Beatriz Sarlo: "hay que pensar en las desigualdades de la ciudad"

Beatriz Sarlo: "hay que pensar en las desigualdades de la ciudad"

La intelectual plantea que la “polis” puede ser considerada una solución para la sociedad o el origen de todos sus males. Invitada por este diario, la ensayista disertará mañana a las 20.30 en el teatro del hotel Hilton Garden Inn. Una inquietud borgiana, que por cierto también es social y política

CONTRASTES. Sarlo dice que en las grandes ciudades, hay gente que vive en “condiciones inadmisibles”. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA (ARCHIVO) CONTRASTES. Sarlo dice que en las grandes ciudades, hay gente que vive en “condiciones inadmisibles”. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA (ARCHIVO)
03 Diciembre 2014
La preocupación por la ciudad que profesa Beatriz Sarlo (1942, Buenos Aires) le viene, en parte, de la lectura de “El Inmortal”. Este cuento de Jorge Luis Borges narra la historia de una ciudad asolada por los trogloditas. “Con las reliquias de las ruinas erigieron, en el mismo lugar, la desatinada ciudad que yo recorrí: suerte de parodia o de reverso, y también templo de los dioses irracionales que manejan el mundo y de los que nada sabemos, salvo que no se parecen al hombre”, escribió el autor universal.

Casi siete décadas después de la publicación de ese relato y por teléfono desde otra ciudad borgiana, Buenos Aires, Sarlo resume que el pueblo bárbaro de “El Inmortal” destruyó la ciudad original. “Y en lugar de ese algo comprensible que existía, que estaba hecho de calles y edificios articulados, levantó una ciudad incomprensible. Esta es una ciudad de pesadilla, de donde uno puede sacar una serie de ideas para analizar”, desliza.

La evocación surge a propósito de “Ciudad y política”, la disertación con entrada libre que la ensayista ofrecerá mañana a partir de las 20.30 en el teatro del hotel Hilton Garden Inn (calle Las Piedras 1.500 de esta capital). En el ámbito del Ciclo de Conferencias que este diario organiza desde hace nueve años, Sarlo anticipa que planteará la dicotomía que presenta la ciudad: “para Domingo F. Sarmiento, la ciudad fue la resolución de los problemas del país: es decir, la barbarie estaba en los campos. Incluso Sarmiento dice que la Buenos Aires ocupada por el tirano Juan Manuel de Rosas va a saber vengarse de ese ocupante. La ciudad como resolución de los males de la sociedad es una línea de pensamiento, como otra es la ciudad como origen de todos esos males”.

Meditar sobre el concepto sarmientino de ciudad y sus efectos permite entender la construcción de los discursos con los que los argentinos venimos autodefiniéndonos desde hace dos siglos, según la madre de “Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930” (1988). En conexión con ello, Sarlo agrega el problema social. “Hay que pensar en las desigualdades que produce la ciudad”, dice. Y enseguida pasa a postular que San Miguel de Tucumán es una ciudad “grande” y, como tal, presenta los problemas propios de establecer cómo se reparte y se usa el espacio público; quiénes tienen derecho a él y qué se considera propiedad privada. “En ciudades como Tucumán, Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario y Córdoba, buena parte de la población vive en condiciones inadmisibles desde el punto de vista de la justicia distributiva. Uno lo ve en la capital tucumana, donde hay zonas con una muy buena urbanización y de alta calidad, y zonas de una pobreza extrema”, apunta.

En cuanto a los tamaños, la catedrática sostiene que en Argentina no hay ninguna megalópolis, que es la versión más avanzada de la ciudad contemporánea. “Tenemos que sacarnos eso de la cabeza. San Pablo (Brasil) es una megalópolis y no existe nada semejante a eso en nuestro país. Ello nos devuelve al lugar que ocupamos en el presente porque, durante décadas y décadas, Buenos Aires fue la ciudad más grande de América Latina: ya no. Aquí simplemente tenemos ciudades grandes”. La diferencia entre estas y las pequeñas (de hasta 80.000 habitantes) es que en las primeras la distribución de los bienes es más abstracta. Sarlo explica que en un centro urbano pequeño las injusticias y las corrupciones pueden no ser remediadas, pero, en contraposición, resultan fáciles de conocer de manera concreta. “Las ciudades grandes son más abstractas: un ciudadano puede presuponer la corrupción, una mala distribución de los bienes públicos y el engaño, pero necesita de largas mediaciones institucionales para llegar al punto donde la responsabilidad está dada. La ciudad es, entonces, un ámbito donde el conocimiento directo de los hechos se aleja del ciudadano, por eso la política deviene fundamental”, define la académica.

Y así aparece el tercer eje de la conferencia que ofrecerá este jueves, que se suma a las perspectivas histórica y social. “No me refiero a la política que ve en la ciudad una unidad para reclutar clientes que serán movilizados con fines electorales o de otro tipo, sino a la ciudad en el sentido más clásico de la ‘polis’”, precisa. Este es el sitio en el que, según su criterio, los ciudadanos pueden conocer y hacer valer sus derechos, y participar en la pugna para que los bienes públicos sean distribuidos en forma ecuánime.

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