Tucumanismos
Los tucumanismos no son sólo palabras como el quenó, mavé o el flamante amarillealo (nueva expresión que les gritan los hinchas a los árbitros para que amonesten a un jugador) por citar algunos ejemplos, sino que también son costumbres o frases que trascienden las fronteras de la provincia.

En estas tierras muchos piensan que la bocina de los automóviles tiene una enorme fuerza física que, si suena por mucho tiempo, es capaz de hacer levitar otro vehículo que interrumpe el tráfico. Los más supersticiosos hasta le dan un sentido milagroso, ya que consideran que prendiéndose a ella repararán la falla mecánica del auto que se detuvo justo cuando dio la luz verde.

En las calles se pueden encontrar símbolos que son universales, menos en Tucumán. Por ejemplo: las sendas peatonales no son un detalle del paisaje urbanístico, sino una señal que indica que por allí debe cruzar una persona y por eso no hay que pararse sobre ellas. Si el cordón o parte de una arteria tienen pintadas líneas amarillas no es por un homenaje al papa Francisco, sino porque allí no se debe estacionar.

Y ahora que estamos en Semana Santa se pueden detectar otras costumbres. Muchísimos tucumanos salen desesperados a comprar los sábalos a las decenas de puestos callejeros que se instalan a lo largo y a lo ancho de la provincia. Eso sí: a nadie le importa que esos ejemplares sean el fruto del trabajo de los furtivos que limpian los ríos de la provincia y que ningún comerciante asegure que se mantenga la cadena de frío. “do pescao por $40”, es la leyenda de una pizarra que se transforma en una tentación irresistible para cualquiera. Ni hablar de los “30X20”, que no es una medida, sino la cantidad de choclos y su precio que también se comercializa en las calles para preparar humita.

En realidad, se puede escribir un libro sobre las malas costumbres, pero también se puede editar otro con frases célebres que no perdieron vigencia a pesar del paso de los años. “Pese al importante incremento de los accidentes de motos, Tucumán tiene la tasa más baja de lesiones en el codo, ya que los conductores protegen esa parte del cuerpo y no la cabeza con el casco”, explicó el doctor Eugenio Lobo, cuando era director del Hospital Padilla. Y, si tiene en cuenta las estadísticas, nada cambió aún.

Algo muy similar sucede en lo que se refiere a materia de seguridad. A fines de los 90, el comisario retirado y ex árbitro René Sueldo, cuando era el jefe de la comisaría de Yerba Buena, tiró una frase inmortal: “cuando la colcha es corta, nos tapamos la cabeza y nos destapamos los pies”. Ya han pasado más de 20 años de que se dijeran esas palabras y tampoco nada cambió, pero al menos los vecinos de esa ciudad se movilizan exigiendo respuestas.

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