El debate radical que se viene
Los compañeros, en pleno proceso de renovación y redescubrimiento de los peronistas honestos y de unirse -después de que José López firmara la defunción del cristinismo arrojando bolsos con dólares en un convento-, resulta que ahora son más peligrosos en términos políticos para el Gobierno nacional. Es que Macri ya no tiene enfrente al kirchnerismo, o al cristinismo duro, como el enemigo más significativo para diferenciarse en virtudes y en pecados frente a la sociedad. El panorama se está modificando en medio de un proceso económico crítico, con reconocimiento de una inflación anual superior al 40%.

Un adversario se desdibuja a pasos agigantados y otro, como otrora en las mismas circunstancias, se rearma velozmente en la vereda de enfrente tratando de desprenderse de los corruptos que se enriquecieron a su sombra ideológica. En ese escenario, mientras tanto, ¿qué hacen los correligionarios? Cambiemos, el resultado electoral de una sociedad política, desde la conducción del país tiene que pararse de otra forma frente al proceso de reacomodamiento y reorganización del peronismo. En ese marco, ¿qué papel juegan y jugarán los radicales?

Los peronistas se encaminarán hacia la organicidad y terminarán de confluir en una expresión opositora cuando descubran un líder al que vislumbren como presidenciable -no conciben un jefe del “movimiento” que no pueda ser Presidente de la Nación-, lo que convierte determinantes a los comicios nacionales de 2017 en función de definir a los competidores finales de 2019. Habrá decantación. En ese proceso, ¿el radicalismo seguirá siendo socio de ruta en Cambiemos y en el Acuerdo para el Bicentenario, o tratará de despegar buscando consolidar el poder territorial obtenido en 2015 en todo el país y en la Provincia?

Los primos

Hoy pareciera que los contrincantes políticos serán los peronistas que se están rearmando y los macristas que intentan consolidarse. ¿Los primos radicales son los terceros en discordia que buscarán un protagonismo prestado? Frente a tantas preguntas en cursivas las miradas deben dirigirse al plano nacional y al provincial, porque si bien valen en ambos sentidos, las posibles respuestas tendrán sus propios matices. Algo tiene en común las realidades del poder central y lo que acontece en Tucumán en relación con la UCR: en el Gobierno del “independiente” Macri y en la gestión del peronista Alfaro sólo son compañeros de viaje, no conducen. En la Capital, varios radicales ya le están apuntando a la intendencia para 2019 -algunos se lamentan que un hijo de Alem o de Yrigoyen no la administre hoy-, por lo que la pregunta en cursiva que sigue cae de madura: ¿habrá un radical que aspire también a la presidencia ese año?

Observemos una secuencia histórica, electoral y política, en fórmulas presidenciales victoriosas que llevaron los colores de la UCR y que compitieron contra el peronismo: Alfonsín-Martínez (1983), De la Rúa-“Chacho” Alvarez (1999) y Macri-Michetti (2015); la primera radical completa, la segunda radical a medias y la tercera sin radicales. También se podría decir de cada una de ellas, respectivamente, lo siguiente: ganaron y se fueron antes, triunfaron y los fueron cuando se gritó fuerte “que se vayan todos”; ganaron y no estuvieron en la fórmula. Si se sigue esa línea “negativa” en cuanto a participación en la constitución las conclusiones no pueden ser alentadoras para el radicalismo. Pasaron de todo a nada, en términos institucionales, claro, en los binomios presidenciales.

¿Cuándo les fue mejor como expresión política de fuerte raigambre nacional?, podría ser la pregunta a hacerse; y cuya respuesta dependería en gran parte de cómo termine la actual gestión macrista. En los hechos el radicalismo viene resignando espacios de poder, manteniéndose ahí nomás, aferrándose a los sacos de extraños para subsistir. Hasta secundó con Julio Cobos a una dirigente peronista 2007, en un ensayo apañado en el gesto de Perón y de Balbín, pero la sociedad terminó mal, reabriendo la grieta entre los pro y los anti. En 2011 se integró en el binomio Lavagna-Morales y el año pasado, por primera vez en su historia, la UCR no llevó candidatos en una fórmula que respaldó. Una circunstancia que a algunos viejos afiliados les hizo derramar una lágrima de tristeza.

Sin embargo, apoyó a Macri; y festejó. Como estrategia de llegada al poder significó un gran acierto de Ernesto Sanz, ya que estuvo en el escenario de los victoriosos. Pero resignando la prioridad de la sigla partidaria. Se puede sostener que el radicalismo volverá algún día a la presidencia de la Nación o bien que ganará alguna vez la gobernación de Tucumán. ¿Cuándo? Se supo imponer en las urnas en dos ocasiones en la municipalidad de la Capital (1983 y 1987), pero cuando celebró nuevamente en la misma ciudad, en 2015, un peronista estuvo a la cabeza de la lista.

