¿Y si Noé existió realmente?

¿Y si Noé existió realmente?

Que la crítica internacional haya aniquilado a “Noé” es una anécdota. Hace rato que al público le importa poco y nada lo que opinen los críticos. La película es un éxito. Eso sí: las polémicas giran en torno al rigor “histórico” de la narración. Hay demasiadas licencias en el guión, desde la aparición de unos prototransformers que ayudan a construir el arca hasta un polizón a bordo. La Biblia no dice nada de eso.

Entre los detractores de “Noé” figuran los creacionistas. Es un colectivo de creciente influencia en Estados Unidos. Gente que está convencida de que Dios creó el mundo en seis días, que Adán y Eva existieron y, por carácter transitivo, que todos estamos acá gracias a Noé y al arca que construyó justito antes de que se desatara el diluvio universal. Caerían simpáticos si no fuera por su fundamentalismo, que va mucho más allá del rechazo a las evidencias científicas. En permanente expansión y con las anteojeras bien puestas, los creacionistas borran con el codo los avances de la humanidad. Son peligrosos.

El diluvio forma parte de la herencia mítica de numerosas culturas antiguas. Era de cajón que fuera incluido en la Biblia. La Iglesia viene explicando (desde no hace mucho tiempo, para ser justos) que el Génesis es una gigantesca metáfora. No obstante, si hoy salimos a la calle y preguntamos si Noé existió realmente la sorpresa puede ser mayúscula.

Hubo más de una expedición para buscar los restos del arca, que según la tradición se asentó en el monte Ararat. Lástima: no encontraron nada. La Biblia nos cuenta que somos todos descendientes de los tres hijos de Noé. Hijos del incesto, para decirlo sin eufemismos. Esta clase de detalles suelen pasar inadvertidos.

Son increíbles las reacciones que puede provocar una película, por más mala que sea. Pero a no preocuparse: ¡ayer le sacaron una foto satelital al monstruo del lago Ness! La estupidez humana es absolutamente infinita.

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