Despacio, rutas tucumanas
Para llegar a Tucumán desde el norte del país hay que armarse de paciencia. Y estar más que atento. La autopista de circunvalación muestra, una vez más, la peor cara al turista: asfalto gastado, ondulado o agujereado; banquinas estrechas, desniveladas o devoradas por las malezas; peligrosos cruces de caminos a nivel, falta de señalización, reductores (ilegales) de velocidad y un desfile de camiones. Al menú de riesgos lo completan las montañas de basura a la vera del camino.

En las autopistas, donde no debería haber forma de cruzarse de mano, tendría que ocurrir un mínimo de accidentes mortales. Se supone que son seguras. Que son rápidas. Que son cómodas. Pero aquí, en el ingreso a nuestra ciudad, viaja la peor combinación posible: asfalto en mal estado más falta de controles viales. A esto se suma la imprudencia de la gente.

Los trabajos para mejorar la avenida de Circunvalación están en marcha, aunque casi atascados, como los protagonistas del cuento “La autopista del sur”, de Julio Cortázar. Hace dos años empezaron las obras y hasta el momento se ha completado sólo el 23% de las tareas, según confesó el mismo titular de Vialidad Nacional en Tucumán, Jorge Correa.

Muertes que duelen
Los accidentes atemorizan. Indignan. Despiertan impotencia. Se roban historias. El pasado 10 de enero dos hermanos adolescentes fallecieron cuando la moto en la que circulaban chocó contra un carro de tracción a sangre que quería ingresar desde la autopista de Circunvalación hacia la calle Gobernador del Campo.

De acuerdo a las últimas cifras de la Asociación Luchemos por la Vida en 2014 se incrementaron un 17% los accidentes mortales en nuestra provincia. La mayoría de los que dejan la vida en el asfalto (el 54%) tienen entre 14 y 35 años, de acuerdo a las cifras de la Dirección de Emergencias de la Provincia.

Tucumán tiene la nueva traza de la ruta 38 y la nueva Diagonal a Tafí Viejo. Dos vías diseñadas para reducir la siniestralidad vial. A contrapartida, en todo el interior hay caminos en pésimo estado: la ruta 308 (ahora van a arreglar un tramo), la 304, la 321, la 306. Y la lista sigue.

La gran mayoría de las rutas tiene un diseño muy viejo. Cuentan con un ancho total de siete metros. Y todas (menos la nueva 38) soportan el paso de camiones y rastras cañeras. Un camión moderno mide 2,5 metros de ancho. Si transita por el centro de su carril, sólo le quedan 50 centímetros de espacio de cada lado. Sobrepasarlas es un verdadero peligro.

¿Soluciones? ¿Recuperar el tren, esa vieja promesa que nadie cumple? Podría ayudar. Especialmente para el transporte de mercadería. Hoy el 95% de esos traslados utiliza camiones. Y estos vehículos aparecen en el 30% de los choques graves.

Desde hace varios años el debate está centrado en eso: en cuestionar que hay demasiados camiones y rastras para la infraestructura vial que tenemos. Y esa discusión no nos ha llevado a ningún lado. El tren tiene buena prensa. Pero aun cuando las locomotoras vuelvan a andar sobre los rieles, el paradigma del transporte cambió. Hoy para crecer sin matarnos en las rutas hay avanzar con las autopistas. Tucumán tiene muy pocos kilómetros de este tipo de caminos. Y no los cuida como debería. Si están bien diseñadas, bien cuidadas, sin cruces ni reductores de velocidad son la mejor opción.

Hay otro punto a discutir: una obra vial nueva, por buena que sea, no viene con la varita mágica. Para reducir los accidentes hay que sumarle el papel protagónico del Estado, a través de sus controles. Claro ejemplo de esto es la nueva 38: el pavimento es impecable y no circulan rastras cañeras por ahí, pero el exceso de velocidad la posiciona como una vía de alto riesgo.

El Gobierno anunció en julio que pondría radares en esta nueva traza. Pasaron seis meses y nada. Tampoco hubo avances en el scoring. A más de cuatro años de iniciado el proceso para aplicar el carnet por puntos, el sistema sigue en pañales; en coincidencia con una provincia que, en materia de seguridad vial, está aprendiendo a gatear.

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