Mil ideologías y millones de papeletas

Mil ideologías y millones de papeletas

Los años electorales se caracterizan por los excesos. Por eso no sorprende el abuso de los slogans de las campañas, los spots sentimentalistas sin propuestas, las infinitas e ingeniosas chicanas entre los candidatos, los miles y miles de postulantes para pocos cargos públicos, las millones de boletas que se imprimen para cada votación y la búsqueda impaciente de cientos de fiscales para evitar posibles fraudes. A todo eso ahora se suma la aparición repentina de decenas de nuevos partidos a la luz de la legislación vigente, y con su respectiva oferta política. Nada más oportuno para describir esta última situación que usar una frase descubierta al pasar en estos días de bullicio proselitista: tan perjudicial es desdeñar las reglas como ceñirse a ellas con exceso (Juan Luis Vives). Muchos se han ceñido a las normas al extremo, y se les ha ido la mano; por lo menos en cuanto a la constitución de partidos políticos a la luz del acople. Nuevas soluciones generan nuevos problemas, diría Murphy para pintar la realidad. O también: nuevas leyes crean nuevos pretextos. Vamos por parte, y con subtítulos.

Una idea, un partido

Si las ideas que caracterizan a un grupo político, que supuestamente tiene una representación social y un programa político, definen una ideología, tranquilamente podemos deslizar que Tucumán está en los umbrales de ser reconocido como epicentro del renacimiento ideológico mundial, debido a la cantidad de partidos con los que cuenta y con los cientos que se les sumarán a la larga lista. Es que dentro de poco, una vez que se superen los agitados tiempos electorales, habrá más de 1.000 partidos reconocidos en pleno funcionamiento en la provincia. Una idea, un partido, una ideología. Dato para los curiosos de las estadísticas y de los promedios: en Tucumán existirá un partido político por cada mil electores. Una explosión de ideas políticas que trasuntarán en centenares de organizaciones partidarias. ¡Mil ideologías dispersas en tan solo 22.000 kilómetros cuadrados! ¿Quién fue el atrevido que dijo que las ideologías habían muerto? Tucumán tiene una feria, se venden como pan caliente, como los partidos. Me querían vender uno por $ 10.000 y otro por $ 200.000; confesó un dirigente de la segunda sección electoral.

¿Está mal que haya tantos? No, bienvenido el interés por la vida democrática, nada más que todo exceso se vuelve sospechoso y hace dudar sobre los móviles de los mentores escondidos. El sistema de acople incorporado en la Constitución con la reforma de 2006 tiene su cuota de responsabilidad. Recordar a Murphy. Ese año existían 53 partidos y en diciembre de 2014, según un informe de la Junta Electoral Provincial (JEP), la cifra trepó a 225, entre provinciales, municipales y comunales. Aumentaron en más de un 300%. En los comicios del 23 participarán 497 organizaciones políticas con sus respectivos candidatos (más de 25.000). ¡En ocho meses el número de partidos habilitados se duplicó!

Sin embargo, la puerta no se cierra allí; hay más todavía. Otras 550 fuerzas políticas esperan ser reconocidas como tal. Ergo: una vez superado el año electoral, habrá una planilla con 1.000 partidos políticos inscriptos. La mayoría sólo servirá para convertirse en satélites electorales de las principales agrupaciones en épocas de votación, cual si fueran sublemas. Pero con una diferencia, los sublemas estaban dentro del Lema, por lo que básicamente había una unidad ideológica sustentándolos. Los acoplados, en cambio, son partidos con su propio rasgo ideológico, supuestamente.

Pero no es así. Baste un ejemplo para caer en esa cuenta: casi la mitad de los 20 consejeros provinciales del PJ (entre ellos Juri, Ruiz Olivares, Cortalezzi, Cano, Hadla y Mamaní) encabezan acoples por fuera del FpV. Si son todos peronistas, ¿cómo no pelean juntos por el PJ? La ideología es la misma, pero los partidos por los que salen a la pelea electoral son otros. Un contrasentido. El acople y la ausencia de internas partidarias cerradas permite esta fragmentación política. Algo similar ocurre por el lado del radicalismo, donde algunos dirigentes del partido de Alem van acoplados al Acuerdo para el Bicentenario -que tiene como eje a la UCR -, tales como Elías de Pérez, Chebaia, Moreno y Juan Carlos Sánchez. El acople lo hizo. Los desacopló del tronco ideológico original y los obligó a disputar bancas por fuera con otras identidades ideológicas falsas, o prestadas.

Un voto, mil papeletas

Si cada acople “fuerte” de legislador debe mandar a imprimir tres millones de boletas -para sacar 20.000 votos, como ironiza un candidato capitalino-, y suponiendo que 15 se pueden identificar de esa manera en San Miguel de Tucumán -en las tres secciones electorales hay más de 100 peleando por una banca en la Legislatura-; estaríamos hablando de una necesidad de impresión de 45 millones de boletas. Mínimo. Con esa cantidad de papel (205 kilómetros cuadrados) se podría cubrir dos veces la superficie de San Miguel de Tucumán (114 kilómetros cuadrados) o bien se puede hacer un camino de papel de 19 centímetros de ancho tan largo como el diámetro de la Tierra en el ecuador (12.756 kilómetros).

