Una explicación que suena a excusa

Una explicación que suena a excusa

Explicar un error es dar una excusa y no convence ni al que pide la explicación ni al que la da. En el diario la equivocación es muy dolorosa y le queda latiendo al que se equivocó, como la frustración (o el enojo) al jefe. Y late también la aclaración, como nos pasa en esta página con una carta del lector José Enrique Santillán que se publicó el sábado con la firma del lector Juan Carlos Rosario Medina. ¿Qué ocurrió? Sucedió que el periodista a cargo de las cartas copió los nuevos textos sobre la plantilla del día anterior (es decir sobre la página del día anterior, algo que se recomienda no hacer jamás) y en una distracción obvió poner la firma de la nueva carta. En la plantilla del viernes estaban puestas la firma y la dirección del lector Medina. Hay quienes, para evitar estas distracciones, piden leer a dúo hasta el más mínimo detalle, con insistencia rayana en la obsesión. Otros dicen que el periodista no debe acumular demasiado trabajo para no correr riesgo de errores. Otros dicen que se le debe exigir absoluta contracción y evitar que se distienda. Esas son fórmulas, cada una con su relativo éxito. Pero al fin, toda explicación suena a excusa.

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