“El rey del Once” y un viaje al heroísmo de lo cotidiano

“El rey del Once” y un viaje al heroísmo de lo cotidiano

La nueva película del director de “El abrazo partido” es, desde muchos puntos de vista, un retorno a los orígenes. Personaje real

11 Febrero 2016
Con un hijo que busca saber quién es realmente su padre y, de fondo, el barrio de Once en Buenos Aires, el director Daniel Burman regresa a sus orígenes de la mano de “El rey del Once”. La película, que se estrena mañana en Argentina (mas no en Tucumán) y el viernes inaugura la sección Panorama Special del Festival de Berlín, retoma el tema de la paternidad -recurrente en Burman-, pero también el escenario, y el espíritu, de “El abrazo partido”, que ganó el Gran Premio del Jurado en Berlín en 2004 y lo consagró internacionalmente.

Lejos de producciones más ambiciosas de los últimos años, Burman se propuso filmar este trabajo “con las manos y con los pies”. “Con las manos porque trabajé con un grupo reducido de gente y con lo que tenía al alcance, sin toda esa dimensión industrial que existe cuando uno de a poco va escalando y de repente te rodean 30 camiones para filmar un plano de una manzana”, contó en entrevista con DPA. “Y con los pies porque tenía que ser un equipo pequeño con el cual pudiéramos montarnos sobre la dinámica de un barrio y cabalgar sobre esa realidad”, añadió y contó que se encontraba ante una disyuntiva: “o dejaba de hacer cine y me dedicaba a hacer otra cosa o empezaba a hacer cine de vuelta. Y elegí la segunda opción”, reconoció.

“No se trata de volver a hacer cine sino de volver a empezar a hacer cine -precisó-. Quería recuperar esa sensación de cuando volvías de la escuela y corrías a contarle algo a tu hermana, a tu padre o a tu madre. Con el tiempo uno monta inevitablemente una estructura industrial y esa pulsión se va perdiendo, agotando. Quise recuperar cierto entusiasmo inicial perdido”.

Viajes de vuelta

En “El rey del Once”, Alan Sabbagh interpreta a Ariel, un economista treintañero afincado en Nueva York que regresa a su Buenos Aires natal. Quiere presentarle la novia a su padre, Usher, una suerte de héroe barrial, con una fundación para asistir a personas con necesidades (desde carne para la festividad judía de Purim hasta zapatillas número 46 con cierre de velcro para un joven internado en un hospital).

Cuando Ariel llega al Once se encuentra no sólo con que ver a su padre es casi imposible, sino con que su novia, bailarina, no llega desde Nueva York, retrasada por unas audiciones. Solo, algo perdido, empieza a colaborar en la fundación con Usher , que al igual que el padre de “El abrazo partido”, no aparece en casi toda la película, pero lo llama cada dos minutos para darle órdenes acerca de la gente a la que tiene que asistir.

No sólo eso: Usher logra que Ariel tenga siempre cerca a Eva (Julieta Zylberberg), una joven judía ortodoxa que trabaja en la fundación y que, por decisión propia, ha dejado de hablar. Ariel, que había vivido de espaldas a su judaísmo, vuelve a sumergirse en sus ritos y costumbres.

Subyace a la película la idea de que es casi imposible renegar de los orígenes. Algo similar a lo que le sucedió a Burman con el cine. “Todos fijamos en nuestra infancia nuestro punto de vista acerca de nuestros padres y del mundo, y creo que hay un momento en nuestro camino de adultos en el que no podemos avanzar más porque nos queda la soga corta o enroscada en ese acontecimiento”, señaló.

Para Ariel, ese punto se había producido una mañana en la que Usher no fue a verlo a un acto en la escuela por ocuparse de la fundación. Es una escena fundada en la ausencia. “Uno puede volver sobre esas escenas de infancia, destrabarlas y volver con más soga. Pero es una vuelta para buscar una herramienta que quedó ahí escondida”, señaló Burman y aseguró que siempre lo atrajo la tensión entre la vocación de servir a los demás y los vínculos más primarios. “En general, el heroísmo es un curso de huida de lo cotidiano hacia lo extraordinario. En todo heroísmo se esconde cierta cobardía, salvo cuando se da en el ámbito de lo cotidiano, que no es lo normal”, apuntó. Usher -que vive y dirige en el Once la fundación Pele Iotz- sería un héroe cotidiano, que hace del mundo un lugar mejor. Burman contó que lo conoció hace un par de años y quedó impresionado por su idea de “el bien por el bien mismo”.

“Cuando uno come en una pizzería y alguien le pide plata, le da una porción de pizza; el tipo dice ‘no, quiero milanesa’ y uno se enoja. Es que estamos acostumbrados a poner el énfasis en el que da y no en el que recibe, en no reconocer al otro como un ser con un deseo particular”, señaló Burman.

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