Drones: entre la tecnología bélica y el control de plagas

“Para el Día del Niño es seguro que varios padres se animaron a comprarle un dron a su hijo. Puede ser algo muy atractivo, pero no hay que desconocer que encierra sus riesgos: con un equipo comprado a $ 10.000 se puede entrar al jardín de un vecino; sigue siendo un objeto que pone en peligro la privacidad”, advierte, apenas comienza la charla con LA GACETA, el ingeniero Gustavo Juárez, docente de Inteligencia Artificial en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNT. Está interesado en que sus alumnos y la sociedad comiencen a familiarizarse con los drones, esos pequeños aviones no tripulados con los que hemos empezado a convivir, sin aviso previo. En su cátedra han comprado equipos para hacer lo que llama “ingeniería inversa”: una suerte de disección de aparatos para comprender su funcionamiento.

Juárez, que además es investigador y presidente de la Sociedad de Educación, sección Argentina, del IEEE (Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos) es el organizador de la “Jornada en Tecnología de Drones y Vehículos Aéreos No Tripulados”, que tendrá lugar hoy, a partir de las 9, en el anfiteatro del Departamento de Luminotecnia, Luz y Visión de la Facet-UNT (avenida Independencia 1.800).

“Lo que queremos dejar en claro en este Congreso es que hay una línea muy delgada entre la realidad y la ciencia ficción en toda esta reciente explosión que tuvieron los drones. Es una delgada línea porque, por ejemplo, ya hay drones del tamaño de una avispa, equipados con cámaras de video; es necesario tomar conciencia de este tipo de cosas”, advierte el experto.

Los drones son vehículos aéreos no tripulados (VANT) o, por sus siglas en inglés, UAV (Unmanned Aerial Vehicle). El nombre inglés dron se lo debe a los zánganos, las abejas macho, y se trata de una aeronave que vuela sin tripulación. La diferencia con los aviones que usan los aeromodelistas en Tucumán, por ejemplo, es que un dron está dotado de cierta inteligencia artificial, que le permite detectar objetivos, esquivar obstáculos, entre otras funciones.

Juárez explica que el mundo de los drones se puede dividir en dos grandes categorías: los de uso civil y los de uso militar. En el ámbito civil, los drones están siendo usados, por ejemplo, para detectar fallas estructurales en edificios o puentes; en la agricultura también, para sobrevolar y tomar imágenes de los campos. “Mientras que una imagen satelital está disponible en 15 días, las fotos que sacan los drones están en el acto”, compara.

En el área militar es donde más dudas ocasionan estos aparatos dotados de “inteligencia”: al mismo tiempo pueden ser usados para seguridad, para mero control de las fronteras como para la destrucción masiva de objetivos que no tienen escapatoria. En estos usos más crudos de la tecnología, también hay dos caminos, señala el ingeniero: marcar objetivos o directamente atacar. “La actual, la que estamos viendo en Gaza, es una guerra que se mide en número de personas muertas, en el costo de vidas caídas en combate. Los aviones no tripulados reducen a cero el riesgo de muerte, porque están usando aviones que disparan misiles pero que no necesitan tripulación”, alertó.

En opinión de Juárez, no falta mucho para que los drones se sumen a la gran red del “Gran Hermano” –como él mismo la califica- que usan las policías locales para custodiar la sociedad. “La gran diferencia con las cámaras fijas, es que con un vehículo no tripulado se puede hacer un seguimiento de un sospechoso; te sigue hasta tu casa”. La disyuntiva seguridad versus privacidad, para el experto, se resuelve según quién use el dron: si un delincuente para planear su próximo ataque o el Estado para combatir el delito. Hasta el momento, en nuestro país se los usa principalmente para la agricultura y para registrar eventos de gran convocatoria, observó el experto.