Por Carlos Páez de la Torre H
01 Julio 2016
FRANCISCO NARCISO DE LAPRIDA. Nuevo titular del Congreso, acompañado por Mariano Boedo, como vicepresidente.
Como se sabe, se hallaba establecido que la mesa directiva del Soberano Congreso de las Provincias Unidas, debía renovarse el primer día de cada mes. A lo largo de junio, había desempeñado la presidencia el doctor Teodoro Sánchez de Bustamante, diputado por Jujuy, y la vicepresidencia el licenciado Gerónimo Salguero de Cabrera, representante de Córdoba.
Por eso, la sesión del 1 de julio de 1816 comenzó con la elección de las nuevas autoridades. Se votó y quedaron designados, como presidente, el doctor Francisco Narciso de Laprida, diputado por San Juan, y como vicepresidente el doctor Mariano Boedo, diputado por Salta. Ambos “tomaron inmediatamente posesión del cargo”, informa “El Redactor”. Asimismo narra que, de inmediato, el doctor Laprida “hizo presente que el Soberano Congreso tenía pendiente su resolución sobre objetos del mayor interés”, entre los cuales “el más urgente era el Reglamento que debía darse al Supremo Director del Estado”.
La comisión encargada de confeccionarlo, ya había presentado su proyecto, junto con “otros varios de suma gravedad”; pero para expedirse sobre todo eso, no eran suficientes las sesiones ordinarias. Entonces, el cuerpo resolvió que las sesiones fueron diarias, “entretanto que la necesidad lo exigiese”.
Se mocionó seguidamente que, a fin de que el Reglamento fuera sancionado lo más pronto posible, se nombrase una comisión revisora, con cuyo examen quedaría “absolutamente aprobado”. Dado que se opusieron algunos de los diputados, “quedó pendiente el nombramiento por entonces”. Luego, “se discutió detenidamente un asunto de reserva, con lo que terminó la sesión”.
Por eso, la sesión del 1 de julio de 1816 comenzó con la elección de las nuevas autoridades. Se votó y quedaron designados, como presidente, el doctor Francisco Narciso de Laprida, diputado por San Juan, y como vicepresidente el doctor Mariano Boedo, diputado por Salta. Ambos “tomaron inmediatamente posesión del cargo”, informa “El Redactor”. Asimismo narra que, de inmediato, el doctor Laprida “hizo presente que el Soberano Congreso tenía pendiente su resolución sobre objetos del mayor interés”, entre los cuales “el más urgente era el Reglamento que debía darse al Supremo Director del Estado”.
La comisión encargada de confeccionarlo, ya había presentado su proyecto, junto con “otros varios de suma gravedad”; pero para expedirse sobre todo eso, no eran suficientes las sesiones ordinarias. Entonces, el cuerpo resolvió que las sesiones fueron diarias, “entretanto que la necesidad lo exigiese”.
Se mocionó seguidamente que, a fin de que el Reglamento fuera sancionado lo más pronto posible, se nombrase una comisión revisora, con cuyo examen quedaría “absolutamente aprobado”. Dado que se opusieron algunos de los diputados, “quedó pendiente el nombramiento por entonces”. Luego, “se discutió detenidamente un asunto de reserva, con lo que terminó la sesión”.
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