No es descabellado pensar en 60 millones de votos para cubrir los 1.655 acoples posibles que competirán el 23. Hay que decir que en Tucumán no alcanzó toda la disponibilidad de “papel blanco de tipo común” que exige la ley 7.876 para la impresión de las boletas, por lo que la Junta Electoral Provincial se vio obligada a autorizar a los partidos a usar el denominado papel de obra entre 57 y 65 gramos; ya que las imprentas no daban abasto y carecían de aquel stock. Así respondió la JEP el 22 de julio a un pedido de Sofía Peyrel, apoderada de Acuerdo Federal, que argumentó el faltante de “papel voto” en las imprentas locales. Inundación de papeletas. Culpa del acople. ¡Viva la democracia!, pueden gritar los imprenteros.

Una mesa, un fiscal

Defender la pureza de la integración de la JEP, como los planteos opositores contra su composición son irrelevantes a los fines de hablar de un posible fraude. El fraude se hace en las mesas, ya que lo que allí se comete es imposible de revertir. La JEP no puede hacerlo, a lo sumo puede anular una mesa. La contundente afirmación pertenece -desde un exigido anonimato- a una persona que conoce el paño; se podría decir. Muchos lo suscribirían, incluido este columnista. El concepto lleva directamente al rol de los fiscales partidarios, porque de ellos depende que las irregularidades se cometan, o no. Es de su exclusiva responsabilidad. Están para que las cuentas se hagan bien. O mal. Por eso al error al que buscarlo en el origen del sistema. Claro, la crisis de la JEP a causa de las recusaciones y problemas internos por su integración generan dudas y obligan a mirar su misión en el proceso electoral. Controlar y otorgar los acoples a los partidos es una tarea. Autorizó más de 1.600. Sus decisiones también son claves al final, en el escrutinio definitivo. Si hay mesas anuladas, puede pedir elecciones complementarias (recordar 2003, una diferencia mínima de votos entre Domingo Bussi y Gerónimo Vargas Aignasse, con dos mesas anuladas. Si se abrían podían cambiar el resultado. No pasó). El Ejecutivo es el que debe convocarlas. ¿Acaso alguien está pensando en anulaciones masivas de mesas? Atención.

Bien. Nunca faltan los fiscales despiertos -porque los hay dormidos o ingenuos- que se aprovechan de las ausencias o la inocencia de sus pares para sacar alguna ventaja. Y si se encuentran dos pícaros, el reparto de votos en esa urna está cantado. Quién no escuchó las quejas de algunos apoderados diciendo que en el telegrama de una mesa u organización aparecía con cero (0) votos y casualmente, el adversario, con todos. En los comicios sí hay brujas. El acuerdo por el Bicentenario -Cano-Amaya-, por las dudas pedirá el auxilio del jujeño Gerardo Morales para que les envíe radicales que puedan oficiar de fiscales.

Si tenemos en cuenta que hay 3.474 mesas los que quieran pelear por la gobernación deberán contar con una fuerza fiscalizadora de otros tantos pares de ojos. Es una cifra cercana a la que se exige en cantidad de afiliados (4.480) para ser reconocido como partido provincial en Tucumán (el cuatro por mil del padrón electoral, que es de 1,12 millón). Sólo dos frentes políticos están en condiciones de garantizar la presencia de tamaña cantidad de fiscales; el FpV y el ApB. Todo por el sistema de acople en vigencia. En el primer semestre de 2014, según un informe de la Cámara Nacional Electoral, 16 partidos de distrito no superaban o apenas llegaban al mínimo de 4.000 adhesiones. En esas condiciones, con una planilla de militantes acotada es difícil que estas organizaciones que puedan competir con los más grandes. Se entiende así el planteo de la oposición de gestionar la presencia de fiscales foráneos. La autorización de la jueza electoral Servini de Cubría para que “Cambiemos” pueda tener fiscales en la Capital Federal provenientes de Buenos Aires les sirve. Operativo a cuidar las boletas.

Un partido, decenas de acoples

Algunas curiosidades: 708 acoples tendrá el Frente para la Victoria y 395 el Acuerdo para el Bicentenario. Pero llaman la atención los 310 de Acción Regional y los 62 de Tucumán Innovador. ¿Quiénes están detrás?, ¿quiénes son los que tienen semejante ascendencia y poder territorial?: Ruiz Olivares y los “mellizos” Orellana, respectivamente. El monterizo casi polarizó “puertas adentro” con el FpV y aspira a aportarle 100.000 votos al oficialismo, lo que lo catapultaría como un dirigente de fuste para el próximo mandato. ¿Al gabinete de Manzur, si gana? En AR encuentran contención, dijo el ex intendente de Monteros para justificar semejante cantidad de acoples. El “mellizo” José Fernando, aspira a sumarle 70.000 sufragios a la fórmula Manzur-Jaldo. Y también a consolidarse. Por el lado del ApB, el partido Tucumán para Todos aparece con 75 acoples, lo que lo convierte en el más importante entre los opositores del frente. Lo preside Augusto Lefebre, funcionario municipal. Todo dicho.

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