Un país dentro de la ley
El doctor Carlos Santiago Nino estuvo demasiado vivo como para permanecer indiferente al ambiente que se vivía en la Argentina de 1943-1993. Esa consustanciación con la realidad le permitió imaginar remedios posibles para una sociedad despedazada por la dictadura. El pensamiento crítico habló por la boca del maestro Nino, que enseñaba Derecho, Ética y Filosofía al modo socrático: departiendo con sus discípulos. Portador de un sentido profundo de la responsabilidad intelectual, el jurista dio cátedra y ejemplo de progresismo durante el río revuelto de la transición. "Participó decisivamente en el diseño de la política de juzgamiento de las violaciones de derechos humanos (durante el Gobierno de Raúl Alfonsín). Su teoría fue decisiva, también, para justificar la anulación de la ley de autoamnistía aprobada por los militares", recuerdan dos de sus privilegiados alumnos, los académicos Marcelo Alegre y Roberto Gargarella.

Nino hizo escuela liderando la cruzada contra el autoritarismo. Y revolucionó la doctrina jurídica con la última, y más célebre y celebradas de sus obras: "Un país al margen de la ley" (1992). En este clásico de la ensayística nacional, retrato lúcido y esclarecedor que la historia reciente no ha hecho más que corroborar, Nino expuso los motivos de la debilidad institucional y la inestabilidad política argentinas. Y desarrolló su preocupación por la anomia, el modelo de la desobediencia y la vida a espaldas de la Constitución.

Nino murió un Día del Abogado de 1993 (cada 29 de agosto se conmemora el nacimiento en 1810 del prócer tucumano Juan Bautista Alberdi). Medio siglo le bastó para dejar una huella honda en la sociedad a la que perteneció, y a la que animó a superar vicios y contradicciones. Nino legó soluciones e ideas, pero su herencia puede ser resumida en un sueño a lo Martin Luther King: el de un país definitivamente comprometido en la praxis de una democracia de alta intensidad.

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