Las noticias de lejos están más cerca de lo que parece

Las noticias de lejos están más cerca de lo que parece

La violencia es un tema arraigado en la sociedad. Tiene síntomas como uno que otro viaje a Bariloche o como la que aparece en los barrios de la mano de la política. Los candidatos siguen su guerra de guerrillas

Las noticias de lejos están más cerca de lo que parece
Las autoreferencias cargan escasez y limitaciones. Seguramente tienen dosis de incultura y dan tristezas. Sin embargo, tienen una altísima carga de certezas. El periodismo suele -y debe- hablar de los otros, no de sí mismo ni de periodistas. Sin embargo es inevitable terminar la semana sin mirar el rostro descubierto de Jim Foley, un periodista con pluma y palabra (fotos, video y teclado en el mundo de hoy), que es decapitado por un rostro tapado, violento, desvergonzado y asesino. Por principios lógicos, las noticias son menos noticias cuando más lejos ocurren, pero Foley -aseguran los que lo conocieron- demostró que su trabajo estaba, incluso, por encima de su vida y de sus seres queridos. Y, todo eso queda muy cerca.

Por otra parte, la violencia no se viste con capucha -al menos por ahora- ni decapita, pero en Tucumán también mata. Anda por los barrios, como lo denunció Federico Masso. Este dirigente de ropaje socialista no es ningún escuálido al que la noche o los barrios abigarrados de pobreza, alcohol o droga, puedan amedrentarlo. Pero su denuncia es una advertencia de lo que pasa no allá lejos, sino aquí, muy cerca. Sus dedos apuntan a dirigentes vecinales de Germán Alfaro, pero la violencia no es propiedad de un dirigente. Es de todos. A mediados de julio, el secretario de Gobierno de la Municipalidad, también un conocedor de los entresijos de la vida política tucumana, había advertido lo que se estaba viviendo en los barrios y en algunas localidades del interior. La violencia vive en esos lares, se alimenta de droga y de alcohol y se pone la ropa de la política.

En estos comicios -comentó Alfaro en aquella oportunidad- va a ser un tema la tensión entre dirigentes. No falta a la verdad, el ex diputado y ex legislador y actual edil licenciado. Los dirigentes son llamados en esta oportunidad a poner quicio. No se trata de una lucha de vida o muerte. Se dirimirá una contienda electoral, se discutirán fidelidades política y proyectos, pero no un futuro a pan y agua. Tanto Masso como Alfaro señalaron que hay dirigentes que anuncian que si pierden el territorio, el vecino o militante -en este caso sinónimos- se quedará sin nada. Un año antes de los comicios los dirigentes van convirtiendo en rehenes de bolsones de todo tipo a los ciudadanos. Estamos en 2014, la discusión debería ser otra.

Pero esa violencia no es del otro ni está lejos de una clase media y alta, tan decisoria de los comicios como otras. Esos han sido protagonistas en esta semana de supuestas denuncias de supuestos ataques sexuales, en supuestos viajes de egresados que supuestamente cuentan con el aval de colegios y padres y que -se supone- se hacen en nombre de alegría de un festejo. No son supuestos que los jóvenes embeben su sangre en alcohol o drogas y sueltan un libertinaje que queda muy lejos de las costumbres que los padres creen haber inculcado en la casa.

Esta violencia tampoco usa capucha pero tiene el cinismo de nuestra mirada ante el niño mendicante, al que no vemos o al que creemos que tendrá solucionada su pobreza con “una monedita” de favor.

El enojo de los legisladores o de los concejales de los últimos 10 día fue por la difusión -y la consiguiente explosión- del aumento de sus supuestos ingresos -se les llama “gastos sociales”-, pero los verdaderos problemas son otros y están enquistados en los diferentes estratos sociales. Habitan en los barrios pobres, donde se pelea a piñas por no perder un plan social. O viajan en ómnibus a Bariloche...

Los dirigentes no pueden mirar a otro lado porque son problema que parecen que están lejos, pero están aquí cerca.

Futuro imperfecto

Mientras aquellos hechos se suceden, los candidatos están preocupados por sus candidaturas. En el oficialismo alperovichista, la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich y el ministro de Salud de la Nación están subidos en un escalón más alto en el podio de postulantes. Apenas unos centímetros más abajo se encuentran Osvaldo Jaldo y José López. Este último terminó en esa ubicación a fuerza de obras, lobbies y luego de jurar fidelidad a su tocayo gobernador. El terreno ganado por este tucumano exiliado al frío de la Patagonia y al calor de Néstor y Cristina es directamente proporcional al espacio perdido por “el hombre que inventó Alperovich”.

