El disco rígido se está llenando

El disco rígido se está llenando

Un día llegó la advertencia: a la computadora le quedaba un 10% de los GB disponibles. Pocos días después, la tablet llegaba al límite de sus GB y al teléfono llegaba la advertencia de que desde hacía ocho semanas no se estaba almacenando material en la nube. ¿Y ahora? ¿Qué va a pasar?

Entonces uno advierte que se pasa los días ametrallando con el celular cada cosa que le estimula la visión en cualquier actividad: una vereda rota, los brotes que dio el roblecito de la maceta del balcón anunciando su deseo de primavera, la casita doble de un hornero sobre un poste de luz en la calle Muñecas y la vía, el sándwich de queso y cantimpalo que uno se aprestaba a saborear en el paseo a Tafí para ver la nieve.

Y mucho más y diverso: yuyos pintados por la aguanieve, los homigueros gigantescos del parque 9 de Julio, las estatuas del parque, uno imitando los gestos de las estatuas, un árbol retorcido, otro con formas de rostro en su corteza...

Y a ello se van sumando cotidianamente las fotos de todo tenor que mandan los amigos y familiares por WhatsApp, desde el chiste que circula por Facebook hasta la instantánea sacada sobre un libro, una página de diario, una revista, la pantalla del televisor, una comida que están preparando, una moto parecida a la que a uno le gusta que pasó, feliz, ligera y envidiada por alguna calle céntrica, selfies de diversa índole.

Todo va cayendo inexorablemente en esa caja de Pandora que se llama “mis fotos en streaming”, que comparte lo que llega de afuera y lo de uno. Nos ponemos a pensar en la magnitud del fenómeno: en la reunión de anoche, hicimos 24 videítos y 75 fotos, y además llegaron unas 10 imágenes de esa misma reunión, compartidas por la familia en WhatsApp.

Consultamos: un amigo fotógrafo sentencia: “esto no es la escopeta de Schwarzenegger que siempre dispara sin que uno se fije si recarga los cartuchos. Hay que vaciar y ver cómo recargar”.

Cuenta que tiene dos discos externos para guardar material y dos copias de cada cosa que hace. Recomienda no disparar ráfagas (cita a alguien que dice “si no lo conseguís con un solo disparo, difícilmente lo conseguirás con diez”) y sugiere pensar antes de hacer la foto o filmar el video.

“Es que sueño con captar el momento exacto”, le replicamos. Y nos contesta: “¿cómo será para vos ese momento exacto dentro de diez años?”

Consultamos más. Otro amigo que casi pierde los videos y las fotos de su hija recién nacida porque se le trabó el celular pasó cuatro horas trasladando el material a un disco rígido externo. “¿Lo catalogaste?”, le preguntamos. “No, pasé todo en crudo... algún día lo voy a clasificar”. Responde. Otro amigo cuenta que casi pierde todo porque se puso a trabajar sobre el material que tenía guardado en el disco rígido externo.

Las perspectivas no son muy alentadoras. Revisamos un poco de las 5.000 fotos y los 400 videos que tenemos en la tablet y decidimos borrar un poco: dos videos, 80 fotos, y ya nos agotamos. Faltan las 2.700 fotos y los 155 videos del celular. “¿Por qué no los hemos editado?”

Como Funes el memorioso, revivir el momento nos insume el mismo tiempo que nos tomó vivirlo. Y descubrimos que el fotógrafo tiene razón: no es igual la sensación del instante apenas ha sido apresado, que revivirla tiempo después. Hemos perdido el contexto y las emociones del momento. Y también la fecha, la ubicación y hasta la razón por la que sacamos o recibimos ese recuerdo.

No hay caso. Compraremos un disco rígido externo. Pero el futuro es un enigma. La caja de Pandora seguirá saturándose en el caos digital, con la esperanza de solución atrapada en el fondo, sin salida.

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