Manzur, a los gritos: ¡soltame carnaval!

Manzur, a los gritos: ¡soltame carnaval!

Juan Manzur debe estar pidiendo a los gritos que lo suelte el carnaval. Es que la tradicional celebración no le permitió hacerse de ningún compadre, pese a que en Tucumán, el viernes y a su lado, hubo papel picado, serpentinas y talco.

El gobernador sigue sin encontrarle la vuelta a la relación con el macrismo. Cuando cree que logra acercarse, siente nuevamente la espalda del Gobierno nacional. En política, los gestos dicen más que las palabras. Y la secuencia de la semana anterior muestra que el presidente Mauricio Macri está empecinado en hacerle sentir el frío por su pasado kirchnerista.

Manzur ni siquiera se enteró por funcionarios de la Presidencia que el jefe de Estado vendría a la provincia a anunciar el aumento del corte de etanol en las naftas, una medida largamente prometida por el alperovichismo durante los meses de crisis de los cañeros en 2015. Por el contrario, el gobernador tucumano se topó con la novedad una semana antes gracias a un industrial azucarero que tiene participación en el mercado alcoholero: Jorge Rocchia Ferro. Hasta el miércoles, cuando desembarcaron en Tucumán empleados de Presidencia para organizar los detalles del acto en el ingenio La Trinidad, el mandatario ni siquiera conocía los detalles de la visita presidencial. Pero más dura fue la realidad cuando, el jueves, le avisaron desde la Casa Rosada que debería esperar al Presidente directamente en el sur de la provincia.

No debe haber muchos antecedentes de un jefe de Estado que, al llegar a una provincia, no haya sido recibido por la máxima autoridad. Políticamente, la señal fue catastrófica para Manzur. Basta con recordar un ejemplo de su antecesor, José Alperovich. Corrían los primeros días de enero de 2004 cuando el por entonces presidente Néstor Kirchner aterrizó en el aeropuerto Benjamín Matienzo, pero las autoridades provinciales no se enteraron hasta 15 minutos antes de su llegada. Junto a funcionarios del gabinete nacional, Kirchner tomó un café y siguió viaje a México. Alperovich estaba en Tafí del Valle y no pudo encontrarse con el jefe de Estado. El hecho generó varias lecturas políticas y al ex gobernador le costó meses remontar la relación con el santacruceño.

Doce años después, también un presidente desaira a un gobernador tucumano. Macri acordó que, en el aeropuerto, lo esperara José Cano, el titular del plan Belgrano a quien Manzur venció en los comicios de agosto. En rigor de verdad, en los pasillos de la estación no había un solo funcionario provincial. Por el contrario, junto a Cano se mostraban el intendente Germán Alfaro y sus colaboradores. Para colmo de males, en el primer avión nacional arribaron el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; el secretario de Vivienda, el tucumano Domingo Amaya; y un gobernador con pasado kirchnerista: el salteño Juan Manuel Urtubey. Cano los recibió, los derivó en un helicóptero y aguardó al Presidente. Voló con él en otra aeronave hasta Concepción, donde lo recibió un intendente radical (Roberto Sánchez) y recién en el ingenio se encontró con Manzur. La incomodidad del gobernador fue evidente; hasta en la vestimenta escogida se sintió ajeno a la situación: frente a los desestructurados looks de los visitantes, era el único que vistió un impecable traje y corbata. Los funcionarios manzuristas también pueden dar fe del destrato macrista: estuvieron apretujados detrás de las vallas bajo el sol del mediodía.

Macri mencionó a Manzur en su discurso, es cierto, e incluso lo instó a que lo invite para celebrar el Bicentenario de la Independencia. Sin embargo, la imagen y el acto le sirvieron mucho más al Presidente y a Cano que a él. El jefe de Estado logró mostrar que puede disciplinar a los líderes peronistas y hacerlos sentir ajenos en su propia tierra. Y eso, en un contexto de finanzas provinciales asfixiadas y de obras públicas paralizadas, representa un capital político importante. El radical, en tanto, sintió por primera vez el gustito por el rol que le asignaron: se paseó con Macri por el Norte y este se encargó de dejar en claro que sus ojos, en esta región, serán los del ex candidato a gobernador por el Acuerdo para el Bicentenario. La pregunta que debe hacerse el opositor es cuántos de estos momentos tendrá al año para lograr capitalizar los anuncios nacionales y poder convertirse en un gobernador paralelo. Esta vez pudo apretar el pomo y festejar; pero, a pesar de lo que canten Los Fabulosos Cadillacs, no hay un carnaval que dure toda la vida.

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