La historia de Spinetta-niño en Tucumán

La historia de Spinetta-niño en Tucumán

Una prima del "Flaco" recordó la anécdota. Él tenía 9 años y, con un disfraz de Tarzán, subió al escenario a cantar un hit de los años 50

19 Febrero 2012
Dejemos los elogios para más adelante. Nunca serán suficientes para alguien como Luis Alberto Spinetta, es cierto, pero podemos pecar de reiterativos. Y mucho más si vienen de la boca de un familiar que conoció las otras caras del poeta del rock.

Son pocas las personas que escucharon de la boca de "El Flaco" que una rama de su árbol genealógico se extiende hasta Tucumán y que en épocas como esta, de humedad y calor irrespirables, Luis Alberto exhibía su cuerpo huesudo en la casa paterna de Susana Santos, su prima hermana, hoy profesora en Letras y actriz del Teatro Estable de la Provincia.

El Carnaval le trajo a Susana una anécdota imperdible que quiso compartir con los admiradores de su primo fallecido. "Él habrá tenido unos nueve años", recuerda Susana, quien habla hoy de "El Flaco" como un ser de una inteligencia superior, alguien que estaba dos pasos más allá que cualquiera de nosotros. Pero contemos la historia.

"Era Carnaval y acá se organizaban los corsos infantiles en la calle San Martín. Habían venido a Tucumán Luis Alberto, sus padres, y Gustavo y Ana, sus hermanos. A los chicos nos disfrazaban y nos hacían desfilar y a ellos también los disfrazaron", cuenta.

A Spinetta le tocó ser Tarzán. Era lo que había en casa de los Santos: un pequeño short animal print y un cuchillo de palo. Eso era todo, y él lo lucía como si fuera el más potentado de los hombres simio.

"Era un chiste, un absurdo directamente verlo. Era alto, muy flaco, se le marcaban las costillas y tenía el pelo rubio. Era muy gracioso, lo recuerdo claramente", afirma Susana con una sonrisa.

Mini Billy Cafaro
El que recordó siempre lo que pasó luego en ese corso fue el mismo "Flaco", pero cada vez que se lo mencionaban decía: "no, qué horror". "El locutor, desde un escenario armado en la puerta de la galería, seleccionaba algunos chicos del público y los hacía subir. Lo vio a Luis Alberto y lo invitó. Él subió, agarró el micrófono y sin ningún tipo de inhibición se puso a cantar ?Pity Pity?, de Billy Cafaro", relata la actriz muriéndose de risa y adorando a ese flaco que ya se perfilaba como único.

Pity, Pity, Pity, Pity / amor, de mi amor / dime que me quieres / oh, oh, oh, oh / apiádate. "Fue una ovación. Él cantó a capella con toda confianza. Era fanático de esa canción y la gente lo aplaudió muchísimo. Cuando se empezó a dedicar a la música se horrorizaba cuando yo le hacía acordar eso", cuenta.

Flaco de familia
Los viajes de Luis Alberto empezaron a hacerse menos frecuentes conforme pasaron el tiempo, el éxito y la música. Las visitas ya eran con la misión de brindar algún recital. "Me acuerdo la primera vez que vino con Almendra: mi hermano les contó a "Pajarito" Imhoff, a Daniel Yepes y a Luis Escalante que Luis Alberto estaba en mi casa. Los muchachos fueron, seguros de que era broma y dispuestos a tomar represalias; cuando llegaron no lo podían creer. Los vecinos se habían enterado y nos venían a tocar el timbre. Vivíamos en la avenida Soldati en esa época. Yo les decía a todos que no estaba ahí, porque Luis quería su momento con la familia. Siempre fue muy familiero, hasta el final iba a comer todos los domingos con su mamá", destaca Santos.

Cuando se terminan las anécdotas felices, la voz de Susana vuelve al momento en que se enteró de la terrible noticia de la enfermedad y el posterior desenlace. "Todavía no lo puedo creer, me está costando superar su partida -confesó-. A pesar de que creo que las personas que uno quiere nunca terminan de irse".

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