Un alemán excava la promesa de Potrero del Clavillo

Un alemán excava la promesa de Potrero del Clavillo

El geofísico Sascha Bölling y su equipo investigan el subsuelo de las laderas del Aconquija, información imprescindible para desarrollar el proyecto

GEOFÍSICO. Bölling contó que fue contratado por la UNT y una consultora de Buenos Aires para investigar el subsuelo. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL GEOFÍSICO. Bölling contó que fue contratado por la UNT y una consultora de Buenos Aires para investigar el subsuelo. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
03 Agosto 2015
Cuatro décadas después, el dique Potrero del Clavillo sigue siendo nada más ni nada menos que una promesa para los tucumanos. El escepticismo es la justificada sensación ante un proyecto que se anuncia desde 1974, que nos engolosina con un futuro de abundancia (agua, turismo, energía, contención de inundaciones), pero que nunca ha llegado a concretarse. Pero hay alguien, un argentino por adopción, que con su trabajo invita a bajar la guardia y pensar que esta vez sí se va a conseguir esa obra. “No sé lo que pasó en 40 años de postergación, pero en este momento hay una chispa que está haciendo avanzar la idea con prisa”, se entusiasma el geofísico Sascha Bölling, contratado para explorar las profundidades del suelo que va a contener las aguas que bajan por los cerros catamarqueños.

Bölling (50 años) es un alemán oriundo de Moers (una ciudad pegada a la frontera con Holanda) que vive desde 1998 en Argentina. Llegó al país como gerente de la empresa DMT, dedicada a estudios de subsuelos. En 2003 la firma decidió cerrar la sucursal local y el profesional, ya casado con una argentina y con dos hijos, decidió quedarse y se radicó definitivamente en Mendoza. Y ahí fundó su propia empresa, dedicada también al estudio de subsuelos.

Bölling estudió física en la universidad de Aschen, una de las más reconocidas de Europa y se especializó en geofísica en la de Münster. Trabajando con DMT conoció 60 países de casi todos los continentes. Entre otros antecedentes en su haber, el geofísico participó en los trabajos de reformulación urbanística del núcleo de Berlín, luego de la caída del muro en 1989. “Nuestro trabajo es importante en la construcción de puentes, túneles y edificios altos y grandes. Por eso tuve la oportunidad de participar en las primeras fases del proyecto que permitió en Berlín levantar las nuevas casas matrices de Mercedes Benz, Sony y la megaestación de trenes”, contó. Fue en esa ocasión que el profesional, con su equipo de trabajo, descubrió una de las entradas desconocidas del famoso búnker de Adolf Hitler. También trabajó en la frontera de Libia y Eritrea (África) y en el desierto de Siberia, rastreando carbón por encargo de la Comunidad Económica Europea. Ahora Sascha y sus colaboradores están abocados a estudiar el subsuelo de las laderas del Aconquija, entre Alpachiri (Tucumán) y Las Estancias (Catamarca), tarea indispensable para desarrollar el proyecto de construcción del dique Potrero del Clavillo.

“Tengo entendido que esta iniciativa anda dando vueltas desde hace más de 40 años. Ojalá que llegue a cristalizarse. Es interesante por dos cuestiones importantes: va a permitir la producción abundante de energía eléctrica y contendrá las aguas de los cauces que bajan de los cerros, evitando inundaciones como las que viene sufriendo la zona, y desarrollando la economía de la región. El turismo podrá desarrollarse bastante”, dijo el experto, quien se tomó unos minutos para conversar con LA GACETA en Alpachiri.

- ¿Qué comprende el proyecto Potrero del Clavillo?

- Comprende por un lado la construcción de la represa para la generación de energía eléctrica. Va a estar en la zona alta, a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar. Hay otra que se tiene que levantar en El Naranjal, cerca nomás de Alpachiri, a los 1.200 m.s.n.m. Esta última va a servir para riego. El agua de arriba vendrá hacia abajo por tuberías, pasando por la hidroeléctrica, a través de una caída de 600 metros. Para una turbina es un lujo y le va a permitir producir energía eléctrica en abundancia. El impacto ambiental va a ser mínimo porque, excepto por los dos nudos de las presas y la superficie a inundar, el resto todo es subterráneo. En lo económico sobran las bondades.

- ¿Confía en la construcción de la obra?

- No sé lo que pasó en 40 años de postergación, pero en este momento hay una chispa que está haciendo avanzar la idea con prisa. Ahora hay cosas concretas. Nosotros fuimos contratados por la Universidad Nacional de Tucumán y una consultora de Buenos Aires. Al informe del subsuelo lo tenemos que entregar en el corto plazo.

- ¿Qué opina de Tucumán?

- Nosotros trabajamos en casi todas las provincias de Argentina y es la primera vez que estamos en Tucumán. Tenía la impresión de que aquí nunca pasaba nada. Bueno, ahora algo despertó. Siempre estábamos de paso por aquí.

- ¿Y del país?

- Cuando llegué en el 99 sabía del fin de la época de Menem y que tuvo un gobierno complicado. De todos modos siempre tuve fe en la Argentina. Tiene un potencial económico que muchos países carecen. Posee minerales, petróleo, gas, agro y una inmensa superficie para la alimentación. Con los años esa esperanza se fue aplacando. Los cambios no mejoraron sustancialmente el país.

- ¿Qué evolución tuvo la geofísica?

- Hace 10 años era complicado indagar 2.000 metros bajo tierra. Todo era más rudimentario. Ahora disponemos de equipos más sensitivos y podemos llegar a los 6.000 metros.

- ¿Por qué cree que hay pocos geofísicos en Argentina?

- El déficit es importante pese al desarrollo que tuvo la minería y las grandes construcciones. Veo muchos abogados, escribanos y médicos, pero muy pocos interesados en la ingeniería. La razón es que la profesión demanda mucho trabajo, pero el sueldo es muy bajo en comparación con el de otras profesiones. Son mal pagados.

-¿Cuáles fueron las experiencias más fuertes como profesional?

- La que nos llenó de sorpresa, por lo histórico, fue cuando, trabajando en Berlín luego de la caída del muro, encontramos una de las entradas desconocidas del búnker de Adolf Hitler. Nos saltó un hueco en el subsuelo que no nos explicábamos de lo que se trataba. Pensamos en un caño. Lo reportamos a la municipalidad y luego lo descubrieron. Fueron fuertes las experiencias en Siberia, porque tuve que trabajar seis semanas a 50 grados bajo cero. También lo fue en la frontera de Libia y Eritrea, en África. Llegamos luego de la guerra y cuando la gente sepultaba a algunos de los 65.000 muertos que dejó el enfrentamiento. El panorama era espantoso por las muertes y la pobreza.

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