Vayan varias preguntas que pueden parecer desafiantes en “cursiva”: ¿va desapareciendo el radicalismo? ¿Sus referentes ceden los grandes espacios para mantener las “quintitas”? ¿Sus dirigentes no tienen vocación de poder? ¿No saben cómo reconstruir a la UCR como partido de poder? Hoy acompañan. La pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Soñarán los radicales con cruzarse las bandas presidenciales y provinciales? O bien, la más significativa: ¿exigirán más espacios en las boletas de 2017 al PRO y se animarán a disputar la presidencia en 2019? Es el gran debate que se viene en la UCR, lo reconocen desde la propia junta de gobierno y en los ámbitos dirigenciales. Se deben la discusión hacia dentro y alguien tiene que lanzar la primera piedra. Vaya un dato para que se envalentonen; según un informe de la Cámara Electoral Nacional del segundo semestre de 2015, el PRO (Propuesta Republicana) reunía a 111.705 afiliados en todo el país, mientras que la UCR nucleaba a 2.082.645 simpatizantes en sus filas partidarias. En Tucumán, el radicalismo afilia a 55.800 personas, mientras que el PRO a tan sólo 6.400. ¿Por qué acompaña?

En 2001 se fue en helicóptero y ahora volvió de la mano de Macri al poder, aunque sus banderas rojas y blancas se desdibujan tras los coloridos globos amarillos. Se recupera lentamente de sus desgracias y, frente a los números, cómo no soñar en “volver” si una oposición casi sin partido nacional derrotó al peronismo. ¿El peronismo tiene más reacción política para recuperarse de una derrota que la decisión del radicalismo de volver a ser un partido con vocación de poder? Cuando esta pregunta se le formula a un correligionario, la respuesta es casi la misma. Vayan las de dos radicales con roles institucionales a nivel nacional y municipal: ¿separarse? No, vamos a consolidar el espacio de Cambiemos y del ApB, trabajando en forma articulada y conjunta (Daniel Ponce, gerente regional de la Anses); nadie en su sano juicio puede hablar de romper, seguiremos privilegiando el acuerdo con Cambiemos y el ApB (José Luis Avignone, secretario de Relaciones Institucionales de la Capital).

Gestión primero, política después. Lógico. El radicalismo, como el PJ, también debe encontrar su líder; y uno que esté a la altura de Macri. El peronismo debe hacerlo desde su rol opositor y la UCR desde su papel de socio de Cambiemos. Los desafíos son comunes para “los primos” que ven cómo un partido sin estructura nacional, centralista en cuanto a influencia territorial, nuevo en términos históricos, se hizo de la Presidencia del país. Macri hizo algo bien, o los otros han hecho muchas cosas mal. O ambas cosas a la vez.

Mirando a Cano

En Tucumán, el radicalismo tiene un jefe partidario y el referente político principal: José Cano. Como presidente de la UCR debe revalidar sus títulos hasta el 2 de octubre; fecha en la que vencen los mandatos de las actuales autoridades; y como dirigente central de la oposición en Tucumán tiene la opción de volver a pelearle al oficialismo -esta vez manzurista- en los comicios nacionales de octubre del año que viene.

El titular del Plan Belgrano está más metido en este último rol, ya que cuando puede le “pega” a la gestión peronista del gobernador. Una manera de decir estoy y soy el opositor real. El último mandoble fue con la propuesta de Macri de reforma electoral, cuando dijo que ni Alperovich ni Manzur actuaron con celeridad para aplicar el voto electrónico que estableció la Constitución provincial. Y lo hizo en un comunicado que llevó un sugestivo título: Queremos que la ola de reforma política de la Nación también llegue a las provincias del Plan Belgrano. ¿Cómo debe leerse este mensaje? Da para pensar; lo cierto es que Cano tiene en la mira a los acoples, y observa -y denuncia- que no hay voluntad política en el PJ para avanzar en la eliminación del sistema. Es una pelea dura y cuesta arriba.

Tanto como la que tendrá que dar cuando se elijan los cuatro nuevos diputados nacionales por Tucumán en 2017. La UCR renueva las dos bancas que ganó en 2013, precisamente, con Cano y con Silvia Elías de Pérez, la que fue casi una candidatura testimonial. Ambos fueron reemplazados por Federico Masso y Juan Casañas. Proyectando los números de 2015, la oposición podría aspirar a dos lugares. ¿Quiénes serán los elegidos? Las posibilidades indican que Macri puede pedir un lugar para alguien del PRO, que Alfaro puede pedir para alguien de los suyos o bien que Masso quiera repetir. ¿Cano dará peleará para ratificar su papel de principal dirigente opositor desde la boleta o imponiendo su decisión? Algunos consideran casi irremediable la presentación del radical en la boleta.

Detrás de todo también aparece la obligación del radicalismo de mantener su vigencia y de aspirar a más. Como se observa, el debate que se viene en la UCR es más amplio. O por lo menos, la idea de la necesidad de ese debate subyace frente a la prioridad de gestionar el país desde Cambiemos o de acompañar en la Capital desde el ApB. Detrás del peronismo que se rearma, o del macrismo ganador, el radicalismo existe.

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