Fiesta del queso

Fiesta del queso

Comenzó siendo una actividad de la Escuela 28 para recaudar fondos con el fin de mejorar el menú de los alumnos. Evolucionó con tal éxito que se convirtió en una tradición turística.

DESTREZAS EN EL CORRAL. A partir de la tercera edición se hizo una corrida de hacienda para incorporar yerra y doma. GENTILEZA FRANCISCO SOLANO BORDÓN DESTREZAS EN EL CORRAL. A partir de la tercera edición se hizo una corrida de hacienda para incorporar yerra y doma. GENTILEZA FRANCISCO SOLANO BORDÓN
02 Enero 2013
Era 1969. Los padres de alumnos de la Escuela 28 querían mejorar la comida que recibían sus chicos. "Pretendían cambiar un poco el menú, darles un postre", recuerda Francisco Solano Bordón, 88 años; ex empleado del Correo, ex obrero de la caña y de Vialidad; actual luthier, bombisto y proveedor de plantas frutales y rosales en Tafí. Inquieto y andariego, este hombre de Quilmes era, en esos tiempos, presidente del comedor de la escuela. "Unos decían que hagamos una tabeada; pero no, estaba prohibido. Otros, que hagamos una locreada... Puede ser... ¿Y una carrera de caballos? No, no se podía. Otros hablaron de una rifa... Puede ser... hasta que, el director, Pascual Alcaraz, sugirió que organicemos una especie de fiestita con los chicos y ex alumnos. Alguien dijo: 'tengo uno que toca el acordeón y otro el bombo, y uno que baila'. Y  así, como festival escolar, nació la Fiesta del Queso".
La primera se hizo en el salón de la escuela. "Había dos parejitas de bailarines de chicos de la escuela y la entrada costaba centavitos. Cuando se hizo el arqueo, había un fondo lindo: sacamos para poder darles postre dos veces por semana y cambiarles el menú", dice Bordón. Después, las madres pidieron hacer una segunda fiesta. "Me pusieron de presidente de la comisión: ya era más seria la cosa. Bajé a Tucumán a buscar a Orlando Galante, gran amigo, gran conocedor de los Valles, que trabajaba en la Caja Popular. Me escuchó, me dijo 'vamos a Turismo, a Difusión Cultural, a Ceremonial del Gobierno'. Nos recibieron y nos mandaron un paquete de artistas", precisa.
En ese año 70, cuenta Bordón que la actividad fue un éxito tremendo: "se hizo el sábado y el domingo. Vino uno de Concepción que bailaba malambo con boleadoras; le hicimos el escenario con la mesa del comedor. Lo calzamos bien calzadito; pasaban las boleadoras rozando el cielo raso del salón. La comuna armó un estacionamiento para muchos vehículos, y en Tucumán encargamos banderines y afiches".
La tercera fiesta ya fue institucional. La directora de la escuela expresó que no podía hacerse allí porque el local y los baños no daban abasto para tanta gente. "El delegado comunal, Gonzalo Paz, opinó que no debía ser un festival escolar. 'Esto tiene que ser la Fiesta del Queso', definió". Y así quedó para siempre.
"Difusión Cultural mandaba artistas y había gente del lugar también. Después, organizamos una corrida de hacienda para incorporar yerra y doma, que se hizo en el corral redondo. En esos años había una cosa notable en Tafí: llovió en ocho de la diez fiestas en las que yo fui presidente de la comisión. Llovía y, sin embargo, la gente criolla enlazaba igual. Eran conocedores, sabían del asunto", dice Bordón.
La novena fiesta ya se hizo en las calles del centro y al predio actual fue llevada a mediados de 1980. El impacto del festejo había excedido el ámbito escolar, como  concluye el tafinisto por adopción: "ya no era una fiesta de la escuela y sí una manifestación del turismo".

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