Pobres más pobres y ricos más ricos

Pobres más pobres y ricos más ricos

Sin miedo a equivocarnos, podemos afirmar que la distribución del ingreso, el reparto de la riqueza, define el estado de bienestar (o malestar) de una sociedad. Un índice complejísimo de medir, en el que intervienen numerosas variables sociológicas, económicas, culturales y psicológicas, pero es, sin duda, la forma en que están repartidos los bienes patrimoniales la más influyente de todas ellas.

Desde un colectivo social que puede ser una pequeña aldea en el corazón de África hasta la totalidad del planeta Tierra. Ni siquiera las comunidades hippies o los monjes tibetanos, por ejemplo, quedan exceptuados de este parámetro de bienestar, porque como sostenía Agustín de Hipona, más conocido como San Agustín, “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. Es la felicidad, al final, una cuestión material, aún en su prescindibilidad.

Thomas Piketty, el nuevo gurú de la economía mundial, también llamado “el Marx de nuestra era”, acaba de generar gran revuelo con su libro “El capital del siglo XXI”. Allí, este economista francés realiza un análisis histórico y minucioso sobre la distribución del ingreso en el mundo.

Piketty dice que en 1910 el 10% más rico de la población poseía el 90% de los bienes, mientras que hoy acumula alrededor del 70%. Y que el 40% más pobre, que hace un siglo tenía apenas el 5% de los bienes, en la actualidad sigue teniendo exactamente lo mismo.

Lo que ha variado es que hubo una leve transferencia de riqueza hacia la llamada clase media, y aclara que es leve porque, pese a que el 20% de la riqueza mundial es muchísimo dinero, desde 1910 hasta hoy la población mundial se ha multiplicado por cuatro, y el 99% son nuevos pobres.

En base a numerosas estadísticas y datos, Piketty demuestra además que el sector más rico del planeta incrementa su fortuna a razón del 6,8% por año, por encima de la inflación, mientras que el promedio mundial lo hace a un ritmo del 1,4%. En conclusión, con el sistema capitalista actual, los ricos son y serán cada vez más ricos y los pobres son y seguirán siendo igual de pobres, con mínimas variables en la clase trabajadora, en relación al crecimiento demográfico.

Otro indicador de la distribución de la riqueza es la participación del salario en los ingresos de un país. En Argentina, desde 1950 en adelante la media fue del 44%, es decir que del total de la riqueza o de los ingresos un promedio del 44% pertenecía a los trabajadores. En 1974 se alcanzó la marca récord del 48% y a partir de ese mismo año comenzó a descender hasta que la participación de la masa salarial llegó a ser, en 1982, de sólo el 22%.

Durante el gobierno de Alfonsín volvió a subir, alcanzando una media del 30%, entre el 83 y el 89. Entre 1989 y 1999 (Menem) osciló entre el 28% y el 33% y con De la Rúa fue del 30%.

El nivel más bajo se registró entre 2001 y 2003, desplomándose por debajo del 20%, y desde 2003 (Kirchner) comenzó a recuperarse, hasta llegar al 25% en 2006 y casi al 29% en 2009.

A partir de 2009 nuevamente comenzó a descender la participación del salario en la riqueza, caída que continúa hasta la fecha.

El economista Javier Lindenboim, del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo de la UBA, explica que en la década comprendida entre 2002 y 2012 las tasas de actividad se mantuvieron estables, y aunque hubo una recuperación de los salarios no se mejoró respecto de los 90. “Los asalariados están hoy en niveles de precariedad similares a los de 1992. La participación de los salarios en 2002 era igual a la del 86, y en 2012 fue mejor pero muy parecida a la de los 90”, afirma Lindenboim.

Según el último censo, la provincia de Buenos Aires y Capital Federal suman el 42% de la población total del país, pero acumulan más del 60% de la riqueza. El otro 58% de los argentinos, pese a ser más pobre, se reparte el 40% del ingreso. Y en el norte la diferencia es aún mayor, porque el grueso se distribuye entre Córdoba, Santa Fe y Mendoza.

El Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina publicó un ensayo en el que analiza la redistribución de los ingresos, titulado: “Simulación de los efectos distributivos de cambios en el gasto público y los impuestos”. Allí demuestra que el 20% de personas más ricas de Argentina recibe el 42,6% de los subsidios a la electricidad y el gas, mientras que al 20% más pobre le corresponde sólo el 6,4%.

Abundan los ejemplos que demuestran que en Argentina -y más en Tucumán y en el norte- el reparto de la riqueza se profundiza a favor del que más tiene. No parecen ser los planes sociales, los bolsones y el clientelismo la mejor política para enfrentar un escenario mundial que acumula cada día más pobreza.

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