Las nuevas perspectivas para el sector azucarero

Las nuevas perspectivas para el sector azucarero

El mensaje del gobernador expresado durante un encuentro de empresarios y expertos en energía, que organizó la Cámara Argentina de Biotecnología, reactualizó el crítico y sempiterno debate que los principales factores sociales, institucionales y políticos de Tucumán no logran resolver y es el que surge respecto del perfil económico de la provincia. El mandatario expresó su optimismo sobre potencialidad de la agroindustria, los proyectos en marcha y los calificados recursos humanos con los que cuenta Tucumán, que, insistió, ya no sólo es conocida en el mundo por su “industria madre” -la caña de azúcar- y añadió que se ha propuesto trabajar para acentuar el desarrollo del etanol y para propiciar el valor agregado a los productos locales.

Los propósitos y adelantos del jefe de la administración provincial están en línea con viejos sueños ya delineados e impulsados por anteriores gobernadores y -especialmente- por los principales responsables de la actividad azucarera, compartidos mayoritariamente por los tucumanos, que, sin embargo, vienen enfrentando con múltiples e inveteradas imposibilidades y complicaciones en el mantenimiento, fomento y concreción de esas ideas, de esas esperanzas.

La formulación de este planteo oficial ha recogido un agregado que bien podría considerarse como un nuevo avance en esa iniciativa: “queremos que Tucumán sea una potencia energética, de energía renovable; hay que generar diálogos y consensos necesarios como estos y avanzar”, insistió el gobernador, en referencia al debate que se desarrolló en el marco de ese encuentro energético.

Ciertamente, a partir de la caña de azúcar, no sólo se pueden producir azúcares -que es lo que casi obsesivamente vienen produciendo los ingenios de Tucumán- sino también alcohol, materia prima para papel y cogeneración de energía (a partir del bagazo)- en una visión que se ha ido instalando como el “el nuevo modelo azucarero”, que incluye, entre otros procesos, el paso de una actividad temporaria -de unos cinco a seis meses- a una permanente, como la que se desarrolla en buena parte del planeta azucarero. Y también es cierto que son varias las empresas tucumanas que vienen trabajando en la modificación de la matriz original y con avances en el rumbo de cambios que demanda la actividad.

Ocurre que esa transformación industrial y la modificación de la mentalidad en la instrumentación de las políticas oficiales de apoyos y también en el gerenciamiento privado no han derivado en un proceso integrador, sistemático y sostenido. Acaso por la falta de diálogo o convencimiento entre los sectores industriales y cañeros, o bien por la ausencia de liderazgo por parte de los gobiernos provinciales y nacionales, estas iniciativas que sobreviven son más que nada producto del férreo empecinamiento individual.

Han pasado largos años en los que las diferencias, las mezquindades y la ausencia alarmante de compromiso por parte de la administración, pese a que se intentaron remedios como la puesta en marcha del Instituto de Promoción del Azúcar y Alcohol de Tucumán, han transformados en prácticamente estériles aquellos sueños de grandeza y desarrollo.

La zafra que concluyó hace unos días mantuvo otra vez las condiciones de quebranto, en medio de lamentos, incertidumbre y angustias que envuelve el presente de miles de cañeros, trabajadores, empresarios y familias. Acaso esas nuevas reflexiones gubernamentales sean el punto de inflexión definitivo y señero que modifique de plano este presente doloroso del sector azucarero y lo potencie definitivamente hacia un futuro superador y grande.

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