La tentación de no existir *

La tentación de no existir *

DE LO INFAUSTO. Ilustración de una de las ediciones de El aciago demiurgo, de Cioran. DE LO INFAUSTO. Ilustración de una de las ediciones de El aciago demiurgo, de Cioran.
24 Abril 2016

Por Abel Posse - Para LA GACETA - Buenos Aires

Cioran protestaba contra quienes lo acusaban de decadente y de apologeta del suicidio. Comentaba que un renombrado crítico de Die Welt reiteró una acusación en este sentido. Al respecto puntualizó: “Mi mejor fórmula acerca del suicidio es afirmar que sin la idea de su posibilidad yo me habría eliminado desde muy temprano. Gracias a su idea puedo tolerar cualquier cosa. Y creo que esta frase es la única positiva que he dicho en mi vida... ¡Porque podría matarme para matar el sufrimiento, es que seguí viviendo!”

Cioran jamás recomendó el suicidio, simplemente se esforzó por comprenderlo y tolerarlo, oponiéndose a la corriente judeocristiana que tiende a su condena automática y a su inclusión en el catálogo de delitos y pecados. Tiene una idea y un sentimiento paganos acerca del suicidio. En varios pasajes de su obra comenta la posición de los griegos y romanos en relación a este tema. Ser dueño de su propia muerte puede ser no una derrota (menos un atentado contra el orden social) sino una potenciación de la posibilidad humana. Esta idea surge con nitidez en su ensayo Encuentros con el suicidio (en El aciago demiurgo). Allí escribió: “Matarse es, de hecho, rivalizar con la muerte”. “Los idiotas no se matan nunca”. “Hay que estar ávido de absoluto para afrontar el suicidio”.

Para Cioran es una extinción, casi en un sentido búdico, similar a la del místico que busca disolverse en el Todo. “Si este mundo emanase de un dios honorable, matarse sería una audacia, una provocación sin nombre. Pero como hay todos los motivos para pensar que se trata de la obra de un infra-dios (el mal demiurgo), no ve uno por qué tendría que preocuparse. ¿Con quién tener miramientos?” (Cioran fue de la raza de pensadores que se mueven en el marco de una rebeldía ligada siempre a una tradición religiosa. Parecen decir: “Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, entonces sería indispensable acabar cuanto antes con ese dios.”)

Precisamente es por estas contradicciones, por estas nostalgias sin respuesta, por ese anarquismo nacido de la desilusión, que Cioran es un poco el espejo de la sinceridad de nuestro tiempo. Se lo lee fuera de las universidades y de los proyectos públicos. Exige una lectura personal, privadísima, como de cómplices que se confiesan. Protesta contra los dioses anémicos de nuestro judeocristianismo pero en toda su obra campea una genuina nostalgia religiosa, de místico inconfesado que no se conforma con los reflejos desteñidos de las deidades de nuestro tiempo.

© LA GACETA

* Fragmento de El nada centenario

Cioran, artículo publicado en

estas páginas en 2011.

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