En veredas distintas

En veredas distintas

El pleito por la autonomía del Banco Central despertó del letargo a la oposición. El papel de la política para destrabar el problema. Manzur fue uno de los ministros que firmó el despido del presidente de la institución.

Los primeros días de enero de 2010 exhiben un conflicto institucional tempranero. El conflicto entre el kirchnerismo y Martín Redrado, presidente del Banco Central, puso en escena a un actor inesperado. Nada que insinúe gestos de autonomía merece la aprobación de la Casa Rosada, por más que un marco legal les dé contención. La carta orgánica de la institución, que es su estatuto, consagra expresamente el blindaje jurídico contra los vaivenes de los gobernantes de turno.
La guerra por las reservas vino precedida de diferencias políticas entre lo que piensa el matrimonio presidencial y el economista que comanda la entidad matriz del sistema financiero nacional, que se incubaron a lo largo de 2009. De las sutilezas se pasó a la letra mayor.
Así, el Banco Central dejó de lado las desprestigiadas mediciones oficiales del Indec cada vez que elaboraba los informes de inflación. Tampoco calló sus discrepancias con el uso de las reservas para pagar deudas, mediante el Fondo del Bicentenario.
El Central, además, alertó sobre el aumento de la inflación, cuya contención juzgaba vital para la salud del programa económico. Insistía, por otra parte,en el freno del gasto público. Dos frentes que no afligen al oficialismo.
La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de afectar 6.569 millones de dólares de las reservas por decreto -equivalentes a casi $ 30.000 millones, a razón de $ 3,80 por dólar- prescindiendo del Congreso, precipitó el desenlace.
Redrado se aferró a la normativa vigente y a la Constitución de 1994, y se resistió a aplicarla. Por otro decreto, la Presidenta echó al disidente, también sin escuchar a una comisión bicameral del Congreso. Conclusión: ningún gesto de autonomía es tolerado.
Si pretendió avanzar con premura, especulando con el forzado receso del Congreso y con la feria judicial, se equivocó de cabo a rabo. La embestida kirchnerista despertó del letargo a la oposición y a los jueces.

Procederes diferentes
La jueza María José Sarmiento, por su parte, trabó la aplicación de ambos decretos argumentando cuestiones de naturaleza constitucional. La ira del matrimonio presidencial trepó al infinito, como lo reveló el discurso destemplado del ex presidente Kirchner.
La disputa por las reservas del Central no está concluida, porque desde mañana advendrá el turno de las apelaciones en la Justicia Federal, en otra fase de la judicialización del problema. La demanda del gobierno de San Luis objetando el Fondo del Bicentenario ingresó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por lo que la resolución del conflicto entra en otro nivel. En diciembre, el estado gobernado por Rodríguez Saá había acudido por el reparto de los fondos coparticipables al mismo tribunal. En la esfera política, el partido se juega en el Senado y en Diputados, desde esta semana. Lo sensato sería que la política destrabara el entuerto y no la Justicia.

En polos opuestos
La resolución 125 que dispuso retenciones móviles a la soja, produjo alineamientos diferentes en el peronismo. Ahora la ofensiva presidencial contra Redrado suscitó reacciones opuestas en las filas peronistas. En polos opuestos se situaron José Alperovich y Mario das Neves, dos gobernadores reelectos en 2007. Es una muestra más del avasallamiento de las instituciones, estalló el chubutense con aspiraciones presidenciables. Es el sello característico del Gobierno, planteó.
Mientras en el mundo se avanza en dotar de mayor autonomía a los bancos centrales para evitar las crisis financieras, aquí se renuncia a sus autoridades y se intenta echar mano a sus reservas, criticó das Neves, en relación al embate presidencial contra Redrado, un banquero que demostró cintura política. El gobernador chubutense juega fuerte, sin dudas. Las regalías petroleras lo oxigenan.
Alperovich no trepidó en echar a pique sus simpatías públicas por el jaqueado presidente del Central. Una persona no puede cambiar el rumbo de la economía, afirmó con voz tajante. Hay políticas, agregó. De ese modo, cerró filas con la Rosada. El vicegobernador en uso de licencia, Juan Luis Manzur, en su calidad de ministro de Salud Pública de la Nación, por lo demás, fue uno de los firmantes del decreto que echaba a Redrado de su puesto. El círculo de incondicionalidad se cerró a la perfección. El presente marca la conveniencia de alianzas más rentables, que le aseguren un posicionamiento sólido rumbo al proceso electoral de 2011.

En la cima
Los tiroteos en la cumbre no distraen al gobernador de su tarea de construcción del poder. Firmó el Pacto Social con los intendentes y con las comunas, que canjea plata para sueldos y obras públicas a cambio de lealtades a prueba de bala.
En la tarea de consolidar el territorio peronista rescató del llano a Alberto Herrera, que fue designado secretario de Asuntos Sociales del Interior, bajo la dependencia del ascendente ministro Osvaldo Jaldo. El senador del siglo terminó de empleado de Alperovich, ironizaban algunos ácidos observadores del flujo y del reflujo de figuras.
Herrera siempre fue competidor de Jaldo en las peleas electorales de la sección Este, por lo cual otros peronistas entienden que obrará de contrapeso de los movimientos del ministro. Empero, el mando supremo lo ejerce Alperovich, que regula las tensiones entre sus subordinados. Sin el paraguas gubernamental, a estos se les hace difícil desarrollar prácticas políticas.
El estío -pese a las elevadas temperaturas- enfrió el empuje de los peronistas disidentes con el matrimonio presidencial y con Alperovich. Sin embargo, crece la convicción en algunos de ellos de que en marzo debiera estar definida la oferta electoral del sector, para entablar contactos dentro del justicialismo. La intervención de Eduardo Duhalde en la puja con el matrimonio K les ofrece incentivos para intentar competir con el aparato del gobernador.
Mientras tanto, el peso de la iniciativa está del lado de Alperovich. Asépticamente, predica que no es tiempo de hacer política, sino de gestionar los asuntos del Estado. Sin embargo, la gestión misma es una acción política de la que él saca ventaja con su ocupación del centro de la escena. Sus contradictores corren con mucha desventaja, entre otras cosas, por sus propias falencias.

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