El ingenio de los cuentapropistas isleños los ayuda a sobrevivir con unos billetes para comer

El ingenio de los cuentapropistas isleños los ayuda a sobrevivir con unos billetes para comer

Mientras Obama elogiaba la capacidad de adaptación de los cubanos, muchos siguieron el discurso por televisión y otros, trabajando

Para asistir al Gran Teatro de La Habana, los invitados especiales, los funcionarios y los periodistas debieron madrugar. Los controles de seguridad fueron tan rigurosos que comenzaron cinco horas antes.

A las 7, los agentes de seguridad hicieron formar una fila a los periodistas. Debían dejar todos sus equipos (smartphones, tablets, netbooks) y sus mochilas en una sala. Allí fueron escaneadas para chequear que no hubiera armas.

Media hora después, en el mismo centro de prensa, se ordenó la segunda fila de la mañana. Debían pasar uno por uno para ser requisados con tecnología detectora de metales. Con las piernas separadas y las manos extendidas como un espantapájaros fueron requisados uno por uno.

Después de verificar que nadie llevara algo extraño consigo, se les entregó un PIN en señal de estar aprobado. Con esa identificación se mandó al pelotón hasta una “guagua” (ómnibus) en la que subieron de a uno.

Después llegaron al portentoso teatro de La Habana Vieja. Bajaron de la guagua de a uno. Al entrar por una puerta lateral del edificio los esperaba un nuevo chequeo. Algunos agentes cubanos colaboraban con la tarea.

- Ya nos pasaron por esto antes, intentó quejarse un periodista local.

- Tranquilo hermano, le interrumpió un agente cubano. Tranquilo, yo confío en tí, pero más confío en mí; así que vuelve a pasar, le respondió.

Una vez adentro, la mayor parte del control de seguridad estaba en manos de los agentes estadounidenses. Los gringos tenían audífonos en los oídos y micrófonos en los puños, como en las películas. Vestían traje azul y corbata al tono. No estaban todos rasurados, pero sí coincidían en la misma mirada seria, de ceño fruncido.

Ubicaron a los periodistas en cinco diferentes palcos; mientras el público comenzaba a llenar la sala. Había referentes de distintos credos, líderes sociales, funcionarios y diplomáticos cubanos y norteamericanos.

Faltaban 30 minutos para la hora señalada del discurso, cuando el público se puso de pie para darle la bienvenida a Alicia Alonso. Una eminencia artística de Cuba, tan famosa y admirada que ese mismo teatro lleva su nombre.

No se sabe exactamente su edad, pero se calcula que debe tener 96 años. Ella entró a la sala y extendió los brazos para devolver el cariño de los cubanos.

- Es una pieza de museo, dijo en broma un colega cubano. Pero todavía sigue dirigiendo la compañía, agregó.

Respetuoso silencio

Quince minutos después, la sala completa se envolvió en silencio. Por un instante pareció que nada se movía. Casi se podía oír el silencio. Era evidente que alguien “muy importante” estaba por llegar. Era un silencio extraño. Se notaba respeto, en unos, y tensión, en otros.

Y así fue. Tras ese silencio, Raúl Castro ingresó al palco central.

A su entrada le siguió una ovación de aplausos que duró varios minutos. Castro se sentó en el palco de al lado de Alicia Alonso.

Exactamente cinco minutos después, como se había previsto, se oyó la voz de una locutora que anunciaba el ingreso de Obama al escenario, donde se había dispuesto un atril.

A partir de ahí, la televisión comenzó la transmisión con el mensaje completo del presidente estadounidense para toda Cuba. En ese mismo momento, en el cruce de la avenida 23 y Calle L, la famosa esquina del café La Rampa, un empleado subió el volumen del televisor.

Entre quienes miraban y escuchaban atentos a Obama estaba un hombre bajo, delgado, vestido con gorra, que cargaba un morral a la cintura. Era el señor de los metales. Él se gana la vida mostrando un espectáculo único que estremece. En la nariz, se introduce cuatro clavos de metal del tamaño de una lapicera a cambio de una propina de buena voluntad.

Pero apenas Obama empezó su mensaje, Juan Antonio Vargas Lefebre, de 70 años, dejó por un rato su oficio y prestó atención al jefe de Estado extranjero.

En el teatro, Obama acumulaba el cariño de la mayoría del público cubano. La emoción se les notaba en los rostros; en especial cada vez que hablaba de la música, de los poetas, de los deportistas, de los médicos cubanos. Citaba a José Martí y elogiaba el trabajo de los cuentapropistas. “Los cubanos inventan cosas del aire”, dijo en un momento de su discurso para referirse al buen ingenio de los habitantes de la isla.

Cuentapropista

Justamente eso es lo que hace Vargas Lefebre desde hace más de 50 años y lo seguiría haciendo después del discurso de Obama.

Pasado el mediodía lo encontré en la misma esquina de siempre. Se ofreció para mostrar su show a cambio de unos billetes para comer.

Después de quitarse los clavos de la nariz, abrió su morral y sacó un taladro con punta en rosca (mecha).

- Ahora empieza la película, decía sonriente. Tomó el taladro con las dos manos y colocó la punta en las fosas nasales del lado derecho. Mientras hacía su espectáculo callejero, Vargas Lefebre cantaba sonriente.

- ¡Grábalo en video!, gritaba un socio de Vargas Lefebre. ¡Grábalo en video!, insistía.

Es que a mayor ruido, mayor atención y así mayor cantidad de gente alrededor para aumentar las posibilidades de propina.

Así pasa los días Vargas Lefebre, a sus 70 años. Inventa cosas del aire, como dijo Obama.

Realidad humana

Al final del espectáculo, le pregunté sobre el mensaje del presidente norteamericano. El hombre guardó los clavos y el taladro en el morral. Se puso serio y con absoluta convicción dijo:

- Él se expresa de una manera muy elegante. Lo admiro, lo valoro. Los grandes hombres se valoran uno al otro. Y él (por Obama) cogió un punto (sumó) aquí en Cuba. Vino a comer a un paladar particular (pequeños locales de comida casera, muy populares en Cuba).

Comió ahí, salió y bajó por San Rafael (una zona famosa de La Habana). Hizo como Fidel al comienzo de la revolución, que en Estados Unidos se hospedó en Manhattan (Estado de Nueva York). Parece que copió eso. Hizo lo mismo que él. Yo lo valoro -dijo-.

Es una gran figura. Es muy inteligente y sabe mucho. No le gusta hablar de políticas, sino de realidades; me entiendes?... dijo que los que están allá (en Estados Unidos) tienen que olvidar el pasado, reconciliarse y pensar en el futuro de sus hijos -remarcó-. Eso está bien claro. Dijo una cuantas cosas que son realistas; me entiendes?...

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