O libertad, quiero decir. Será porque nunca intenté resolver ningún problema político con mi escritura. Creo que sí llegué a cansarme un poco del realismo, aunque después se me pasó. De lo que nunca me cansé es del cuento. De todos los géneros, me siento mucho más cómodo en el cuento. Será porque depende un poco de la trampita, de la viveza”, había contado.

Sáenz, nacido el 13 de junio de 1926, no detectó rápidamente su vocación literaria. Su primer empleo fue como marinero de un buque carguero, paralelamente a su pasión por el boxeo, que lo llevó de gira a varias ciudades australes, incluida la Antártida. “Tenía una manager bastante hábil, lástima que yo no era muy bueno boxeando, pero me gustaba mucho. Me hubiera encantado destacarme más en el box, nunca llegué a tener peleas importantes, y además era mal perdedor conmigo mismo, hacía ostentación de lo contrario pero la verdad es que la pasaba muy mal cuando perdía”, evocó alguna vez en una entrevista.

Debut premiado.- Su ingreso a la escena literaria fue en 1956 con los cuentos “Setenta veces siete”, que ganó el premio Emecé y se convirtió en best-seller. Tanto fue su éxito que seis años después fue llevado al cine por el conocido realizador Leopoldo Torre Nilsson.

Western patagón.- Sáenz vivió 15 años en la Patagonia, escenario de relatos como “Treinta, treinta”, una suerte de western nativo que le valió en 1963 el Premio Argentores, el mismo año que obtuvo el Premio del Magazine LIFE en español con su libro de relatos “No”.

La pluma y el celuloide.- Luego llegó su novela “El pecado necesario”, que más tarde adaptó al cine y retituló “Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes”. El film, dirigido por Fernando Siro, ganó la Concha de Plata en el Festival Internacional de Cine de San Sebastian (1965) y fue definido por el escritor como la única película que salió buena a partir de un guión suyo.

La dictadura.- Perseguido en los 70, en 1983 se produce su regreso literario con “El argentinazo”, una novela histórica, también de sesgo irreverente, una novela histórica en la que procesó su experiencia durante la dictadura militar.

De viaje con Cormillot.- La imposibilidad de encapsular la obra de Sáenz en un género o tradición se prolonga hacia los 90, cuando junto al médico Alberto Cormillot viaja a Israel, Egipto y Nueva York con la idea de escribir a dúo sobre los manuscritos del mar Muerto, una obra que se publica en 1995 bajo el título “Cristo de pie”.

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