Los tatuajes de hoy: mucho realismo y rostros gigantescos

Los tatuajes de hoy: mucho realismo y rostros gigantescos

Lejos de los delfines, las anclas y las letras chinas que marcaron distintas décadas, los diseños actuales han cambiado. Juegan con los homenajes, las frases, la muerte y la superación. Detrás de cada obra estampada en la piel hay una historia. Para los tatuadores los cuerpos son lienzos, y sus butacas, divanes de psicólogos. Dicen que el vínculo tatuador-cliente es tan fuerte que después no lo soltás. "Como al peluquero", bromean.

PARA TODOS LOS GUSTOS. Ahora la moda son los realistas. PARA TODOS LOS GUSTOS. Ahora la moda son los realistas.
02 Junio 2012

"Dale, no preguntés. Es obvio por qué me lo hago, ¿o no? Así, con esta letra. Tomá". Adrián Ávalos recorría el papel que la chica le había entregado y releía la frase. No preguntó. No hacía falta. Si ella quería tatuarse "Yo, cornuda", bien grande, en la espalda, tendría sus motivos. Y se los iba a confesar. A la larga todos lo hacen. La banqueta del tatuador se parece al diván del psicólogo. Una frase o un dibujo no son solo eso; subyacen historias. Dolores. Mensajes. Ofrendas. Tributos.

El hecho de marcarse, a fuerza de pinchazos de tinta, frases, citas literarias, bíblicas o palabras es muy antiguo. Pero en los últimos tiempos el fenómeno ha crecido. Un poco por moda. "Calu" Rivero pide desde su antebrazo "Música, por favor" y "La China" Suárez tiene un "Endless love" arriba de la muñeca.

En el estudio de Ariel Perrone han tatuado de todo. Quizás el caso más curioso fue el de una chica que decidió ponerse "Boluda" en la espalda. No faltan los apegados a la religión que piden el clásico: "Jesús dijo: Yo soy el camino, la Verdad y la Vida", aunque lo de todos los días son nombres de hijos, de mujeres o de difuntos. Entonces la piel se convierte en una lápida que reza un epitafio para una hermana, una madre, una abuela. Si no les dijiste en vida que las querías, por lo menos te lo tatuás para siempre. Roberto Cornejo, otro tatuador, se imprimió en el antebrazo una cruz con una rosa y una calavera; y dejó dos espacios en blanco. "Creo que ahí voy a poner el nombre de mis bisabuelos. No los conocí y es una forma de tenerlos cerca", argumenta.

La cercanía parece ser una de las motivaciones más fuertes (¿y qué más cercano que el propio cuerpo?). "Yo quiero sentirme cerca de Jujuy", les dijo un chico mientras les extendía un papel con unas montañas, un cielo rojo, un cactus y un charango que envolvía todo ese paisaje formando el logo de Los Piojos. Creatividad al palo. "Nosotros no juzgamos; mientras el cliente esté convencido, hacemos lo que nos pide", comenta Ariel.

De hecho, la mayoría lleva dibujado o impreso lo que quiere, aunque existan catálogos y fotos. Adrián, que trabaja en la galería Bond Street, en Buenos Aires, cuenta que los clientes también se aparecen con las fotos de tatuajes de famosos para pedir lo mismo.

Aunque el trabajo en serie no es lo de ellos, siguen grabando estrellitas y diseños tribales: el dolor de cabeza del tatuador. Es como que a Van Gogh le pidieran un cuadrado, o a Monet, una manzana. Un desperdicio de talento. "Siempre vamos a hacer estrellitas; por suerte ya no hacemos más delfines", bromean Ariel y Adrián.

Yo y mi tatuador
Se establece una relación única. Como cuando encontrás un buen peluquero, ese que te interpreta y logra disimular el remolino en tu cabeza o le acierta al color. Cuando encontrás al tatuador que te entiende, te escucha y te saca los rasgos de tu abuela como cuando la tenías en vida, no lo soltás más.

A veces, detrás de un tatuaje hay todo un relato. Cuando Ariel Ramírez, alias "Fu" (otro tatuador) levanta la manga de la remera puede verse en su brazo el rostro de una mujer de rasgos orientales (su exmujer, de Filipinas). Luego, símbolos de muerte y dolor ("por la relación tortuosa", explica), una flor de loto (su hija, fruto de ese amor) y la cara de la niña de 16 años. "Como no pude viajar a Filipinas para su cumpleaños decidí tatuarla", añade.

Algunos encargan una joya con las iniciales o un busto de yeso, pero nunca falta el que elige su cuerpo para homenajear a sus seres queridos. Colgada de la pared del estudio de Ariel se ve una espalda con tres rostros gigantes: dos abuelas y una madre que se abrazan. "Ese chico se recibió y quiso retratar a las tres mujeres más importantes de su vida", cuenta.

Otros temas
La muerte nunca pasa de moda, pero lo que más sale son las katrinas: imágenes de una persona (una novia, un cantante, un payaso) a las que se les agregan bocas negras, cicatrices y fileteados. Verdaderas obras tétricas con una calidad artística impecable. Pero hay cosas que no tienen precio; por ejemplo, tatuarse la cara de Néstor Kirchner. Tampoco los Maradonas, el papa Juan Pablo II o Amy Winehouse.

Nuevos trocitos de piel
Y si hubo un tiempo en que los grabados se hacían en la parte baja de la panza, el hombro, la nuca y el tobillo, hoy se trasladaron a debajo de la axila, la muñeca o el empeine. Esos son los nuevos sitios cool.

¡Yo quiero!
La "tinellización" del tatuaje

¿Cómo Bailando por un sueño puede mejorar el negocio del tatuaje? Tinelli lo hizo. Desde que apareció en alguna playa esteña con los dos brazos cubiertos de tatuajes, los estudios se llenaron de hombres por encima de los 45 dispuestos a emular al conductor. "Tinelli popularizó el tatuaje, la gente conoció más de qué se trataba y empezó a verlo con otros ojos. Creo que nadie se imaginó que un tipo como él apareciera con los dos brazos todos cubiertos", dice Adrián Ávalos.

No va más
La generación delfín

A principios de los 90 (quizás será con ayuda de la película "Liberen a Willy", que se estrenó en 1993) estos animalitos resultaron bastante simpáticos y los tatuadores los dibujaban casi a diario. A color, blanco y negro, en medio de una ola o solos. Ahora reconocen que casi con la misma frecuencia se dedican a borrarlos o disimularlos. Lo mismo sucede con las anclas de los 70 y los 80, y con algunas letras chinas. Eso de que no te arrepentís es para los espíritus tercos.

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