La nueva novela de Ramos Signes

La nueva novela de Ramos Signes

hechos que hilvanan un existir cuasi eterno en este “quid de la vida”

TODO UN ESTILO. El autor impone un modo de narrar verosímil y a lo largo del texto se aprecia una impronta enmarcada en la estética realista. TODO UN ESTILO. El autor impone un modo de narrar verosímil y a lo largo del texto se aprecia una impronta enmarcada en la estética realista.
13 Septiembre 2015

Esta es la historia de dos historias de amor. Isabel Suárez, profesora en Letras, sobrina de Úrsula, cuenta lo que otros le contaron sobre su tía Úrsula; o lo que ve e interpreta en esas fotos “asepiadas”. Un modo de narrar verosímil se impone, y el autor congenia a lo largo del texto con una impronta enmarcada en la estética realista.

Isabel, narradora, escritora inexperta, anuncia que escribirá la novela de un “triste” amor, que, durante el proceso, no sólo se convertirá en su propia historia, sino que alternará con lo que su misma escritura le provoca, mientras relata el descubrimiento de los libros de un escritor, Díaz Boynol, y, especialmente, un texto que la obsesiona, sobre el sufrimiento de unas mujeres en la nieve. Lo interesante de esta situación advierte a quien haya leído a Ramos Signes, su juego, y recordará su diario, que no es tal, para percibir en Boynol a su alter ego.

A una primera entrevista con Boynol, seguirán otras diferentes, tal vez, más íntimas. La obra crece entre razonamientos semánticos, en medio de la referencia a lo que se escribe, y cómo se lo escribe, en ese límite sumiso de no saber si trabaja el verso o se le escapa la metáfora: “otra vez la esquiva poesía”; porque lo suyo, ¿es la narración o es el poema?

Los hechos, “de a puñaditos”, hilvanan un existir cuasi eterno en este “quid de la vida”, casual o causal.

Mediante el amor y el dolor el autor labra una escritura transparente, real, con huellas autobiográficas.

© LA GACETA

Liliana Massara


Fragmento de La sobrina de Ursula

Por Rogelio Ramos Signes

“He dicho que todos vamos por el mundo arrastrando el cadáver de algún antepasado. Pero el recuerdo de ella es demasiado para mí. Yo no elegí cargar con ese peso. Dioses arbitrarios lo decidieron mientras yo andaba en un triciclo, disfrutando de mi propia pequeñez. Y se aprovecharon de mí. Me obligaron a no detenerme. Me cubrieron con carteles de prohibido estacionar. Me etiquetaron como ‘La sobrina de Úrsula’. Así. Sin un nombre personal... Ese era el castigo que me tenían reservado.” 

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