El patrono de la limpieza

El patrono de la limpieza

En Tucumán impera lo difuso. Tuvo que venir alguien de afuera para hacer patentes los basurales. Las fotos políticas están incompletas. Y el Bicentenario no se halla aún en la agenda nacional, pero Macri ve en él una oportunidad.

No se elevó a los cielos, sólo subió a las alturas del altiplano boliviano. Casi no se lo vio en Tucumán, pasó como una exhalación. No es ningún santo, es sólo un corredor. Es “San Patronelli”, el patrono de la limpieza de Tucumán. Bastaron un puñadito de tuits para que la provincia hiciera un papelón. Acostumbrados a vivir en la mugre, habituados a tirar la basura en la cara del vecino, fue necesario que viniera un extraño para que sonara el alerta de que la pulcritud es una de tantas deudas. Y “San Patronelli” advirtió que con sólo cambiar la “u” por la “o” podía la suciedad convertirse en sociedad.

La carrera del Dakar no es nueva para los tucumanos. Cada vez se aleja un poquito más, pero sigue pasando. En algún momento llegó a recorrer más de 100 kilómetros. Este año, el circo del Dakar atravesaba no más de cinco kilómetros en la Capital. ¿Nadie lo sabía? Ya que ningún gobernador ni intendente puede con los tucumanos sucios, ¿no había algún funcionario dispuesto a que la provincia se luzca en esta carrera internacional? Los integrantes del gabinete provincial, que sabían antes de asumir que en la agenda figuraba el Dakar, ¿no tuvieron tiempo de organizar algún operativo para evitar papelones? Las mismas preguntas se debe haber hecho el gobernador. El titular del Turismo, Sebastián Giobellina, la secretaria de Obras Públicas, Cristina Boscarino de Sánchez, y el secretario de Deportes, José Banegas, se deben haber distraído con la fuga y persecución que atrapó a todo el país. Algo parecido debe haber ocurrido con la municipalidad de Capital.

No se trata de tapar el sol con un dedo, pero se podría haber evitado que Tucumán quedara estigmatizado con la suciedad. Habrá un antes y un después de la aparición de “San Patronelli”, que hizo pasar su escoba mágica. Después de las críticas del corredor, Juan Manzur y Germán Alfaro deberán ajustar tuercas.

Los tucumanos tropezaron dos veces con la misma piedra. El 19 de septiembre de 2011 la modelo y empresaria tucumana Lara Bernasconi había dicho: “la entrada de Tucumán da asco”. Pasaron cuatro años, lo que dura un mandato de gobierno, y ni el ex intendente Domingo Amaya ni el ex gobernador José Alperovich pudieron pasar la escoba. Los sucesores de ambos intentan -siempre que pueden- diferenciarse. Buscan mostrar que aún en la continuidad no son la misma cosa. Tal vez sea la oportunidad para iniciar una transformación: cambiar la “u” por la “o” en la suciedad.

A la intemperie

El viernes, Osvaldo Jaldo ocupó el sillón de Lucas Córdoba por unas horas. Previo acuerdo con el mandatario provincial, ordenó que un gabinete de crisis saliera de la Casa de Gobierno y se instalara en la intemperie. Las inundaciones así lo exigían. Se instalaron en la zona de emergencia, en el departamento Simoca, en la jurisdicción de Monteagudo. Sin decirlo específicamente, la orden era: no hay que esperar a que los damnificados nos llamen para que se comience a averiguar qué pasa. Para ser más claros, el secretario general de la Gobernación manifestó: “El objetivo es estar cerca de las familias y de las zonas que permanecen anegadas. Pretendemos brindar asistencia continua a las familias que necesiten nuestra asistencia”.

Cuando bajen las aguas, el comité de emergencia podría trasladarse a la drogada Costanera o a alguno de los tantos basurales. Sería, también, una forma de estar donde se necesita al Estado.

No hay dudas de que Jaldo es un político de raza. No da puntada sin hilo. La salida con funcionarios tiene también una intención política. Por un lado, es no cortar el cordón umbilical del interior con el peronismo. Al fin y al cabo, el triunfo de la fórmula Manzur-Jaldo se consolidó “tierra adentro”. Por el otro, es llegar antes que José Cano o que Domingo Amaya, dos funcionarios macristas a los que se sigue viendo como potenciales rivales en el futuro cercano.

