"Ahora se elige un monarca cada cuatro años"

El ministro de la Corte Suprema advirtió sobre quienes utilizan el tema de la inseguridad con fines políticos. A favor de una reforma constitucional.

CON GANAS DE FUMAR. En el aeropuerto, Zaffaroni no se negó a dedicar un ejemplar de uno de sus libros. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO CON GANAS DE FUMAR. En el aeropuerto, Zaffaroni no se negó a dedicar un ejemplar de uno de sus libros. LA GACETA / INES QUINTEROS ORIO
27 Marzo 2009

Eugenio Raúl Zaffaroni no usa las salas VIP de los aeropuertos, pese a ser ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Cuando arriba a un destino, sale por donde lo hace habitualmente una persona común, que no ocupa destacados cargos públicos. Además, viaja de zapatillas y con la remera (negra) por fuera del pantalón, como lucía anoche, juvenil e informal, cuando llegó a Tucumán. Lo que lo distingue son sus puntos de vista.
En el país en el que la inseguridad se ha transformado casi en una psicosis colectiva, el magistrado advierte sobre quienes manipulan a partir de una política del miedo y destaca que, en realidad, nadie se preocupa por tratar seriamente la cuestión. Del mismo modo, en la Argentina, en la que el presidencialismo es asumido como un hecho casi indiscutible, Zaffaroni propugna una reforma constitucional para avanzar hacia un régimen político parlamentario. "El presidencialismo supone una concepción plebiscitaria de la democracia: se elige un monarca cada cuatro, cinco o seis años. De alguna manera, es una herencia monárquica", afirmó a LA GACETA.
Como no podía ser de otra manera, en primer lugar, al jurista se le planteó si la sociedad argentina se ha vuelto más insegura. "No nos creamos tan originales. Hay un manejo político (del tema) que se practica desde hace muchísimos años en Estados Unidos, fundamentalmente por medio de las administraciones republicanas, que consiste en gobernar a través del tema de la criminalidad: generar y manipular miedo mediante la creación de una realidad mediática", enfatizó.
Zaffaroni distingue el uso político de la inseguridad -que puede ensayarse desde el oficialismo o desde la oposición- del problema de cómo se controla la criminalidad. "Esto supone determinar con qué frecuencia se cometen los delitos. Pero, al parecer, eso no le importa a nadie, porque no hay en el país un observatorio para el análisis científico de la situación. Entonces, todo lo que se dice es medio por olfato: una prevención eficaz no se puede intentar si no se conoce el fenómeno que se pretende prevenir", argumentó.

Grata sorpresa
Luego la conversación se desvía hacia cómo discurre la vida institucional del país. "Los tres poderes están funcionando e, incluso, me admira cómo lo hacen dentro de todo (sic) y dentro de un modelo, como el presidencialista, que es defectuoso y cuyas dificultades naturales se están traduciendo en graves dificultades políticas", advirtió. Inmediatamente, el diálogo troca en un veloz ida y vuelta.

-¿Lo de las dificultades lo dice por las protestas sociales?
-No, eso no tiene que alarmar, porque es un fenómeno normal en una democracia. En una dictadura no hay protestas, pero sí debe haberlas en una democracia.

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-¿Por qué lo dice, entonces?
-A lo largo de nuestra historia ha habido muchos enfrentamientos. El presidencialista es un modelo por el cual, por un voto, alguien se lleva todo y el otro se queda sin nada. Es un juego de cara o cruz y esto tiende a convertir al opositor en enemigo. El que pierde (una elección) está bien, es un derrotado, pero de ninguna manera tiene que ser un cadáver.

-¿En eso se advierte el carácter plebiscitario que subyace en todo presidencialismo?
-Sí, en que hay un poder que tiene mucha fuerza y si, por alguna circunstancia, no funciona y se lo quiere cambiar -a nosotros nos ha pasado- se produce una crisis. Pasó mucho en América Latina. Ahora, salvo los casos de (Alberto) Fujimori en Perú o de Haití, llevamos 25 o 26 años casi sin golpes de Estado, ¡pero tenemos veintitantas (sic) presidencias interrumpidas en la región! Cambiar un gobierno presidencialista implica una crisis sistémica; cambiar un gobierno parlamentario, una crisis política normal.

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-¿Le preocupa esto del país?
-No es que me preocupe, lo vamos a tener que cambiar por medio de una reforma constitucional, porque es irracional en toda América Latina, no sólo en la Argentina. La prueba la constituyen las veintitantas presidencias interrumpidas, muchas con violencia y muertos, incluidas las nuestras, lo que señala que no vamos por el camino correcto. Lo curioso es que, en todos esos casos, se salió con soluciones parlamentarias; incluidos, nosotros. Si el parlamentarismo sirve para la crisis, también para la normalidad.
Zaffaroni, que en un tramo de la entrevista ha aclarado que no cree que se pueda judicializar la decisión "eminentemente política" (adoptada ayer por el Congreso) de adelantar los comicios legislativos nacional al 28 de junio, dejó una conclusión que demuestra que se puede ser juez y hablar llanamente: "el presidencialismo está agotado, incluso en EE.UU., el país que se ha mostrado como modelo, si no hay que fijarse lo que le ha pasado al compañero (George W.) Bush".

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