“El tiro en la cabeza de Nisman fue un tiro en la cabeza de todos los argentinos”

“El tiro en la cabeza de Nisman fue un tiro en la cabeza de todos los argentinos”

El destacado pensador analiza las turbulencias de Brasil, nuestra política doméstica y el rol del papa Francisco, el caso Nisman y los desafíos de la Justicia. “Si no se produce una verdadera renovación problemática ,el gobierno argentino desaparece”, vaticina. Interrrogado sobre la actitud que debemos tener frente al Bicentenario, sostiene que hay que preguntarse cuáles son las tareas que debemos encarar para que la Argentina profundice su independencia.

24 Abril 2016

Por Jorge Daniel Brahim - Para LA GACETA - Tucumán

Es abril en Tucumán, un calor húmedo disimula el otoño que todavía se niega a manifestarse y hace que el mediodía sea mucho más que lo que indican las agujas del reloj en la pared del bar del hotel. Estoy sentado frente a Santiago Kovadloff, sus pergaminos anuncian que es filósofo de profesión, ensayista eximio, y poeta de vocación. Sobre todos los demás rótulos, él se considera solamente poeta. Sin lugar a dudas, es uno de los intelectuales más lúcidos de la Argentina, con una capacidad oratoria de singular belleza sintáctica y rítmica. Pero, además, es una figura mediática destacada porque desde hace largo tiempo se convirtió en remedo de oráculo de los programas políticos televisivos, a los que asiste para ayudarnos a desmadejar los hilos enmarañados de la actualidad argentina. La cita que nos convoca es una entrevista para LA GACETA Literaria. La propuesta variada ya se encuentra desplegada, entre las tazas de café, sobre la mesa. En el transcurso de la próxima hora larga, él será lengua y yo seré oído.

La crisis brasileña

- Siempre aludes a que, además de en argentino, ocurriste en portugués (S.K. vivió durante su adolescencia en San Pablo, Brasil, país al que siguió ligado como traductor y analista). ¿Cuál es tu opinión sobre la enorme crisis política en que está envuelto Brasil?

- La crisis del populismo brasileño no es una crisis aislada; no casualmente es concomitante con otras crisis del mismo sistema político en otras naciones: Venezuela y Argentina, por ejemplo. Lo primero que yo advierto es la fortaleza relativa de la Justicia en Brasil, que ha sabido no quedar involucrada en los intereses políticos y que pudo cuestionar todas las iniciativas que el populismo está llevando a cabo para supeditar la ley al poder. En el orden político estamos en la víspera de un posible éxito de los movimientos más tradicionales, más cercanos a los ideales republicanos, lo que pondría en retirada al declinante populismo.

- ¿Los cambios que se vislumbran se deben sólo al peso de la corrupción? Está en jaque Lula, nada menos.

- Cuando la política no tiene límites y aspira a alcanzar sus objetivos a cualquier precio, cuando realmente la ética no importa -porque la eficacia es lo único que debe preponderar-, fatalmente se desemboca en las consecuencias de la corrupción, y es lo que está ocurriendo en Brasil. Queda muy en evidencia hasta qué punto el populismo ha sabido sostener un estatismo prebendario y paternalista, cuando en verdad lo que el país pide para poder desarrollarse en forma republicana cabal son otros criterios políticos.

- ¿Cómo afectará está crisis en nuestro país?

- Restringirá el mercado laboral, el intercambio comercial y, sobre todo, la seguridad regional. A mí me parece que la Argentina necesita un Brasil fuerte y orientado en una dirección democrática, como la que ha emprendido ahora el gobierno argentino.

El panorama argentino

- ¿Cómo ves a la Argentina en la actualidad?


- La pérdida de poder del populismo en la Argentina es una consecuencia mucho más de su desmesura, de su desenfreno, de su práctica delictiva, que estrictamente de la solidez que se le podría atribuir a Cambiemos. De todas maneras, estamos frente un notable cambio político.

- ¿Cuánto tiempo nos puede llevar ese cambio político?

- Espero que nos lleve años. Claro que expresar eso significa que deberemos trabajar seriamente para no ser oportunistas en las soluciones que, si no tienen el valor perdurable de una construcción lenta y sólida, van a terminará derrumbándose fácilmente. Pero también hay gente que no puede esperar, hay soluciones que tienen que ser provistas momentáneamente por el Estado para que poco a poco se pase hacia soluciones más sólidas, como son las que pueden provenir de las inversiones extranjeras y del trabajo generado por esas inversiones.

- Siempre haces hincapié en que la Argentina tuvo y tiene problemas graves pero no interesantes. ¿Crees posible que, actualmente, se puedan desarrollar esos problemas interesantes?

