De perdedor a casi ganador

De perdedor a casi ganador

Atlético regaló un tiempo y el resultado ante Temperley, pero se despertó, igualó y casi triunfa

INTENSO PERO DISPAR. González, que se adelanta a un marcador de Temperley con el balón, no tuvo una noche destacada. Intentó, pero no fue decisivo en ofensiva. foto / matías napoli escalero (especial para la gaceta) INTENSO PERO DISPAR. González, que se adelanta a un marcador de Temperley con el balón, no tuvo una noche destacada. Intentó, pero no fue decisivo en ofensiva. foto / matías napoli escalero (especial para la gaceta)

Andrés Burgo - LG Deportiva

En una noche fría al sur del Gran Buenos Aires, entre miles de hinchas de Temperley que vestían camperas, capuchas y hasta bufandas, Atlético salió a jugar con camisetas de mangas cortas. Fue un detalle, una nimiedad, pero también una confirmación: el “Decano” se le anima a todo, también a reinventarse después de haber jugado 45 minutos iniciales para el tacho de basura.

Ya en el segundo tiempo, en el que demostró la personalidad de un equipo que pide aterrizar en una pista internacional, Atlético rescató un punto (y casi lo gana) gracias a un gol de Fernando Zampedri, o “San Pedri”, y mantiene sus chances de trepar al segundo puesto de la zona 2 y de pelear por un puesto en la Copa Libertadores.

Lejos en la noche había quedado la paradoja del primer tiempo, cuando Atlético ofrecía una versión diesel, económica, justamente ante el “Gasolero”, el apodo que Temperley tiene desde que en la década del 70 ascendió a Primera con un plantel módico. Los roles parecían invertidos en relación a la tabla de posiciones, apodos y aspiraciones (llegar a la Copa Libertadores uno, evitar el descenso otro): el “Gasolero” era Atlético y el “Decano” era Temperley.

En ese primer capítulo, el equipo de Juan Manuel Azconzábal jugó uno de sus peores lapsos del torneo. Sin los dos delanteros que habían anotado 9 de los 19 goles en el torneo (Cristian Menéndez y Luis Rodríguez), Atlético no tenía peso específico en el ataque. En verdad, los problemas del “Decano” eran generales: la mitad de cancha era zona liberada para que Temperley hiciera corte y confección.

Atlético se sentía incómodo y no podía generar fútbol, mientras que el local jugaba como si se le fuera la supervivencia en Primera (y efectivamente se la jugaba). Así llegó el gol de Matías Sánchez, que se anticipó a Pablo Cáceres, mientras Atlético se fue del primer tiempo sin haber generado ni una situación: considerar “llegada” a un remate tan desviado de Guillermo Acosta sería un despropósito para el mejor equipo de la historia del club (o comparable al del Nacional 1975).

Con su equipo desorientado, Azconzábal usó los cambios como un electroshock: afuera Leyes, adentro José Méndez. El partido ganó en intensidad: Tarragona tuvo el segundo y lo perdió por centímetros hasta que, en el peor momento de Atlético, llegó el empate. Zampedri, o “San Pedri”, improvisó un gol que debería ir a un concurso de inventos. El delantero pescó un rebote y desde afuera del área sorprendió a Federico Crivelli.

Entonces llegó lo mejor de Atlético, que tuvo hasta seis chances para ganar. Hubo un penal (difícil de ver en la cancha pero mostrado por la TV) de Cristian Chimino a Zampedri y una catarata de situaciones de gol: cuatro de Zampedri -dos mano a mano ante Crivelli, una chilena y un cabezazo-, y dos del recién ingresado Rodríguez, en especial un cabezazo sin demasiada dirección que tapó el abajo arquero.

A esa altura de la noche, en el sur de Buenos Aires, ya hacía cualquier cosa menos frío.

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