“El 80% de los argentinos quisimos ser futbolistas”

“El 80% de los argentinos quisimos ser futbolistas”

En esta charla, que tuvo lugar durante su última visita a Tucumán, el autor reflexiona acerca del influjo de la historia en su escritura, el riesgo de olvidar, la construcción de la novela de la que derivó el Oscar, los sutiles modos en los que el fútbol hace hablar a los que lo juegan y lo miran.“El fútbol nos expone en lo que somos”, asevera

LA DEFINICIÓN. “La escritura de ficción es una exposición y una liberación muy fuerte, pero tenés la enorme ventaja de que estás contando mentiras”. TELAM. LA DEFINICIÓN. “La escritura de ficción es una exposición y una liberación muy fuerte, pero tenés la enorme ventaja de que estás contando mentiras”. TELAM.
31 Julio 2016

Por Máximo Hernán Mena

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Eduardo Sacheri afirma que las mujeres pueden decir una cosa con las palabras pero al mismo tiempo expresan otras cosas con sus ojos, con la mirada. Esta imagen recorre la escritura de su novela La pregunta de sus ojos (2005). Diez años después, el film El secreto de sus ojos, dirigida por Juan José Campanella y con guión del director y de Sacheri, ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Sacheri también sabe mucho de fútbol como expresión. Según él, la escritura, la historia y el fútbol nos permiten pensar lo que somos y recordar lo que quisimos ser.

- ¿La historia, como disciplina, te sirvió en tu formación como lector, para leer desde un lugar diferente?

- Empecé a leer de muy chico, sobre todo ficción. Lo que sí me dio estudiar historia es un caudal descomunal de lecturas; la cantidad de cosas que tenés que leer de semana en semana es enorme. También te da un ejercicio del relato muy importante. La historia es relato, aunque sea una ciencia, también en ella hay un relato. Hay un nudo, unas premisas y, de cierto modo, un desenlace. El estudio de la historia me fue muy útil para situar mis historias en la realidad. Es decir, a cualquiera de nosotros no nos sucede la gran historia: no somos próceres, no somos políticos, no somos dirigentes sindicales; pero lo que pasa en el mundo y lo que pasa en el país, pasa también en nosotros, nos roza de algún modo. Bueno, a mí me gusta que a mis personajes la historia los roce de la misma manera.

- ¿Cómo recibiste el hecho de que Alejandro Apo lea tus relatos en su programa de radio? De alguna manera, la radio recupera ese espacio de recreación que conlleva la lectura en voz alta.

- Me parece que lo de Alejandro Apo y sus lecturas en el programa “Todo con afecto” fue esencial para mi carrera personal, pero también para reinstalar la lectura en la radio. Lo que hizo Apo es enorme y, dentro de unos años, vamos a tomar real dimensión de lo que significó que, en una radio tan masiva como Continental, él se animará a leer cuentos al aire, cuentos de grandes autores o de absolutos desconocidos como podía ser mi caso. Creo que, si hoy estamos aquí, charlando quince años después, tiene que ver con ese inicio en la radio.

- Pienso que, de alguna manera, escribir sobre fútbol es un intento de recuperar los espacios de la infancia. ¿Qué te sucede a vos? Osvaldo Soriano decía que él quería ser futbolista y no pudo, y que por eso se convirtió en escritor.

- Creo que si les preguntas al 80% de los argentinos, quisieron ser futbolistas, y no pudimos. También los escritores. La ventaja es que los escritores armamos el mundo como queremos. De alguna forma de eso se trata escribir, jugar a ser un diosito de entrecasa con tus personajes. Por otro lado, escribir estos cuentos es un volver a la infancia, un volver a la esencia, un manera de meterte con la identidad. Me parece que el fútbol nos expone en lo que somos, cuando lo jugamos, cuando lo vemos y cuando lo escribimos también. Entonces se convierte en una buena puerta de acceso a cosas más profundas. Si un cuento de fútbol se queda en el hecho de contar dónde pegó la pelota o cuándo terminó el partido, bueno, para eso ya está el fútbol que es muy interesante de por sí. Me parece mucho mejor usar al fútbol para hablar de las cosas que los seres humanos ponemos ahí, aunque vengan de otro lado.