El pasado

No todo fue basura en esta semana que no volverá jamás. Hubo dos reuniones, también hubo dos fotos y, además, dos versiones. Un solo interlocutor: Rogelio Frigerio. Manzur se mostró en la foto con el ministro del Interior de la Nación. Allí acordaron negociaciones por el limón tucumano. Pero no estaban solos: con ellos había estado el senador José Alperovich. También se acercó Emilio Monzó, quien además de ser presidente de la Cámara de Diputados es un conocedor de la vida tucumana, ya que durante la campaña electoral era el encargado de monitorear la situación del NOA. Alperovich, por su parte, recordó, con Frigerio viejos tiempos en los que trabajaron temas económicos. El ex gobernador intenta de a poco salir del duelo K, ya que él ha quedado como uno de los viudos del kirchnerismo. Manzur, por las dudas, lo sacó de la foto.

La otra imagen congelada es la del intendente Germán Alfaro con Frigerio. En la reunión, el intendente de la Capital pidió fondos para arreglar accesos y calles. No estuvo solo. A su lado estaba el hombre de las finanzas municipales, Cristian Abel; y al frente, Domingo Amaya, que es quien le dejó la herencia. Sólo faltó Cano para la foto de familia.

Entre una imagen y la otra pasaron sólo 24 horas. Los funcionarios nacionales se van convirtiendo lentamente en La Meca de los gobernantes provinciales y municipales. Por ahora, Frigerio recibe a todos y, como un buen jugador de truco, se va a barajas cada vez que se asegura un poroto en el Senado o en Diputados. Esa es su obsesión. En cambio, en el interior la desesperación es por cosechar promesas, pero también demostrar quién tiene la llave para abrir la puerta de la Nación. Tucumán, salvo en tiempos kirchneristas y durante el bienio duhaldistas, siempre vistió colores políticos diferentes a los que lucía la camiseta nacional.

Por omisión

El viernes, en la residencia de Olivos, convertida en oficina por ahora, LA GACETA compartió una entrevista con el Presidente de la Nación. Mauricio Macri dijo con algunos silencios más de lo que señalaron algunas de sus palabras. Dejó la impresión de que realmente espera otro trato por parte de los gobernadores y de los intendentes del interior. Por eso siente que es injusto que Manzur reclame los dineros adeudados de la coparticipación federal, cuando la Nación le da un trato deferente a los tucumanos. Tal vez por eso cuando habla de gobernadores con los que conversa y traza estrategias políticas, no incluye al tucumano. Tanto es así que cuando fue consultado sobre las obras del Plan Belgrano que maneja Cano, resaltó que estaban ultimando detalles con los gobernadores de Salta, Juan Manuel Urtubey, y de Jujuy, Gerardo Morales. No nombró a Manzur.

El Presidente dejó la desilusión de que el Bicentenario, por ahora, no parece estar ni en su cabeza ni en la agenda nacional. Eso sí: a un mes de gestión, ve la conmemoración de los 200 años de la Independencia como una gran oportunidad. Macri sentenció que ha encontrado el país mucho peor de lo que esperaba e incluso de lo que imaginaba. Por ello sugirió la necesidad de tener paciencia. En ese espacio podría ubicarse el aprovechamiento de esa chance.

Otro capítulo

Ni en vacaciones se da respiro la novela Tribunales. En el último capítulo, el protagonista principal fue el ministro fiscal Edmundo Jiménez, quien fue lapidario: dijo que la población no tiene justicia porque todos los fueros están en crisis.

Fue una estocada más, pero llegó hasta los tuétanos. El legislador radical Fernando Valdez recibió el guante y le respondió interpretando que semejantes declaraciones eran un reconocimiento de la incapacidad de Jiménez, por lo que lo invitó a renunciar. Fue un bumerán para el ministro fiscal que buscaba demostrar falencias en la administración de la Corte y dejar en claro que no hay elementos para trabajar. Continuará…

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