Artritis reumatoidea: “mejoré..., pero es lo peor que me toca vivir”

Artritis reumatoidea: “mejoré..., pero es lo peor que me toca vivir”

No tiene cura definitiva, pero hay drogas que frenan la evolución del mal discapacitante, que no respeta edad. La prevalencia en Tucumán es del 1,9% -más alta que la nacional- y falta estudiar la razón.

RECOBRÓ AUTONOMÍA. Alberto está a punto de iniciar la rehabilitación para recuperar la masa muscular. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO RECOBRÓ AUTONOMÍA. Alberto está a punto de iniciar la rehabilitación para recuperar la masa muscular. LA GACETA / FOTO DE INES QUINTEROS ORIO

Transitó su adolescencia y juventud escuchando a su madre y a su tía quejarse de dolor de huesos. Mientras la artritis reumatoidea (AR) iba desbastando el cuerpo de las mujeres a él le atormentaba la idea de sufrir la misma enfermedad. “Lamentablemente -después del segundo brote y de estar un tiempo postrado- me confirmaron que heredé la enfermedad de mi madre. Mejoré muchísimo, pero es lo peor que me toca vivir...”, se sinceró Alberto Palavecino, de 50 años, cuando contó su historia de vida.

Reconoce que llegó tarde a la consulta, tras deambular por médicos clínicos y traumatólogos porque no podía caminar. “En todo ese tiempo me acompañaron las imágenes de mi tía, de 78 años, que la AR dejó en silla de ruedas, y la de mi madre, de 80 años, que quedó totalmente deformada”.



Alberto tuvo el primer síntoma de la enfermedad a los 37 años (hace 13), tras separarse de su mujer y pasar por una situación estresante. “Me dolía todo el cuerpo -rememora-, me habían diagnosticado fibromialgia; el episodio me duró tres meses y luego me pasó. El segundo brote lo tuve hace nueve meses”.

Según el reumatólogo doctor Rodolfo Pérez Alamino (h), especialista que le diagnosticó la AR, “la enfermedad hizo una remisión espontánea de varios años en Alberto, algo poco común en la mayoría de los pacientes”.

“El primer disparador fue mi divorcio. El segundo, la enfermedad de mi hijo. Comencé a sentirme muy mal, me dolía todo el cuerpo, y cuando lo cargué a mi hijo para llevarlo al médico sentí un dolor punzante e insoportable en mi pierna derecha. Fue un dolor intenso e invalidante porque no podía caminar. Quedé postrado en cama: recibía ayuda para levantarme, bañarme, peinarme... Me dolía todo el cuerpo, todas las articulaciones, los hombros, las piernas, las rodillas, las manos, la ingle, la cadera. No podía sentarme en el baño”, contó.

- Perdiste autonomía...

-Totalmente. De ser una persona normal pasé a ser un inválido. De noche clamaba por calmantes, los necesitaba para dormir y poder estar en la cama. Hay gente que pide morir para no sufrir, y la entendí cuando experimenté en carne propia la invalidez.

-¿Cómo llegás al diagnóstico?

- Gente amiga me daba nombres de médicos, busqué en Google y lo elegí al doctor. Llegué con poliartritis, dolorido, muy fatigado. Anímicamente estaba destruido, abatido. El malestar generalizado me quitaba el hambre y en tres meses bajé 10 kilos. Llegué a la consulta con una rodilla hinchada como una pelota, no podía flexionarla. Me movía como un robot y el dolor era insoportable. El médico me aumentó la dosis de algunos remedios y me dio otros específicos para parar el brote. Me sacó de la rodilla seis jeringas de líquido (tenía un foco infeccioso), me infiltró tres veces y me puso corticoides. Ahí empezó a cambiar mi vida. Pérez Alamino me dijo que no se debe infiltrar más de tres veces al año, pero en mi caso se vio obligado a hacerlo porque no tenía otra salida.

- ¿Sentís que has mejorado?

- No tengo ninguna deformación, salvo los dedos un poco hinchados, al igual que los pies y los tobillos, pero recuperé mi autonomía. Lo triste es que tengo que hacer tratamiento de por vida, ya que tengo una fuerte carga genética de artritis reumatoidea que la heredé de mi madre. Lo importante es que ahora me siento muy bien física y psicológicamente.

Palavecino es analista en sistemas y trabaja en la Caja Popular. “Sigo de licencia, porque me falta hacer rehabilitación para recuperar la masa muscular que perdí”, subraya.

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Síntomas

- Inflamación de articulaciones (en manos) durante más de cuatro semanas.
- Levantarse con rigidez y permanecer así una hora.
- Tener antecedentes familiares.
- Sensibilidad y sensación de calor en las articulaciones.
- Dolor torácico al respirar.
- Sensación de fatiga.
- Ojos y boca resecos.
- Nódulos bajo la piel.

Consejos para mejorar la calidad de vida

- Evitar los esfuerzos y el exceso de actividad física.
- Mantener una postura adecuada durante el descanso, con brazos y piernas estiradas.
- Iniciar el día con un baño de agua caliente contribuye a disminuir la rigidez articular.
- Incorporar una alimentación balanceada y evitar el sobrepeso para no recargar las articulaciones de caderas, rodillas y pies.
- Los ejercicios isométricos (tensión muscular) ayudan a fortalecer huesos y músculos.

El Siprosa está capacitando a los médicos para que detecten la artritis reumatoidea (AR) en los CAPS

“Ante la mínima sospecha de AR, los médicos tienen que derivar los pacientes a los reumatólogos, para que les hagan los estudios y confirme o descarte el diagnóstico. La clínica temprana acorta el tiempo del diagnóstico: antes pasaban entre 12 y 14 meses, y ahora unos seis meses. Existen marcadores específicos para detectar la AR y pronosticar el curso de la afección. La clínica es soberana, y los estudios ayudan a confirmar el diagnóstico”, detalló el doctor Rodolfo Pérez Alamino (h) especialista del Avellaneda.

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