- En un cuento tuyo el narrador dice precisamente eso, que no importa contar si la pelota entró o no. Además, la imagen final es impresionante: cuenta que el jugador volvió a su campo “con la mirada con la que los hombres se miran a sí mismos”.

- Ese cuento se llama “Último hombre” y es sobre un defensor que se atreve, por única vez en su carrera, a dejar todo atrás y salir a buscar el gol de su vida. Cuando escribí ese cuento, me di cuenta que no importaba cómo terminaba la jugada, lo importante era la decisión de ese tipo de salir a buscarse.

- ¿La escritura de ficción vendría a ser como ese “último hombre”? El instante de arrojarse al todo o nada.

- La escritura de ficción es una exposición y una liberación muy fuerte, pero tenés la enorme ventaja de que estás contando mentiras, aunque las mezclés con la verdad. Yo no me creo mucho eso de que “yo me juego la vida” al escribir, otra gente sí se juega la vida con el laburo que hace. Si es cierto que, cuando escribís, mostrás mucho de vos, pero cuando escribís ficción, mezclás lo que mostrás con todo lo que ocultás, y con todo lo que inventás, sazonás un poco de tu propia vida, y esto está bárbaro y es divertidísimo. También creo que te exponés mucho, por eso tenés que poner unas cuantas mentiras, porque sino después, se publican los libros y todos saben tu vida.

- ¿Qué sentís cuando caminás por Buenos Aires, por la calle Talcahuano, y cruzás frente a las escalinatas de Tribunales, uno de los lugares más importantes de tu novela y de la película El secreto de sus ojos? Hace unos meses estuve por esa zona y me acordé cuando Benjamín Expósito (el personaje interpretado por Ricardo Darín en el film) pregunta si Sandoval (Guillermo Francella) salió por Talcahuano rumbo a los bares de la zona a emborracharse...

- La novela La pregunta de sus ojos y luego el guión de la película dirigida por Juan José Campanella se originan en mi propia experiencia como empleado de un juzgado en ese Palacio de Justicia. Trabajé cinco años en un Juzgado Criminal muy parecido al que se ve en la película y, para mí, fueron años muy formativos e importantes. Lo que siento ahora es que pude volver del mejor modo. Escribir esa novela y el guión (escrito en colaboración con Juan José Campanella) fue reencontrarme con mi juventud, tenía pelo en ese momento (Risas). Fue como volver a una etapa decisiva en mi formación, así que siento una enorme gratitud. Hoy en día, me encuentro con un juez o con alguien de un juzgado y me dice: “che, qué bien que está representado el mundo de los juzgados en la película”. Eso para mí es un gran elogio por el hecho de que intenté reflejar ese mundo.

- En la película, uno de los personajes, Ricardo Morales (Pablo Rago), le dice a Benjamín Expósito: “ya pasaron veinte años, Expósito. Olvidesé. Es mi vida, es mi vida”; con la intención de que Expósito no hable más del crimen de su esposa, Liliana Colotto. Volviendo a la cuestión de la historia, creo que en la historia argentina nunca pasan del todo las cosas, nunca terminan de pasar.

- A lo mejor, por eso estudié historia, más allá que ahora tenga pocas horas de clase y esté más volcado a la escritura de ficción. Creo que somos lo que hicimos y lo que recordamos de lo que hicimos. Entonces, si no somos capaces de enfrentarnos con nuestro pasado, con todo nuestro pasado, estamos condenados a vivir por la mitad. Me parece que esto les pasa a esos personajes y me parece que los argentinos corremos riesgos similares.

© LA GACETA

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