La calidad educativa

La calidad educativa

Jorge Malmierca | Presidente de la Fundación del Tucumán

09 Marzo 2014
¿A que nos referimos cuando hablamos de Calidad Educativa?

Una formula sencilla y abarcativa sería decir: “la Educación es de Calidad cuando esta dirigida a satisfacer las aspiraciones del conjunto de los sectores integrantes de la sociedad a la que esta dirigida; si, al hacerlo, se alcanzan efectivamente las metas que en cada caso se persiguen; si se aprovechan de manera óptima los recursos necesarios para impartirla y asegurando que las oportunidades de recibirla -y los beneficios sociales y económicos derivados de ella- se distribuyan en forma equitativa entre los diversos integrantes de la sociedad a la que se encuentra dirigida”.

Conforme a la ley vigente, “la educación de calidad debe ser una prioridad nacional para todos los argentinos”.

Es opinión mayoritaria de los entendidos que la Ley Nacional de Educación N° 26.206, del año 2006, es buena en términos generales y en cuanto a la amplitud de su contenido. Dicha ley, entre otras cosas, establece:

• Que el financiamiento de la Educación no debe ser inferior al 6% del PBI; y que debe darse Educación de Calidad con igualdad de oportunidades, sin desequilibrios regionales ni inequidades sociales.

• Garantiza la Inclusión Educativa. Concibe la Cultura del Esfuerzo y del Trabajo Individual y Cooperativo como el Principio Fundamental de los Procesos de Enseñanza-Aprendizaje. Y establece que las escuelas primarias serán de jornada extendida o completa, con la finalidad de asegurar el logro de los objetivos fijados para este nivel.

Se coincide, igualmente, en que durante la última década la inversión educativa, la construcción de escuelas y el salario docente fueron muy superiores a los de muchas otras décadas anteriores. ¿Fue bueno el resultado de tal inversión? ¿Mejoró la Calidad Educativa conforme a exigencias?

Mejorar sustancialmente la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación no son tareas imposibles. Sí resulta impostergable, porque el siglo XXI es, y será, el de la economía del conocimiento.

Juan José Llach (Educación para Todos, Ed.1999) nos dice entre muchas otras cosas, y se pregunta: “¿Es posible convertir a la educación en el gran instrumento para realizar la esperanza de construir una nación mas sabia, más adaptada al desafío de la sociedad del conocimiento pero, sobre todo, más equitativa?”

Afirma, luego, que “es posible hacer real esa esperanza, siempre y cuando se encare muy decididamente una revolución educativa comparable a la que impulsaron Sarmiento, Avellaneda y tantos otros hace 130 años. Los cambios requeridos deben comprometer a la Nación y a las provincias, a todos los niveles de enseñanza, a los gobernantes y al sector privado, a las chicas, los chicos y los jóvenes, a sus madres y sus padres y, bien protagónicamente, a los directores, los maestros y los profesores”.-

Posterior a lo expresado se promulga la Ley Nacional de Educación ya referida, y se avanza en materia de inversiones, pero al parecer ello no resulta suficiente para mejorar la calidad educativa.

Simplemente para enunciarlos, veamos el resultado de los Informes PISA sobre evaluación de la calidad educativa:

• En 2006, sobre 57 Países evaluados, Argentina ocupó el lugar 51.

• En 2009, entre 65 Países evaluados, Argentina ocupó el lugar 58.

• Y en 2012, sobre la misma cantidad de países, ocupó el lugar 59.

Según algunas estadísticas, las Universidades más prestigiosas de América Latina, a pesar de sus logros esporádicos, están en los últimos puestos de los rankings internacionales: el de las 200 mejores universidades del mundo, incluye una sola universidad latinoamericana en el puesto 190: la Autónoma de México.

Según el índice QS World University de las Universidades Latinoamericanas, en los 30 primeros lugares figuran, del primero al décimo, tres universidades de Brasil; cuatro de Chile; dos de México y una de Colombia. La UBA aparece en el lugar 11; la UCA, en el 20; la Universidad Nacional de Córdoba, en el 22; la de La Plata, en el 24; y la Austral, en el 27.

No se nos escapa que tales índices son relativos y deben ser evaluados contextualmente. Pero la sumatoria de índices variados marca una clara tendencia declinante.

Señala ello claramente el retroceso y la mala calidad educativa, tema este que oportunamente será motivo de especial consideración.

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