Sobre Roca y Avellaneda

Sobre Roca y Avellaneda

Dos tucumanos con temperamentos distintos

NICOLÁS AVELLANEDA. La estatua de Fioravanti lo representa “con la mano levantada y abierta” la gaceta / archivo NICOLÁS AVELLANEDA. La estatua de Fioravanti lo representa “con la mano levantada y abierta” la gaceta / archivo
En 1878, el presidente Nicolás Avellaneda designaba ministro de Guerra a su comprovinciano, el general Julio Argentino Roca. “Pero el nuevo ministro tenía un temperamento distinto al del presidente”, escribe Alberto G. Padilla. Y será “de la feliz combinación de estas diferencias, que va a resultar el éxito con que Avellaneda y Roca dieron solución, en 1880, a los dos grandes problemas que sacudieron el país: la sucesión presidencial y la federalización de Buenos Aires”.

Reflexiona Padilla que “Avellaneda era un tribuno. Creía en la eficacia de la palabra que emociona, del razonamiento que convence; confiaba en el orden impuesto por el ademán evangélico de su mano levantada y abierta, como está en la inspirada figura de Fioravanti. Sólo en último extremo recurriría a otros medios, porque también sabe que un gobernante no puede descender las gradas del poder como si fuera un Pontífice, según él mismo ha escrito en su estudio sobre Rivadavia”.

En cambio, “Roca era un militar. Juzga a los hombres con dureza, dispone de ellos sin piedad. Sabe prever los acontecimientos y prepararse para salir triunfantes de ellos como de una batalla. Conoce la violencia de las pasiones políticas de su época y para dominarlas sólo espera en las soluciones de fuerza”.

En una carta de 1879, y a propósito de un conflicto en la Legislatura tucumana, Roca escribía a un amigo que Avellaneda, “por más encendidas que estén las pasiones y más enardecidos los ánimos, no pierde la esperanza de que se llegue a un arreglo”. Él opinaba: “no creo que esto le dé resultado”.

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