El ciudadano, un espectador cada vez más desconfiado

El ciudadano, un espectador cada vez más desconfiado

No es nuevo que por intereses económicos grupos empresarios disputen parte del poder político con los gobiernos de turno, y viceversa. El "caso Ciccone" no es la excepción. Y al margen de que si se determina que Amado Boudou favoreció con sus influencias o no a la calcográfica o participa del negocio, lo cierto es que la duda está instalada en la sociedad y la negación pública del hecho, o un fallo a favor, no esfumará la desconfianza hacia el vicepresidente.

De todas maneras, si hubo delito la Justicia tendrá la última palabra y "caso cerrado". ¿Y si no hubo? ¿Quién gana y quién pierde? En este hipotético terreno, Boudou avanzará en su carrera pública pero ya no con una foja de servicio "inmaculada". Por el otro lado, los denunciantes o mentores "harán la vista gorda" y acá no habrá pasado nada. ¿Entonces, quién perdió? Sin dudas, la sociedad, la gente.

En este intríngulis de intereses (políticos, económicos y personales) el ciudadano termina siendo la "mortadela del sándwich". Como simple espectador de esta pelea, la sociedad argentina acumula más desconfianza hacia el sector político gobernante -y hasta lo generaliza-. "Son todos iguales", afirma.

Pero también recibe, a partir de la denuncia oficial responsabilizando a "medios hegemónicos" del tema y de querer alterar la paz social, otra carga de descreimiento hacia ese "tipo" de prensa y otra vez todos "caen en la volteada".

El tema no es menor. Por unos cuantos no se puede poner en tela de juicio a dos instituciones que son soporte de la democracia: el gobierno y la prensa independiente. Las guerras de intereses personales se dirimen en otro terreno.

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