“No era mi intención esconder nada”, dijo el hombre que atropelló al canillita

“No era mi intención esconder nada”, dijo el hombre que atropelló al canillita

Gonzalo Callejas comenzó a ser juzgado por haber arollado y abandonado a Raúl Marcelo Pucheta, quien murió horas después. El accidente ocurrió en 2010, en la esquina de Mate de Luna y Alfredo Guzmán. Callejas se entregó 20 días después.

EXTENSO INTERROGATORIO. La declaración de Gonzalo Callejas duró más de una hora; todo el tiempo insistió en que no vio aparecer al canillita. la gaceta / foto de Antonio Ferroni EXTENSO INTERROGATORIO. La declaración de Gonzalo Callejas duró más de una hora; todo el tiempo insistió en que no vio aparecer al canillita. la gaceta / foto de Antonio Ferroni
27 Noviembre 2015
“Fue un accidente”, fue lo primero que le dijo Gonzalo Manuel Callejas al tribunal cuando se sentó frente al estrado. Ayer comenzaron a juzgarlo por haber atropellado y abandonado al canillita Raúl Marcelo Pucheta, quien falleció pocas horas después del choque.

“El 10 de julio de 2010 a las 5.20, en una jornada sin lluvia, con luz artificial y buena visibilidad, Callejas cruzó con su camioneta el semáforo en rojo en la intersección de avenida Mate de Luna y Alfredo Guzmán. Tuvo que esquivar un auto y, a consecuencia de ello y debido a la excesiva velocidad a la que circulaba, no pudo evitar embestir a Pucheta, que circulaba en una bicicleta violeta. Pucheta quedó tendido junto a la bicicleta, con diarios a su alrededor. Producido el impacto, Callejas se dio a la fuga, omitiendo prestarle auxilio a la víctima”, sostiene el requerimiento de elevación a juicio que lleva la firma del ex fiscal de Instrucción Guillermo Herrera.

“En días posteriores -continúa la acusación- se supo que Callejas había ocultado la camioneta en un domicilio de Yerba Buena. El 2 de agosto, la Policía allanó ese lugar y secuestró el vehículo, al que le faltaba la óptica izquierda, tenía los vidrios rotos, los paragolpes flojos y machas de sangre en el guardabarros”, agrega el fiscal Herrera, quien además advierte que el imputado circulaba a 150 km/h aproximadamente al momento del impacto.

Con todas esas pruebas, Callejas llegó a esta instancia de juicio oral y público, acusado del delito de homicidio simple con dolo eventual.

Los jueces de la Sala I (María Elisa Molina, Pedro Roldán Vázquez y Eduardo Romero Lascano) escucharon ayer la declaración del imputado, quien en ningún momento negó haber cometido el hecho. Por el contrario, Callejas relató que esa mañana regresaba de una fiesta junto a su amigo Carlos Asar (quien en un principio estuvo imputado pero luego fue sobreseído) y se dirigían a la casa de este último para buscar bebidas cuando se produjo el trágico choque.

“Fue un accidente. Yo no circulaba a esa velocidad, es imposible circular a esa velocidad por la avenida Aconquija porque estaba llena de lomos de burro y porque la camioneta no estaba en condiciones. Jamás pasé el semáforo en rojo, pasé en amarillo”, aclaró Callejas.

De acuerdo con su testimonio, un auto se le cruzó por delante, él circulaba a 60 o 70km/h y decidió realizar una maniobra para esquivarlo, en vez de frenar. “No sé por qué no frené”, dijo en un momento. Fue esa maniobra la que derivó en el choque. “Me corro hacia el carril izquierdo y ahí es cuando sale la bicicleta. No la vi”, aseguró.

Consultado por la fiscala de Cámara Juana Prieto de Sólimo sobre si había advertido lo que acababa de pasar, Callejas contestó: “sí me di cuenta en ese momento de que había atropellado a una persona, pero estaba en shock, no reaccionaba”.

Callejas contó que después dejó a su amigo en la fiesta, luego condujo hacia la casa de su abuela y guardó ahí la camioneta. Acto seguido tomó un taxi -siempre según su declaración- y regresó al lugar del accidente, pero Pucheta ya había sido trasladado por la ambulancia, entonces volvió a su casa, se bañó y se acostó a dormir.

El imputado aseguró que no se entregó a la Policía por recomendación de Alfredo Raimondo, quien era su suegro en aquel entonces y propietario de la camioneta. “Lo llamé por teléfono y me dijo que ni se me ocurra aparecer por ninguna comisaría. Mi intención siempre fue entregarme, pero él me decía que no porque la camioneta no tenía seguro y que primero quería arreglar la parte civil. Yo estaba desesperado, al borde de la locura”, declaró el imputado.

Después contó que intentó arreglar la camioneta hasta que su suegro le sugirió que la pintara de blanco para que no la reconocieran y ahí decidió entregarse. “No era mi intención esconder nada”, insistió.

Debido a la extensa declaración del imputado, no se pudo avanzar con los testimonios de los testigos, quienes fueron citados para el lunes a la mañana, cuando se reanude la audiencia.

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