Memorias ministeriales

Memorias ministeriales

Nicolás Avellaneda les daba especial valor.

NICOLÁS AVELLANEDA. El sello que utilizaba el distinguido tucumano para lacrar sus cartas. LA GACETA / ARCHIVO NICOLÁS AVELLANEDA. El sello que utilizaba el distinguido tucumano para lacrar sus cartas. LA GACETA / ARCHIVO
“Soy tal vez el hombre político que haya escrito en Sud América un número mayor de Memorias Ministeriales. Son ocho y forman juntas una verdadera montaña de papel”, expresaba el tucumano Nicolás Avellaneda en la “Advertencia” a la reedición parcial de aquellos documentos, años después.

Recordaba que “casi todas tuvieron en su día alguna repercusión, y cuatro o cinco de ellas fueron reproducidas, íntegramente o por fragmentos, en Montevideo, Chile, Bolivia y el Perú”. Inclusive, un escritor peruano las aprovechó en un libro sobre educación, “apropiándose de sus exposiciones, con variantes en las frases y con otros pequeños cambios, que sólo sirven para poner más visible lo que se quería ocultar”.

Avellaneda estaba orgulloso de tales trabajos, a cuya confección aplicó especial esmero. Redactó su primera Memoria en 1867, cuando era ministro del gobernador de Buenos Aires, Adolfo Alsina. Las consideraba muy por encima de una mera expresión burocrática.

“El detalle administrativo es por su naturaleza transitorio, como las circunstancias que lo determinan”, y sin duda no merece durar, “sino cuando obedece a un propósito elevado”, afirmó. A diario, el Gobierno informaba sobre sus medidas, “y es por lo tanto más conveniente, manifestar el pensamiento que las ha presidido, y del que ellas no son muchas veces sino la expresión incompleta”.

A su juicio, las Memorias permitían a la opinión pública, después de haber juzgado la conducta del Gobierno, “discutir nuestras ideas, para depurarlas del error, antes de que vayan a convertirse en nuevos hechos”.

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