El proceso electoral torna cuesta arriba las decisiones empresariales

El proceso electoral torna cuesta arriba las decisiones empresariales

Por Eduardo Robinson | Economista.

30 Junio 2013
Cada vez que hay elecciones, los agentes económicos tienden a esperar que pase el temblor político antes de tomar decisiones de inversión, expansión o de planes de desarrollo de negocios. Sucede que el ruido de la política torna a la incertidumbre como la moneda de cambio en estos períodos. En ese contexto, los empresarios asumen posiciones defensivas. 

Las variables son las mismas de siempre. Una inflación no contenida, aunque el gobierno tratará de alentar el consumo a través de incrementos en salarios y en subsidios sociales. La inestabilidad del tipo de cambio sigue siendo moneda corriente. Los ejecutivos temen que el Gobierno nacional le de otra vuelta de rosca al cepo cambiario que se instauró no bien fue reelecta la presidenta Cristina Fernández, a fines de octubre de 2011. En ese contexto, la actual gestión tiene poco margen para expandir el gasto público. Y hay riesgos de que la emisión monetaria continúe a un ritmo acelerado.

La pregunta de fondo a responder, según el economista Eduardo Robinson, es si el esquema económico, con los problemas enumerados, se encuentra en auge, apogeo, fatiga o declinación. Si la respuesta está en las dos últimas, lo que viene es una economía con bajo nivel de expansión y fuerte heterogeneidad sectorial. Es decir, una economía sin brillo, pero tampoco en la sombra o un estallido.

Mientras tanto, los actores económicos esperan que las campañas electorales sirvan para poner más claridad al rumbo económico, con propuestas de uno y otro lado de la política, del Gobierno y también de la oposición. Certezas de que las reglas de juego serán respectadas a rajatabla y de que se puede invertir sin el riesgo de quedar atrapado en algún cepo.

El futuro es incierto y esto caracteriza los procesos decisorios. Sin embargo, el contexto y el ciclo económico en el cual se toman decisiones puede o no contribuir a reducir los riegos que se asumen. No es lo mismo tomar decisiones cuando la economía se expande que cuando está contrayéndose. Tampoco es lo mismo decidir antes que después de un período electoral. En general, cuánto más cerca las elecciones, mayor es la incertidumbre. ¿Qué puede pasar?, ¿cambiarán las reglas de juego?, lo que pueda decidir el gobierno, ¿cómo o cuánto afectará a un sector, empresa, o a las personas que poseen determinados bienes o están posicionados en determinados activos, o que son asalariados y con nada o mucho margen de ahorro? Por eso, la actitud típica de los meses previos a las elecciones pasa por la espera. Esperar para ver qué pasa.

Con el inicio del segundo semestre, la Argentina entrará en pleno período electoral. Si bien se trata de legislativas, las expectativas de los agentes económicos estarán centradas en los resultados que arroje la elección. ¿Estarán más equilibradas las fuerzas en el Congreso? Si esto sucede, ¿será mejor o peor para la economía?

Sin embargo, hoy lo relevante, no pasa por ensayar respuestas para estos y otros interrogantes, sino por determinar las principales fuentes de incertidumbre económica, estas pueden resumirse en los siguientes factores:

Pérdida de superávit gemelos. En el plano interno, el gasto público supera a los recursos y el faltante se cubre con emisión monetaria. En el externo, se redujo considerablemente el saldo de la balanza comercial, la diferencia que surge entre las exportaciones y las importaciones. En lo que va del año el excedente comercial se redujo más de 40% con respecto de 2012.

El menor ritmo en la expansión económica. Entre 2003 y 2006 la economía se expandió en promedio un 8,8%, entre 2007 y 2010 un 6,3% y en el bienio 2011 y 2012 un 5,73%. Claramente la economía dejó atrás las tasas de crecimiento chinas. El nuevo ciclo de expansión se presenta marcadamente más moderado. Durante el presente segundo trimestre, la actividad muestra mejoras en relación a los dos previos, impulsada por el dinamismo de la industria automotriz, la mejor cosecha gruesa y la recuperación de la construcción. Pero no se trata de una expansión generalizada.

Déficit en infraestructura. Los problemas de abastecimiento energético son una debilidad para la economía. Argentina destina casi U$S 12.000 millones en 2012 para importar energía. ¿Es sostenible esta situación?

Inflación: es el principal desequilibrio que evidencia la economía. Con datos oficiales, los precios al consumidor entre 2003 y 2007 se elevaron en promedio un 9,4%. En el mismo período en América Latina, en promedio fue del 6,8%. Durante 2008 a 2012 el promedio alcanzó en Argentina un 9%, mientras que en el resto de la región fue del 6%. No obstante, continúa la baja credibilidad en las estadísticas proporcionadas por el Indec.

Deterioro del consumo: las ventas en supermercados, en shoppings y minoristas en general presentan una tendencia a la baja que se explica por una confianza de los consumidores erosionada en un contexto en el que el salario real no crece o crece poco. Puede ser que los aumentos en la Asignación Universal por Hijo (AUH), que se suman a los recibidos por jubilados y pensionados en marzo (15,2%), reviertan la tendencia en el corto plazo, pero la debilidad del mercado laboral y del salario no alientan su sostenibilidad.

Deterioro del tipo de cambio real: es el tipo de cambio nominal ajustado por inflación. Si se consideran los valores oficiales de inflación y tipo de cambio, este indicador muestra una tendencia positiva. Sin embargo, al considerar la inflación de fuentes no oficiales, el tipo de cambio real muestra un considerable deterioro que quita rentabilidad a las exportaciones, sobre todo de las economías regionales.

Inestabilidad del mercado cambiario: en la economía argentina volvió la relativa escasez de dólares. Esta situación impulsó las restricciones para acceder a monedas extranjeras. Y derivó en un claro desdoblamiento del mercado cambiario.

Inestabilidad jurídica: se asiste a una permanente pulseada entre el Poder Ejecutivo Nacional y la Corte Suprema. Tal situación desalienta la inversión, en la medida en que crecen las posibilidades de que haya modificaciones en la Constitución Nacional y que se afecten la propiedad privada.

Cada período electoral tiene sus particularidades. Tras las elecciones de 2011, se estableció el cepo cambiario, se empezó y se interrumpió el desmantelamiento de los subsidios. Hoy los agentes especulan con distintos tipos de medidas: significativa devaluación del peso, desdoblamiento del mercado cambiario, reforma constitucional, mayor intervención en el comercio exterior, mayores intervenciones en el mercado cambiario, entre los más relevantes. Lo esencial pasa por determinar los márgenes que tiene el gobierno. Claramente este tiempo electoral, a diferencia de los últimos, se caracteriza por menos abundancia, homogeneidad y excedentes fiscales. La pregunta de fondo a responder es si el esquema económico, con los problemas enumerados, se encuentra en auge, apogeo, fatiga o declinación. Si la respuesta está en las dos últimas, lo que viene es una economía con bajo nivel de expansión y fuerte heterogeneidad sectorial. Es decir, una economía sin brillo, pero tampoco en la sombra o un estallido.

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