Las alegorías de Alberto Girri

Las alegorías de Alberto Girri

Mañana se cumple un nuevo aniversario de la muerte del gran poeta argentino y colaborador de estas páginas. Poco antes de morir fue distinguido por su último libro, una suerte de testamento literario, de cierre. Sus palabras tienen que cerrar, porque su vida se está cerrando. Qué mejor que la figura de la alegoría para sellar estos mensajes sintéticos, metafísicos, desprovistos del “yo”, antes de partir hacia el mayor de los misterios.

LA DEFINICIÓN. “El poema es también conducta humana”, sostenía Girri. eldia.com LA DEFINICIÓN. “El poema es también conducta humana”, sostenía Girri. eldia.com
15 Noviembre 2015

Por Alina Diaconú - Para LA GACETA - Buenos Aires

Juegos alegóricos fue el último libro de Alberto Girri. Ganador del Primer Premio de Poesía del diario La Nación en el concurso literario de 1991, constituyó -gracias a ese lauro- la gran alegría final del poeta que ya se encontraba en su lecho agónico, en el Hospital Alemán.

Una alegoría es –según el diccionario ideológico de Julio Casares- una ficción en virtud de la cual una cosa representa o simboliza otra distinta./ Representación simbólica de ideas abstractas. Ref. Figura que consiste en exponer, por medio de metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado a fin de dar a entender una cosa, expresando otra diferente. (Estoy mirando este valioso diccionario de la lengua española que fue, precisamente el diccionario de Alberto Girri, exactamente el mismo tomo que él consultara y que, gracias a la entrañable amistad que nos unió durante los últimos diez años de su vida, hoy está en mis manos y atesorado en un estante de mi biblioteca.)

Noviembre es el mes del nacimiento y del fallecimiento de Alberto Girri. El 16 de Noviembre se cumplen 24 años de la partida de este gran poeta, pensador y traductor al cual su país, a mi entender, le debe un reconocimiento mayúsculo. Hablábamos precisamente de eso con Cristina Mucci en su programa de libros Los siete locos y de lo apropiado que sería rendirle un gran tributo a Girri.

Legado

Juegos alegóricos es un libro publicado por sus herederas dos años después de su muerte. Son los poemas postreros, coronando toda una vida dedicada a la poesía, una trayectoria y una ética, un modo singular de encarar su trabajo, desde aquella Playa sola (en 1946) pasando por En la letra, ambigua selva, El motivo es el poema, Arbol de la estirpe humana, Lírica de percepciones, Monodias y tantos más. Como también sus memorables versiones castellanas de Wallace Stevens, Robert Lowell, John Donne, W.C. Williams, T.S. Eliot.

Desde el inicio del libro -que tiene como introito un dicho anónimo, en francés, Il faut obliger les mots à fermer-, Juegos alegóricos conforma una suerte de cierre, de testamento, de legado del poeta.

Las palabras de Girri tienen que cerrar, porque su vida se está cerrando. Y qué mejor que la figura de la alegoría para sellar estos mensajes sintéticos, metafísicos, desprovistos del “yo”, antes de partir hacia el mayor de los misterios.

En el primer poema que lleva el título de Juego alegórico, Girri compara la vida con la caza, a los seres humanos con cazadores y manifiesta:

¿les mandará la muerte

a decirles cuánto es amiga, consolarlos?,

¿les transmitirá

lo que cazadores, presas, quisieran,

bajo forma de mantras, plegarias, máximas,

que mejor entre los mejores

tiradores es quien sabe cada vez

no más que rozar la vida de sus presas?

En un segundo poema titulado del mismo modo, continúa la alegoría de la caza, expresando:

Proposición:

muerto un leopardo queda su piel.

Y sigue:

¿no será lo corporal

un acontecer, no una substancia?

O bien, en Despertar que cae de la nada, afirmando a través de esta metáfora:

como la imagen de una bola de arena

entre las manos, sin cohesión alguna.

La vida aparece así como lo que se escurre, el enigma de la materia -¿un acontecer, una sustancia?- la confusión y las ambigüedades que envuelven a ese “yo” que el poeta, a la manera de los filósofos de Oriente, rehúye, suelta, abandona en un permanente despersonalizar de su poetizar y de sí mismo.

De que en una única

confluyen todas nuestras cuestiones

El “Quién soy yo”,

seguido de la réplica, veloz,

“Pero a cuál de mis yoes

estoy aludiendo, me pertenezco”,

de que para saberlo,

así sea de a fragmentos,

probamos caminos.

(Del poema Cercano el gusto de anularnos).

Para escribir y vivir

En su libro de reflexiones Cuestiones y razones que, a mi entender, constituye una suerte de Manual de instrucciones para escribir y vivir, Girri dice que lo que más lo atrae en esa búsqueda de impersonalidad es “la manera como un artista zen crea. Es envidiable(e inalcanzable para mí) su proceso de distanciamiento de sí, su concentración, hasta que el vacío que se produce dentro y fuera de él empieza a ser llenado por las cosas, vistas entonces tal cual son. Así,( el artista zen) escribe o pinta o hace música en un estado en que él y lo que hace son lo mismo”.

Asegura que para él, el poema es lenguaje, un lenguaje que transmite con mayor o menor intensidad los mundos propios. Pero –aclara- “el poema no es, puramente, una forma de literatura, es también conducta humana, historia de esa conducta en cada caso”.

En un texto sobre Girri, María Kodama aborda este tema: “Borges reconocía en Alberto Girri ese centro ético de compromiso con el arte, sin claudicaciones, y la fuerza de un creador”.

El poema como actitud ética, el poetizar como conducta, eso es lo que Girri evidentemente manifiesta en sus “juegos alegóricos”, que más que juegos son metáforas ontológicas, ejercicios meditativos, parábolas y tramas existenciales.

En una entrevista realizada por Jorge Cruz, Girri confesó: “Personalmente, creo que mis poemas denotan una preocupación a veces obsesiva por lo que esa realidad de objetos reales tiene de ambiguo y paradójico. La casi permanente sensación de dualidad en cada objeto, hecho, situación, contra la cual el único asidero de que disponemos es la palabra; siempre incompleta, aproximativa, un tembladero”.

De allí, lo alegórico, lo ambivalente, aquello que se dice pero que quiere reflejar lo otro, lo que no se dice. Lo aparente y lo oculto, lo que se muestra en sí, pero que sugiere una alteridad.

El sueño democrático

Porteño hasta el tuétano, Alberto Girri ha demostrado ser -en sus libros y en los reportajes- además de un gran amante de Buenos Aires, un hombre preocupado por su país y su cultura.

En el año 1987, al preguntársele de qué manera imaginaba el país “ideal” para los argentinos, respondió: “Como un país con suficiente margen de inteligencia, olfato y suerte, como para que las circunstancias lo pongan, definitivamente, a cubierto del “hombre providencial”. Sigo prefiriendo el sueño democrático a la mediocridad homicida de todas las demagogias”. Y si bien Girri pensaba que el lugar de nacimiento no le concede ni le impide universalidad a lo que uno escriba y que, en ese sentido, ”un hombre es todos los hombres”, también creía en una entonación propia de cada autor y , en ese sentido, hacía suya una frase de Musil que dice: “El primer deber de un escritor es servir a la literatura de su país”.

Sin lugar a dudas, el poetizar de Alberto Girri prueba con creces ese servicio a la literatura argentina.

© LA GACETA

Alina Diaconú - Escritora y columnista de varios medios. Autora de Aleteos, libro ilustrado por Guillermo Roux.

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