La historia sin fin de los perros callejeros

La historia sin fin de los perros callejeros

11 Diciembre 2009
No se sabe con exactitud cuándo ni cómo sucedió, pero se supone que grupos de perros salvajes adoptaron la costumbre de vivir cerca de los asentamientos de nuestros lejanos antepasados para alimentarse de los restos que estos dejaban. El hombre, por su parte, debió encontrar útil la presencia de aquellos animales que, de noche, con sus ladridos, le avisaban de la proximidad de extraños y de otros animales peligrosos.
Según fuentes científicas, se estima que hace unos 30 millones de años, durante el período Oligoceno, apareció sobre la Tierra una criatura con la apariencia de un perro. El Cynodictis, un animal parecido a la mangosta, con un largo hocico, podría haber sido uno de los antepasados más antiguos de este popular animal. Otra criatura prehistórica parecida a los cánidos, el Tomarctus, vivió durante el período Mioceno hace 24 millones de años. El género Canis evolucionó, convirtiéndose en Canis lupus o lobo, hace 300.000 años, mientras que nuestro perro doméstico, descendiente de aquel, apareció hace sólo 12.000 años. La alianza entre el hombre y el perro se remonta a hace 15.000 años. De esa época dataría aquella frase: "El perro es el mejor amigo del hombre".
A diferencia de otras geografías donde esta máxima suele ser una realidad, en San Miguel de Tucumán, pareciera ser todo lo contrario por la cantidad de perros callejeros, estimados en 200. El titular del Centro de Adaptación y Reubicación Animal (Cenara) dijo que este año se llevaron a cabo 3.000 castraciones en 29 barrios de la ciudad, cifra que se suma a las 2.000 operaciones de 2008. El funcionario admitió que el problema de los perros vagabundos no está resuelto, al tiempo que afirmó los resultados de la esterilización que están efectuando se verán en el futuro. Manifestó que si se tuvieran en cuenta todas las crías que hubiesen podido tener los animales castrados, habría actualmente una población de 200.000 canes, muchos de los cuales hubieran terminado siendo callejeros. Se calcula que unos 50.000 animales conforman la población canina de nuestra capital. En el Cenara se recogen alrededor de 20 perros por semana, es decir unos 1.000 al año. Los expertos sostienen que para solucionar el problema de los perros callejeros se deberá esperar unos 10 años. Se estima que los animales que llegan al centro provienen de la periferia.
Por cierto, se trata de un problema cultural en el son responsables tanto quienes no cuidan a los canes, como quienes tienen que hacer cumplir las leyes y ordenanzas. Por ejemplo, la norma que regula la tenencia de los perros peligrosos, sancionada por los concejales en septiembre de 2008, no está en vigencia porque no fue aún reglamentada. Se abrió un registro para inscribir a estos canes, pero muy pocos propietarios lo hicieron. Entre otros requisitos, se exige que los paseadores deben inscribirse en un registro de la Dirección de Urbanidad e Higiene y deben llevar los carnets que acrediten que los perros están vacunados. Para poder registrarse, paseadores, cuidadores y entrenadores de perros de razas consideradas peligrosas, como rottweiler, pitbull y dogo, tendrán que sacar un certificado de buena conducta y pasar por un examen psicológico que realizará la Dirección de Salud municipal. Los paseadores deben llevar a los perros con correa y bozal, y cargar con una pala y una bolsa con las que recoger los excrementos. Estas buenas ideas para proteger la vida de los ciudadanos y preservar la reputación de los canes han quedado hasta el momento en expresiones de deseo. Convendría no sólo que los funcionarios encaren medidas más decididas en pos de una ciudad con más estética y menos desorden (del que son una lamentable expresión los canes callejeros), sino una fuerte campaña de concientización vecinal.

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