El desafío de abrir barreras musicales

El desafío de abrir barreras musicales

04 Octubre 2015
La de esta noche será la quinta vez que Luis Gorelik (foto) dirige el concierto de cierre del Septiembre Musical.

- Al cabo de este tiempo, ¿qué les exige a los músicos tucumanos?

- Cada vez más. Y la orquesta responde, cada vez más y mejor. Hay un conocimiento mutuo, un respeto, en relación con el tipo de trabajo que propongo, y de mi lado, una expectativa precisa en relación con las posibilidades de la orquesta. Me siento muy cómodo; es un grupo humano muy bueno que en los últimos años se ha fortalecido; en el aspecto artístico se ha renovado. Es un organismo que quiere hacer las cosas bien, más allá de las dificultades de todos los organismos que dependen del Estado, que en nuestro país son la amplia mayoría.

- ¿Qué le hace falta a la Orquesta Estable del Ente Cultural? 

- Para que un organismo orquestal público funcione bien hay tres aspectos esenciales: uno es el artístico, el primordial, que siempre hay que fortalecer; otro es que los trabajadores tienen que tener satisfechas sus demandas, y otro es el institucional. En tanto estos tres se equilibran la orquesta funciona satisfactoriamente para todos: para la comunidad, que recibe el producto; para los propios integrantes, que siguen una carrera profesional, y para el Gobierno, que es el que invierte mucho dinero a lo largo de los años. De toda la estructura creada alrededor del Teatro San Martín la orquesta es como la columna vertebral. Creo que se ha avanzado mucho en los últimos años, pero hay todavía un trabajo importante que realizar tanto en lo artístico como en la consolidación de lo laboral e institucional. Una actividad tan específica como la musical debería tener un estatuto escalafonario propio, que contemple sus necesidades específicas. Para ello hay que generar una legislación y hay que trabajar para eso. En la provincia de Buenos Aires ya lo tienen: los bailarines del Teatro Argentino de La Plata se jubilan con 40 años de edad y 20 de servicio. Con un músico pasa algo parecido. Hay una serie de cualidades objetivas que hacen a la actividad que no se pueden equiparar con la actividad de un empleado público en tareas administrativas. Yo soy un promotor, en este sentido, para las orquestas de todo el país.

- ¿Cuando deja la batuta usted escucha música?

- Uno de los desafíos que me plantea el programa de radio (“Tarde transfigurada”, martes de 18 a 20, Radio Nacional Clásica) es que me obliga a leer y a escuchar mucho material. La idea es que a través de estilos extremos se derribar las barreras entre música popular y culta.

- ¿Ese es el desafío para lo que viene?

- Por ahí pasa: sin renunciar a la calidad de la música que se hace, abrir barreras. Por eso es tan importante que actividades como esta sean gratuitas, pero la barrera económica no es la única. Cuando se habla de una cultura inclusiva tiene que ver con eso, con abrir el juego; no sabe qué va a pasar en 10 o 20 años. Lo que sí va pasar, si seguimos como estamos, es que vamos a estar tocando como la orquesta del Titanic: muy bien, pero nos vamos lentamente hacia el fondo. Sobre todo ahora, cuando hay acceso a tanta información, tanta música digital y bombardeo de imágenes.

- Sin embargo la música en vivo sigue siendo irreemplazable.

- Como amante de la música en vivo altamente elaborada, creo que la forma de cuidarla es mirar hacia adelante, reflexionar acerca del contexto en que se inserta lo que estamos haciendo como músicos. Tanto los populares (más permeables porque se nutren de la dinámica social más inmediata) como los académicos (que se nutren con parámetros de una tradición europea bellísima) queremos que siga viviendo, no que se silencie.

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