- Para que ello ocurra se necesita una verdadera renovación problemática. Y eso es lo que está ocurriendo en este tiempo, como lo muestran varios indicios: la reconstrucción de la República; una economía que no está asentada en el prebendarismo y el paternalismo del Estado; la no reducción del Estado al Poder Ejecutivo, ni del Poder Ejecutivo al partido gobernante; la devolución a la vida parlamentaria de la riqueza del debate y de una conceptualización nueva en cuanto a la forma de alcanzar consensos. Más aún, si no se produce una renovación problemática como la descripta. el gobierno no tendrá alternativas. O la lleva adelante, o desaparece.

- En este último tiempo se habla mucho de la grieta que existe entre los argentinos. ¿Estamos frente a un conflicto trágico?

- La política es un ejercicio de situar los conflictos en un campo dramático, no trágico. La política es un ejercicio de las disidencias y de los consensos que se sitúan en el terreno de la interlocución que aspira a encontrar soluciones a los problemas que se viven. De lo contrario, no hay política. La tragedia es la inviabilidad de la negociación y del acuerdo, es la supremacía del conflicto sin solución sobre toda posibilidad de solución. Entonces, para desactivar un posible conflicto trágico es fundamental tratar de suturar la grieta, restableciendo el diálogo al amparo de la política. De no hacerlo, habrá que tener presente que los conflictos trágicos no tienen solución, sólo tienen desenlaces… y, en general, con derramamiento de sangre.

Francisco y Obama

- ¿Cómo ves la inserción de la figura del Papa en el tablero político nacional? Pareciera que todos los actores políticos quieren apropiarse de su figura.


- Creo que no es bueno para la Argentina que el liderazgo político del país esté representado por un hombre del campo religioso. Yo creo que debe haber independencia entre el poder político y la fe. No soy partidario de que la religión intervenga en política, no lo soy ni por parte de una sociedad que lo mira al Papa como pidiéndole ayuda, ni por parte del Papa cuando interviene, acaso excesivamente, en la discusión de temas de política nacional. Me inclino mucho más, en todo caso, por su discreción operativa, y por el hecho de que nosotros tenemos que aprender que el Papa es una figura que no nos representa como argentinos, pero que sí nos tiene que representar como hombres expuestos a conflictos éticos, morales, sociales. Conflictos, por otro lado, que valen para todos los monoteísmos y, desde luego, para toda la humanidad.

- El comportamiento de Francisco frente a nuestros dos últimos presidentes fue bastante disímil. ¿Hubo un mensaje semiótico deliberado en su semblante y en sus gestos?

- Por mi manera de razonar políticamente trato siempre de manejar variables comparadas. ¿El Papa hizo eso, estaba muy serio, muy sombrío con Macri? Sí, se lo veía en la foto muy sombrío. Ahora, ¿ayudó a que no gane Aníbal Fernández? Ayudó. Entonces, yo me quedo con lo que hizo a favor de la derrota de este delincuente. A mí sólo me interesa que él haya ayudado a que la Iglesia tomara una posición muy sólida, muy frontal en defensa de un porvenir no asociado a la corrupción en la gobernación de la provincia de Buenos Aires.

- ¿Qué significó la visita de Obama para nuestro país?

- La posibilidad de que este gobierno contara con un respaldo no nacido, necesariamente, de sus logros, sino de su orientación para buscar esos logros.

- ¿Qué beneficios nos puede traer su presencia en lo inmediato?

- El beneficio inmediato fundamental es que su visita, como la del presidente Hollande, le dio a la Argentina la posibilidad de reconocerse inscripta en el mundo occidental, un mundo occidental que tiene más capacidad para generar vida democrática y para dotarse de mayor inscripción en el campo de la ley.

- ¿Consideras, también, que Obama visitándonos quiso transmitir un mensaje a toda América latina, asignándonos un liderazgo político y moral en la Región, que desplazaría a Brasil de ese rol?

- En ese sentido, Macri ha señalado que ésta es una oportunidad notable para que la Argentina lidere un proceso de reconstrucción democrática en la región. Como idea me parece muy interesante. Pero seamos cautos, mientras Brasil esté mal, el liderazgo argentino no va ser suficientemente potente. Yo prefiero un liderazgo compartido entre la Argentina y Brasil, en términos de fortalecimiento republicano-democrático, que un liderazgo unilateral de Argentina.

Nisman y la Justicia

- ¿Cuál fue el motivo por el cual te pusiste al frente, literalmente, en el caso Nisman?


- En el momento en que lo asesinaron a Nisman yo comprendí que se había consumado en la Argentina un proceso de corrupción institucional que no podía alcanzar niveles más radicales. El asesinato de Nisman supuso para mí que todos habíamos recibido un tiro en la cabeza. El tiro en la cabeza de Nisman fue un tiro en la cabeza de todos los argentinos, de todos aquellos que tenemos un proyecto de desarrollo en el marco de la ley y de la vida constitucional. Yo tuve la convicción de que la Argentina en ese momento estaba liquidada. Y así lo viví. Me pareció que, como yo formaba parte de los muertos, es decir de los que habían recibido el tiro en la cabeza, mi función era trabajar para denunciar el estado en que nos encontrábamos, para denunciar nuestro carácter espectral como nación. Éramos espectros, había que denunciar a los que producían espectros, había que denunciar a los asesinos.

