Un dron se posó sobre el alperovichismo

Un dron se posó sobre el alperovichismo

La marea acercó a la playa del oficialismo un nuevo actor. Aunque sin las estridencias de Juan Manzur, Osvaldo Jaldo, Beatriz Rojkés, José López y Domingo Amaya, los jóvenes kirchneristas de La Cámpora eludieron los largavistas de los guardavidas de la Casa de Gobierno y se escabulleron en la arena política del alperovichismo.

Desde la asunción de Cristina Fernández en la presidencia, la agrupación de militantes K fue ganando poder y espacios de decisión en la Casa Rosada, para luego convertirse en un dron dirigido por el cristinismo a espiar desde las alturas los pasos de cada gobernador oficialista en las provincias. Le pasó en carne propia a José Alperovich, que en 2011 debió relegar al hoy poderoso secretario de la Cámara, Juan Antonio Ruiz Olivares, para colocar en un lugar salible de la Legislatura al famaillense Jesús Salim. Se repitió la escena en los comicios nacionales de ese año y de 2013, en donde los camporistas se colaron en las listas de diputados nacionales. Con el tiempo, la agrupación K quitó a los caudillos locales el manejo y la caja de los organismos nacionales con fines sociales, como la Anses y el PAMI; y se involucró en nichos históricamente radicales, como las universidades. Desde allí, y reportándose mensualmente directamente en Buenos Aires, La Cámpora se desperdigó por ciudades y pueblos del interior. Sin embargo, la asignatura aún no aprobada por esta organización es quizá la más importante de todo el plan de estudios: cómo ganar una elección.

Precisamente, en las vísperas del año que puede significar el fin del cristinismo, en Tucumán los camporistas sienten que es el momento de inmiscuirse en el armado electoral del oficialismo. Por instrucciones de la Quinta de Olivos, La Cámpora viene respetando institucionalmente las decisiones del gobernador. Pero, de a poco, comenzó a colarse en la puja dirigencial que definirá los nombres de quienes integrarán la fórmula oficialista por la sucesión. En los últimos meses hubo dos noticias que cayeron mal entre los militantes K: por un lado, la aparición de Jaldo como eventual candidato a vicegobernador de Manzur; por el otro, la escisión de Amaya de la estructura oficialista y su opción por juntar los rescoldos del peronismo disidente que aún quedaban sueltos.

Con ese escenario, los camporistas concluyeron que a partir de 2015 quedarían relegados y que, sin el paragüas protector de Cristina, los próximos cuatro años podrían ser de desamparo y desolación. Entonces, comenzaron a mover sus influencias con el objetivo de minar la resistencia de Jaldo, principalmente. Por eso la cercanía de Salim y sus aliados al concepcionense López. La Cámpora empezó a cabalgar sobre la postulación del secretario de Obras Públicas de la Nación y entró en la intimidad del alperovichismo por una ventana que había quedado semiabierta: la de Rojkés. La senadora es, en definitiva, la única oficialista que deja una certeza y no meras insinuaciones tras este 2014 que se despide, al bajarse públicamente de la candidatura a la gobernación. En los últimos meses, los jóvenes K aprovecharon ese resquicio y se le metieron en el Partido Justicialista, de a poco ganaron su simpatía y hasta le organizaron a ella y a su mimado Pablo Yedlin un acto el viernes pasado.

López y Rojkés le sirven hoy a La Cámpora para advertirle al gobernador que están dispuestos a jugar electoralmente el próximo año, y que no se quedarán de brazos cruzados ni se conformarán con migajas en el reparto de bancas mientras la “vieja guardia” peronista, relegada por el propio Alperovich en 2003, vuelve a la primera plana política. Los cristinistas saben que la Casa Rosada difícilmente rompa con Alperovich, pese a la molestia que generó su exagerada pleitesía a Daniel Scioli. Por eso, se apuran por reclamar lugares importantes en las listas del Frente para la Victoria y amenazan con armar acoples en algunas ciudades y comunas, como Tafí Viejo, Monteros, Famaillá, Lules, Aguilares y La Cocha. A menos de un año de los comicios, los chicos de La Cámpora quieren dejar de ser “los ojos de Cristina” en las provincias para instalarse definitivamente como el kirchnerismo residual en el próximo mandato.

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