Lúcidos ensayos y polémicas de Guillermo Martínez

Lúcidos ensayos y polémicas de Guillermo Martínez

REBATIENDO PREJUICIOS. Martínez reniega del cliché según el cual los escritores de culto deben tener un elemento oscuro y acumular rechazos de grandes editoriales, los libros deben ser inaccesibles y no deben tener éxito de ventas. nexciencia.exactas.uba.ar REBATIENDO PREJUICIOS. Martínez reniega del cliché según el cual los escritores de culto deben tener un elemento oscuro y acumular rechazos de grandes editoriales, los libros deben ser inaccesibles y no deben tener éxito de ventas. nexciencia.exactas.uba.ar
22 Mayo 2016

CRÍTICA

LA RAZÓN LITERARIA

GUILLERMO MARTÍNEZ

(Seix Barral - Buenos Aires) 

De alguna forma, los ensayos de La razón literaria proponen, en líneas generales, una continuidad de argumentación con los ensayos de La fórmula de la inmortalidad. Aunque no se trata de un sistema de pensamiento, se podría decir que articulan una posición teórica clara sobre algunos problemas literarios y extraliterarios. Martínez elabora razonamientos para pensar los valores de una pieza literaria, la posición conflictiva del escritor de culto, el problema de la transposición de las obras literarias al cine (en un ensayo publicado originalmente en LA GACETA Literaria), la corriente estética que surgió a partir de las ideas literarias de César Aira, las formas de criticar la Feria del libro, la definición de un escritor, la relación de la vida real con la ficción. Algunos ensayos son breves y otros, más largos, enumeran razones para sostener o criticar una hipótesis. En todos los casos, Martínez concentra sus ideas para atacar o defender como si el campo literario fuera un tablero de ajedrez racionalista. La razón es fundamental para los “ejercicios de esgrima” pero a veces no es suficiente ya que, en ocasiones, la defensa de una idea es solo el epifenómeno del avance gremial de una pasión o el grito sostenido de un grupo de amigos.

En un ensayo combativo, Martínez sostiene que, según una especie de sentido común de un sector del campo literario, los escritores de culto deben tener un elemento oscuro o patético, suelen acumular rechazos de grandes editoriales, los libros deben ser inaccesibles y no deben tener éxito de ventas. Martínez rebate estas ideas. Lo más impactante de su propuesta es que muestra que no sólo las poéticas convencionales o comerciales poseen clichés sino que las estéticas experimentales o vanguardistas también repiten un esquema o un “catálogo” con recetas sobre cómo actuar en el “campo” y cómo pensar el valor literario.

Quizás el ensayo que generará más oposición y revuelo es aquel que analiza la posición de César Aira respecto de la novela burguesa. Aira sostuvo que la novela se ha agotado y que sólo le queda al escritor contemporáneo abandonar la ambición de la novela como género artístico para dedicarse a jugar con el “procedimiento” imitando la actitud rebelde y transgresora de un artista vanguardista. Durante años, profesores, críticos y escritores se ocuparon de elogiar esta “actitud” de Aira. Hacia el final del ensayo, Martínez cita una entrevista en la que Aira no sólo se desdice de sus declaraciones anteriores sino que, además, aclara: “Tampoco estoy tan seguro de la superioridad del proceso sobre el resultado. Teóricamente suena bien pero en la práctica me da la impresión de que este processoriented que ahora está de moda corre el peligro del ombliguismo o del narcisismo o de terminar girando sobre sí mismo en una estúpida infatuación.” Martínez se ríe y agrega que quizás todo esto no fue otra cosa que un chiste. Y pregunta, burlón y certero: “¿Habrá alguien en el campo de la crítica dispuesto a reconocer que todo era otro chiste de Aira?”

Aunque Martínez admite que no es posible establecer reglas generales sobre el valor de una obra, invoca a Susan Sontag para sostener que “el erotismo de la obra” es un principio crucial en la evaluación de la lectura.

Ejercicios de esgrima

Quizás como efecto de este erotismo o pasión intelectual, el conjunto de los ensayos realizan “ejercicios de esgrima”. Martínez practica la polémica como un acto medular y como una profesión racional. Es justo calibrar la importancia de este gesto. En la actual literatura argentina se ha perdido la polémica. Y este estado indica que hay una buena parte del campo que piensa los problemas de manera homogénea. Esto es empobrecedor. Por razones obvias, no puedo estar en los zapatos de Guillermo Martínez. Pero debo admitir que su posición no es fácil. Martínez ha sido atacado como escritor “convencional” y antivanguardista. Es cierto que los argumentos para desacreditar las novelas de Martínez son atendibles y forman parte del problema que el propio Martínez se ocupa de cuestionar.

En esta dirección, La razón literaria ejerce el oficio de la polémica con valentía y creo que puede ser leído como parte de los combates simbólicos que escenifica. Los ensayos discuten los lugares comunes de cierta conciencia literaria y cuestionan el mito de que la escritura vanguardista no repite lugares comunes. Martínez desactiva un modo automático del pensamiento y esto no es un logro menor. Sus ensayos cumplen una función necesaria: activan una alerta, nos hacen pensar de nuevo el dormido sentido común. Los ensayos exponen una poética personal y, a la vez, combaten ciertos clichés de la actual literatura argentina.

© LA GACETA
FABIÁN SOBERÓN

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