Una ciudad sin planificación ambiental

Una ciudad sin planificación ambiental

Puede alterar el humor de las personas, sobre todo en verano, cuando se vuelve sofocante, especialmente en el centro de la ciudad. El calor está presente en la conversación cotidiana y en la medida que transcurren los años se vuelve cada vez más agobiante, como consecuencia del exceso de cemento, de los edificios prácticamente pegados entre sí por donde no puede circular el aire, así como por la escasez de espacios verdes, entre otras causas.

En nuestra edición del sábado, dedicamos un amplio espacio a ese tema. Los estudios realizados por una arquitecta señalan que donde hay más edificios y estos están menos separados unos de otros, los registros térmicos son mayores. Se indica que en las plazas -como la Independencia e Yrigoyen- y sus alrededores no desciende la temperatura del aire, lo que demuestra que sólo las grandes superficies verdes mitigan los calores intensos.

En la década de 1990, un trabajo realizado por investigadores argentinos y alemanes, en el marco de un proyecto entre las Universidades de Tucumán y de Marburg, hablaba de las “islas de calor”, cuya diferencia térmica es de un grado cada 100.000 habitantes.

Un docente de la UNT experto en acondicionamientos ambiental dijo que este fenómeno sucede por la falta de árboles, la proliferación de materiales impermeables en edificios y de pavimentos que absorban el calor, falta de ventilación entre edificios y el calor que despiden los vehículos y los acondicionadores de aire. “Cuando una ciudad crece caóticamente (sin tener en cuenta el aspecto ambiental) es común que haya pocos espacios verdes. El Código de Planeamiento Urbano de San Miguel de Tucumán está pensado para el auto y para la industria inmobiliaria. Pareciera que lo único que importa es que se construya lo más alto posible, así la empresa privada tenga la máxima ganancia”, dijo.

El hormigón y el asfalto son grandes concentradores de calor. En 1991, había 323 edificios en la ciudad. Actualmente, dentro de las cuatro avenidas, se contabilizan 1.365, a los que deben agregarse 200 que hallan en construcción. La Municipalidad capitalina estima que en promedio, se levantan 80 torres al año en el centro. Según los expertos, este crecimiento en la construcción no ha sido acompañado por controles ni por acciones ni por normas que reduzcan el impacto ambiental. A ello, se debe sumar la pavimentación de miles de cuadras y la escasez de espacios verdes en el centro, que representan apenas el 4,1% frente al 95,9% de cemento.

En 2010, se aprobó una ordenanza que establecía que todos los edificios que se construyeran debían contar con vegetación en sus terrazas: árboles en grandes macetas o superficies cubiertas de césped, teniendo en cuenta que los techos verdes contribuyen a mejorar la calidad del aire. Sin embargo, hasta el momento no se aplicó. Esta norma se complementaba con la ordenanza Nº 3.488/04 referida al arbolado urbano.

Esta realidad muestra una ciudad que sigue construyéndose sin planificación, sin que se contemple además, la cuestión ambiental; un Plan Estratégico Urbano Territorial, elaborado por urbanistas, funcionarios y vecinos, aprobado en 2005, que ha quedado prácticamente en su formulación. Una ciudad no es un emprendimiento inmobiliario, es la casa de todos y quienes la gobiernan deben pensar siempre en mejorar la calidad de vida de sus habitantes, no en empeorarla.

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