¿Habrán recibido saludos los políticos?

¿Habrán recibido saludos los políticos?

...Por lo tanto, este amigo, al que se refieren todas nuestras pretendidas amistades por las cosas que amamos en vista de otra, en nada se parece a estas cosas. A estas las llamaremos amigas en vista de otra cosa amiga. Pero el amigo verdadero es de una naturaleza del todo opuesta. No existe en efecto, como ya dijimos, sino con relación a lo que es enemigo nuestro; si este enemigo llegara a desaparecer, el amigo igualmente cesará de existir para nosotros. (Extracto de Lisis o de la amistad, de Platón)

La conmemoración del Día del Amigo deja la puerta abierta para revisar el concepto de amistad entre la dirigencia política. ¿Quiénes mantienen los amigos? Y los que perduran, ¿a qué costo?

Los chispazos en la relación entre Germán Alfaro y Domingo Amaya son un ejemplo. O, en su momento, entre José Alperovich y Fernando Juri. O el propio Alperovich con sus correligionarios del Ateneo, Alfredo Neme Scheij y José Ascárate. O Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Los casos abundan y la lista sería interminable. En los mencionados, los lazos eran profundos e iban más allá de la política. Compartían desde asados hasta infidencias familiares y negocios. Sin embargo, la política o la lucha por el poder llevaron a que los caminos se bifurcaran y en la mayoría de los casos las diferencias se volvieran insalvables.

Los iguales

Más allá de la pérdida de lazos a los que conlleva la política, más peligrosos aun parecen ser los que persisten. Continuando con la visión platónica de la amistad, “sólo son amigos los iguales, pues esto asegura al mismo tiempo la reciprocidad que se puede esperar de sus acciones y la concordia de sus sentimientos”. La pregunta que surge es: ¿son iguales los funcionarios y ex funcionarios que cometieron actos de corrupción y los que avalaron, ocultaron o hicieron la vista gorda sobre esos actos?

Eso se están preguntando por estos días a nivel nacional con el caso de José López, por ejemplo. Parece descabellado pensar que la ex presidenta, Cristina Fernández, el ex jefe de Estado, Néstor Kirchner, el ministro de Planificación, Julio de Vido, el ex gobernador Alperovich y otros tantos funcionarios provinciales -entre los que se encuentra el actual mandatario, Juan Manzur- no hayan sabido de los presuntos hechos corruptos e irregulares de “Lopecito”. Más aún por estas tierras y no precisamente porque el ex secretario de Obras Públicas de la Nación sea de cuna tucumana, sino porque envió miles de millones de pesos en obras para estas tierras. ¿Nadie sabía que se habría exigido “el 15%” a los constructores? ¿O que los encargados de las obras eran siempre los mismos? ¿O que aparecieron nuevas empresas constructoras, cuyos dueños eran a la vez empleados públicos, por ejemplo, y casualmente del Instituto de la Vivienda?

Eso está tratando de averiguar el Gobierno nacional, que intenta dilucidar hasta qué punto el despilfarro de millones en obras no se detectó por complicidad. O por amistad...

En ese punto, lo que estaría bajo revisión sería la Secretaría de Vivienda de la Nación. Ese organismo -que conduce el tucumano Amaya- encaró, apenas asumió, una auditoría sobre los fondos para viviendas. Se hizo público, al toque, un informe donde se daba cuenta de fondos entregados a la Fundación María de los Ángeles para que construyera viviendas que no habían sido ni rendidos ni utilizados. Pero no se hicieron públicos algunos detalles que apuntan contra el Instituto de la Vivienda que comandó -y comanda- Gustavo Durán.

Esa auditoría, del 26 de mayo de este año, revela que hay cientos de beneficiarios de mejoras habitacionales del programa Mejor Vivir II que recibieron la asistencia sin un estudio sobre la necesidad real que tenían del beneficio ni los DNI de los beneficiarios y una clara arbitrariedad en su entrega. De hecho, los auditores Gustavo Flores, María Paula Sarmiento y Luciana Estrada concluyeron que, según su análisis, en el uso del Mejor Vivir II, “intervienen preferencias electorales”.

También observaron que “el programa no responde a una demanda previa y puntal de beneficiarios debidamente identificados” y que no pueden afirmar “que se esté ejecutando la cantidad de módulos que actualmente financia la Secretaría de Vivienda”. Eso sólo en un programa que manejó apenas un grano de arena si se lo compara con la “camionada” de recursos que se destinaron, por ejemplo, al megaemprendimiento Lomas de Tafí.

Los auditores también relatan que se reunieron con el coordinador de los Programas Federales y Mejor Vivir del IPV, pero nada dice el estudio sobre que ese mismo funcionario público sería el dueño de una empresa constructora que habría ejecutado gran cantidad de mejoramientos de viviendas y que construyó casas, por ejemplo, en Manantial Sur. Tampoco detectaron la relación entre algunos ingenieros y arquitectos que están a cargo de distribuir los fondos nacionales con las cooperativas que ejecutaron esas obras. Y la relación de esos personajes -parientes entre ellos- con “Lopecito”.

Resulta extraño que no se hayan publicitado tremendos hallazgos que resultaron de la auditoría ni que se haya ahondado en “pistas” que cualquier empleado o funcionario o constructor conoce perfectamente. ¿O será que todos son amigos? O quizás cabe el análisis de Platón o el adagio que asevera que en política no hay amistades, sólo conveniencias.

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