Tafí Viejo revivió noches históricas

Los más jóvenes esperaron la llegada de Abel Pintos, pero los artistas tucumanos y Sergio Galleguillo y Los Amigos hicieron bailar a todos.

A BAILAR QUE SE ACABA EL MUNDO. Los Tekis dieron una lección acerca de cómo se puede levantar al público con muy buena música. LA GACETA / FOTOS DE HECTOR PERALTA A BAILAR QUE SE ACABA EL MUNDO. Los Tekis dieron una lección acerca de cómo se puede levantar al público con muy buena música. LA GACETA / FOTOS DE HECTOR PERALTA
"La zamba es una danza tradicional de carácter amoroso que se baila en pareja y con pañuelo". Así definen los libros este juego de seducción que, con marchas y contramarchas, se baila desde antaño. Y así puede describirse la larga historia del Festival Nacional del Limón, de Tafí Viejo.

Los encuentros entre esta fiesta y los amantes del folclore estuvieron regados de ediciones felices y desencuentros. De igual modo que en la zamba se alternaron los tiempos de gozo con los malos tragos, en especial estos últimos durante las recientes ediciones.

Sin embargo, quien decidió formar parte del encuentro número 41 del festival, en el club Villa Mitre, a cuatro cuadras de la céntrica y distintiva avenida Alem taficeña, al aproximarse pudo observar señales de que esta vez la cosa venía distinta. A tres cuadras del club los "trapitos" hacían pases de magia para encontrar un lugar a los dueños de autos, entre los cientos que ya habían conseguido un espacio. Las más de 50 parrillas atestadas de chorizos echaban ese característico y tentador humo que neutraliza hasta a los perfumes más exóticos.

La mayor sorpresa, sin duda, fue la larga cola para entrar (más de 100 metros), que se sostuvo hasta la 1 del sábado. Como hace muchos años no sucedía. La elección de la cartelera fue un acierto de los organizadores. La fuerte presencia de adolescentes con vinchas y banderas tenía un solo destinatario: Abel Pintos, quien se haría esperar hasta el cierre de la noche.

La fiesta comenzó, puntual, a las 22. Las academias de danza Sisaiani, el Ballet Tafí y Embrujo de mi Tierra presentaron un cuadro, al ritmo de una instrumental versión de la zamba "Corazón de limón", de Tito Segura. Apenas finalizó, el cielo se encendió con fuegos artificiales y en cuestión de minutos comenzó la presentación de artistas taficeños en el escenario "Mercedes Sosa", como se lo bautizó en tiempos de la última dictadura militar. Nadie olvida que en una ocasión "La Negra" debió retirarse del festival disimulada entre los espectadores luego de cantar, mientras por otra puerta ingresaba a buscarla un grupo de represores.

Entre los artistas taficeños figuraron los grupos El Pacto y Taficillo, y los artistas Juan Pablo Ance y GustavoMolina, quienes desgranaron repertorios inspirados en los paisajes y personajes de la zona. Luego le tocó el turno al santiagueño Claudio Acosta: él anticipó con sus chacareras la fiesta que vendría.

Sube la temperatura

Pasada la medianoche se oyó la primera ovación cuando los conductores anunciaron a Los Tekis. Desde Jujuy, transformaron en un gigantesco carnaval al festival al entregar sus inagotables sayas, carnavalitos, bailecitos, huaynos y taquiraris, acompañados por los tradicionales sikus, zampoñas, quenas y charangos.

Alrededor de la 1.30 fue el turno del humor. Miguel Martín cautivó con su personaje "el oficial Gordillo". Las casi 8.000 personas no pararon de reir durante media hora, mientras los plomos hacían lo suyo para preparar lo que llegaría desde La Rioja: Sergio Galleguillo. Chayas y chacareras, mediante, él hizo bailar con su ajustado y potente set de más de una hora.

El delirio de las fans comenzó cerca de las 3, cuando Abel Pintos pisó el escenario. El porteño que se fue a vivir al sur del país -y fue apadrinado en sus comienzos por León Gieco- no defraudó. Arrancó con "Sólo", un clásico de su disco "Reevolución", que ya tiene seis nominaciones a los premios Gardel. Sin duda está en su mejor momento, sostenido en años de trabajo. Antes del cierre recibió el premio "Limón de Oro". Al igual que la zamba, esta vez el festival y el público, pañuelo en mano, se fundieron en un abrazo.

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