El cierre del Septiembre Musical fue inolvidable

El cierre del Septiembre Musical fue inolvidable

La colosal obra llegó a un público amplio, que disfrutó a pleno y pidió un bis de pie. Humor, recuerdos de algún viejo LP y mucha música

250 MÚSICOS. Participaron la Orquesta Estable y los Coros Estable de la Provincia; Estable de Santiago del Estero; Facultad de Medicina; Mixto del Ministerio de Educación; Juvenil de la UNT; y Códice Coral, además de los solistas. 250 MÚSICOS. Participaron la Orquesta Estable y los Coros Estable de la Provincia; Estable de Santiago del Estero; Facultad de Medicina; Mixto del Ministerio de Educación; Juvenil de la UNT; y Códice Coral, además de los solistas.
01 Octubre 2012
Quien haya escuchado en vivo alguna vez la sinfonía N° 9 de Ludwig van Beethoven habrá comprobado que sus 75 poderosos minutos son capaces de saciar hasta el más voraz de los apetitos musicales: es casi impensable que después de oír esta arrolladora obra alguien se anime a pedir un bis. Pero no hay norma que no flaquee ante el clamor popular. Eso debió haber sentido el maestro Luis Gorelik anoche, cuando al bajar el telón del 52° Septiembre Musical con la obra más difundida de Beethoven, el público, enardecido, lo empujó a reiterar una parte del cuarto movimiento. El que contiene el "Himno a la alegría" y el que fundamenta su apelativo: "Coral".

En la estación del exferrocarril Mitre la música viajó en clase turista, pero con las comodidades de un lujoso camarote. Sentados en 8.000 sillas -según la cifra oficial- ubicadas sobre las vías y los andenes, los tucumanos disfrutaron de un megaconcierto impecable, con una ambientación y un sonido que no dejaron lugar para la crítica. Así, en un clima tan diverso como amigable, Beethoven llegó a codearse con la popu.

Beethoven para todos

Mientras Christian Andrés Lobo (35 años) filmaba el concierto con una mano y contestaba un SMS con la otra, un batallón de niños le pasaba por el frente sosteniendo un cono de papas fritas y un nene ofrecía gaseosas desde su miniconservadora ambulante. Beethoven estaba en un alto antes del inicio del tercer movimiento. "Me gusta mucho la obra, además soy amigo de Jorge Valenti (violinista de la Orquesta Estable); con él, además del amor por las motos dos tiempos, compartimos el amor por la música", confesó Christian. Él es propietario de una casa de reparación de celulares en Alem al 1.200 en la que se escucha, según contó, solo música clásica y electrónica europea. Cuando el joven vea el video que grabó para registro propio seguramente terminará con un mareo nada envidiable: saltó durante todo el concierto como si estuviera en un recital de rock.

La preceptora Sandra Ponce no filmó, pero "dirigió" el concierto íntegro con su dedo índice desde la silla. Llegó a la estación frente a la plaza Alberdi desde Villa Amalia. "Escuché algunos pasajes, creo que nunca la obra completa. Además, lo hice hace mucho tiempo, cuando todavía existían los LP, para que te des una idea", dijo. Se confesó fanática de Emma Shapplin y de toda clase de música -excepto la cumbia-, principalmente la coral. "No sabía que iban a tocar esta obra, solo que estaba la orquesta y que había un coro", reveló.

La presentación del concierto también tuvo su color popular. Vestido de traje y corbata, llamó la atención el conductor televisivo Cato Emerich quien, después de la introducción y de los agradecimientos de rigor, apareció nuevamente en el escenario disfrazado de un presentador ficticio llamado Jackes Morfón, conde de Sillón. En un monólogo que desató carcajadas, reflexionó sobre cómo hubiera sido la vida de un Beethoven netamente tucumano. "Habría nacido en la Maternidad, y en vez de Ludwig van, en el Registro Civil le habrían puesto Lui", fue uno de sus gags.

90 metros de música

Más de 250 músicos en escena, de los cuales 180 fueron coreutas, desgranaron ese himno que es parte del Patrimonio de la Humanidad. Los 90 metros que distaban desde el escenario hasta el último espectador se llenaron de música y de una emoción inéditas, y miles de tucumanos se fueron a sus casas con una experiencia inolvidable. Otros, por supuesto, agregaron a su archivo beethoveniano una nueva ficha, digna de conservar. Como Isolina Frías Silva, quien a los 71 años cantó en voz baja la parte coral en alemán, se puso de pie para aplaudir y celebró al descubrir que, sorprendentemente, venía un bis.

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