- ¿Qué podemos esperar de ahora en más con la causa?


- No podemos dejar de desear que en estas circunstancias políticas, la Justicia se afiance en su independencia y proceda con la radicalidad que hasta ahora no tuvo en la dirección del esclarecimiento de aquello que es un sentimiento colectivo generalizado: la idea de que un fiscal de la Nación que estaba a punto de declarar en el Parlamento con una imputación que involucraba a la Presidenta de la Nación fue encontrado, el día anterior, muerto en su casa. Este hecho, necesita ser corroborado como asesinato por la Justicia; y un paso más allá de esa corroboración, quienes hayan llevado a cabo este asesinato deben ser identificados por ella. Eso es lo que corresponde exigir que pase, eso es lo que corresponde esperar que ocurra, en la medida en que la Justicia, en las actuales circunstancias, sepa ser consecuente con la libertad que el Poder Ejecutivo, al parecer, le ha concedido.

- Me gustaría conocer tu impresión sobre la Justicia argentina.

- La Justicia en la Argentina está empañada por la corrupción. Ha demostrado en infinidad de casos que ha supeditado su responsabilidad a los intereses políticos. Lo han denunciado de manera muy clara Elisa Carrió, Pablo Lanusse, Germán Moldes. Son infinidad de evidencias que ponen de manifiesto hasta qué punto la Justicia no estaba a la altura de su responsabilidad. Eso no significa que no haya jueces ni fiscales probos; pero, para nuestro pesar, no han sido los protagonistas de la lucha contra el delito con la profundidad y el sentido de responsabilidad que marcaban los tiempos.

- ¿Qué pensás del intento de someter a la Justicia al Poder Ejecutivo, tal como fue corriente y se agudizó en los últimos años?

- Creo que, a diferencia del Poder Ejecutivo del gobierno anterior, éste debería respetar la autonomía de la Justicia. El poder político es el que debe darla, y cuando esa autonomía esté concedida, la Justicia debe proceder sin reparos para que la ley se cumpla en todos los casos.

- Para conseguir lo que apuntaste, ¿se necesitará remover el plantel de jueces?

- No lo sé, yo te diría que los jueces están exigidos por una realidad. Y si no están a la altura de esa realidad que los exige, deberían entonces removerse. En ese caso, me parece muy auspiciosa la posibilidad de que a la Corte Suprema se incorporen, con anuencia del Parlamento, figuras como la doctora Stolbizer.

- Pero el Presidente se pronunció a favor de que la Corte se integre con miembros ajenos a la política partidaria…

- Puede ser que sea una preferencia del Presidente. A mí lo que me resulta sumamente revelador es que si algo ha demostrado la doctora Stolbizer en su trayectoria es que es, fundamentalmente, un ser de justicia. Y que haya consagrado su acción política a reivindicar la trascendencia que la Justicia debe alcanzar en el país, refrenda lo dicho.

- En el caso particular de Stolbizer, ¿no podría objetarse su parcialidad, su prejuzgamiento, en tanto que ella fue una férrea denunciante de funcionarios del gobierno anterior, incluida la ex presidenta?

- Es probable. Pero yo hablo como un ciudadano que, en los difíciles años que nos tocó vivir, vio a algunas personas desempeñándose con valentía en la denuncia del delito, y desempeñarse también mediante el reclamo de justicia, mediante el reclamo de que la ley sea capaz de vertebrar su autonomía en consonancia con la necesidad de que la República vuelva a tener vigencia en el país: entre esas personas está la doctora Stolbizer.

- Estamos próximos a, tal vez, nuestra mayor celebración cívica, la conmemoración del Bicentenario de nuestra Independencia, y conociendo tu posición contraria a la de la celebración tradicional, festiva, que siempre nos caracterizó: ¿cómo piensas deberíamos conmemorar esta efeméride los argentinos?

- Lo que creo que debemos hacer con este segundo centenario de la Independencia, si de veras queremos honrar a quienes en 1816 la llevaron a cabo, es preguntarnos cuáles son las tareas ante las que nosotros no podemos retroceder y debemos encarar para que la Argentina profundice su independencia. Porque cuando una independencia no se profundiza a través del desarrollo, de la búsqueda de mayor equidad social, del reaseguramiento de su independencia territorial, entonces no se está honrando el pasado. El verdadero proceso de celebración es, entonces, la asunción de la tarea específica que nuestro tiempo nos impone para ganar más independencia. Un buen celebrante es fundamentalmente alguien que es consciente de las tareas que debe enfrentar para que el país decididamente crezca.

© LA GACETA

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