El ministro de Salud sigue avisando que “ya vuelve a Tucumán” y que deja el ministerio para volver a ser vicegobernador y hacer campaña. Pero el “ya” del ministro es como el “ya voy” de un niño de tres años cuando lo llama su madre. Manzur tiene miedo de renunciar y de quedarse sin el pan y sin las tortas. Por ahora tiene asegurado su cargo de ministro de la Nación hasta diciembre del año que viene. En Tucumán nadie le asegura que será candidato. Alperovich ya anunció que las encuestas dirán quien será el postulante a sucederlo, por lo tanto no lo ha elegido, al menos por ahora. Lo curioso es que no apueste a sus fuerzas y siga esperando la bendición de José. Sus amigos están más asustado que él. Ese séquito selecto está integrado por el secretario de la Cámara, Juan Antonio Ruiz Olivares, y algunos legisladores entre los que se anotan Fernando Juri (y su primo homónimo); Guillermo Gassenbauer (y su padre ministro) y Roque Alvarez. En la Casa de Gobierno se ha anotado Pablo Yedlin y otros miembros del área de Salud. A pesar de su obsecuencia “sijosesista”, “el hombre que él inventó” cosecha enemigos y ellos figuran en las listas de “sibettistas”.

Pero son pocos los que quieren dar la cara en esta contienda sorda del alperovichismo. Es lógico: si se inclinan por Manzur y después la moneda cae en favor de la senadora, el desierto es el destino; si ocurre al revés, el resultado también es el ostracismo. Por eso este juego de enredos en el que se ha sumido el peronismo a la espera de la decisión de Alperovich (a la vez, es un escudo para mantener el poder) está coadyuvando a fomentar la intriga... y más violencia.

Entre los bettistas ya hay guerra de guerrillas y mientras Jaldo ya puso su nombre en las pintadas junto a los de la senadora y de su esposo gobernador, muchos preguntan por qué el senador Sergio Mansilla o los Dip de Lules (la diputada Miriam Gallardo es una entusiasta dirigente de la Red de Mujeres que inventó Rojkés de Alperovich); el legislador Ramiro González Navarro o el secretario de Gobierno, Marcelo Caponio, aún no adosaron sus nombres a los de la candidata. Las intrigas no tienen fecha de vencimiento. Por eso las preguntas se cuelan y se instalan en los despachos del legislador Regino Amado o del diputado Alfredo Dato.

Los principales dirigentes alperovichistas van tomando conciencia de que cada vez les quedan menos lugares para ocupar. En el mejor de los pronósticos (salir primero en los comicios de 2015) tienen siete cargos para ocupar: el de gobernador, el de vice, tres bancas de diputados (hay cinco en juego, pero ni el más optimista de los alperovichista augura un triunfo mejor) y dos bancas de senadores, de las cuales una ya es de Alperovich. Cabe recordar que la otra senaduría sería de una mujer, al igual que una diputación nacional. Por lo tanto, los “sijosesistas” de la primera hora siente más el frío de quedarse sin la silla que el calor del poder seguro de los últimos dos lustros.

Propularidad y heridas

El aterrizaje de Mauricio Macri ya no pasa inadvertido. Antes tenía la potencia de la camiseta azul y oro; y ahora, inevitablemente, la de su candidatura a presidente de la Nación, tan inminente como propulsada por encuestas que lo tratan bien. El paso del líder del PRO por esta provincia vino acompañado por una estruendosa bendición. La candidatura de Facundo Garretón a intendente de la Capital llamó la atención por donde se lo vea, pero mientras no causó rechazo entre los dirigentes del partido amarillo sí provocó sorpresa la forma.

Sin ningún respeto por las encuestas, por las militancias ni los proyectos, Macri señaló mágicamente a Garretón y fue suficiente para que se instale este nuevo dirigente del PRO con prosapia peronista. No cayó mal él, aunque sí la forma en la que se hizo el jefe de Gobierno porteño. Por ello, en un momento en el foro de empresarios, nada menos que el presidente del PRO Tucumán, José Manuel Avellaneda, alzó la voz y preguntó sobre la interpretación del federalismo por parte del PRO nacional. A los más distraídos la pregunta les cayó como si se tratara de un desinformado; en cambio, los que conocen las imbricaciones del macrismo, interpretaron el malestar por estas acciones que se tomaron sin consultas previas. Es que Macri es argentino, pero atiende en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Las candidatura del PRO se había ordenado a partir de una encuesta reciente en la que el periodista Omar Nóblega, el legislador Alberto Colombres Garmendia y el empresario Emilio Luque habían conquistado el podio. El hombre de la televisión aún no terminado de ser conquistado; y el empresario de los supermercados eligió no participar en candidatura alguna. No obstante estas negociaciones, el joven empresario exitoso no aparecía en aquellos sondeos, aunque sí era un fervoroso militante del PRO en Buenos Aires. Ahora está dispuesto a regresar a su terruño, una versión liberal del kirchnerista José López. Macri siempre deja su impronta de “propularidad” y contagia entusiasmo, pero esta vez deberá suturar algunas heridas.

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