Las sardinas y el riesgo de volver a foja cero

Las sardinas y el riesgo de volver a foja cero

La matrícula del secundario crece, y las autoridades estiman que la actual infraestructura no dará abasto. El reto de ser inclusivos sin resignar calidad educativa. Por Nora Lía Jabif - Redacción LA GACETA.

05 Diciembre 2008

La ocurrencia de los disidentes de Atep de convocar a una "marcha de las sardinas" para la semana próxima no logró opacar el impacto que ha provocado la especulación oficial de que quizás haya que ampliar el cupo actual de 25 alumnos por aula a cerca de 40.
La medida que estudia el Gobierno, y que ha puesto en rebelión a todo el arco gremial, apunta a contener una eventual migración estudiantil del sistema privado al público por el aumento de las cuotas, sumado al importante crecimiento de la matrícula que se observa en el sistema educativo tucumano. Desde el sector educativo se le cuestiona al Gobierno la falta de previsión sobre el alud de nuevos alumnos que llegan al secundario; también le piden mano dura con los colegios privados que ya cobran la matrícula 2009 con aumento "a cuenta" pese a que todavía no hay una autorización oficial para hacerlo.
Algunos de esos sectores reconocen que se ha avanzado en infraestructura -en cuatro años se han inaugurado en Tucumán 70 escuelas, y prometen 17 edificios más, y hay otros diez en proyecto para todos los niveles- pero saben que no es suficiente. Además, le recuerdan al alperovichismo que sólo uno de los establecimientos que se han inaugurado en los últimos tiempos ha sido costeado con fondos provinciales; lo demás es parte del plan que lanzó la Nación para todo el país.
Ayer, desde el gremio APEM se recordó que ya durante la gestión de Susana Montaldo al frente de la cartera educativa provincial esa entidad elevó un documento de prospectiva, en el que ya se indicaba que para 2009 había que prever 80 escuelas medias más. Al Gobierno se le suma además una situación financiera complicada, que está impactando en la educación privada. Y los problemas de ese sector son sensibles, porque rebotan de inmediato en el bolsillo familiar. El Gobierno está en una encerrona, porque conoce el problema, pero no puede contradecir al Gobierno nacional, en su tesitura de minimizar la inflación. Por otra parte, los problemas de infraestructura escolar no son una mera cuestión de las autoridades educativas; reclaman una perspectiva social y transdisciplinaria, que atienda la multifacética cuestión escolar, que incluye la violencia entre pares, la imposibilidad de las maestras de contener esa realidad dramática, el avance de las adicciones en menores y la amenaza del desempleo, que ha vuelto a planear de manera inquietante en las barriadas más populares. De hecho, las autoridades educativas instan a los padres a inscribir a sus hijos en "la escuela del barrio", que en muchos casos son edificios nuevos, y de buena calidad constructiva. Pero muchos de esos papás sueñan para sus hijos con "la escuela del centro", con la ilusión de que eso les garantizará un espacio de sociabilización diferente del que le ofrece "la escuela del barrio".
Cierto es que hay numerosos programas (nacionales, provinciales y hasta de instituciones de la sociedad civil) que reflejan un bienvenido encuentro entre disciplinas que antes monologaban. Algunos ejemplos: 1) el exitoso "Yogurito", en el que operan los ministerios de Educación y Desarrollo Social de la Provincia y un organismo dependiente de la Nación como el Cerela (Conicet); 2) el programa "Los científicos van a la escuela", en el cual 70 investigadores de la UNT introdujeron a los chicos de escuelas públicas- en los misterios de la ciencia; 3) las actividades sabatinas, que son un importante ámbito de "culturalización". Pero con esos intercambios, aunque valiosos, no alcanza. Si avanzara la idea de volver a las aulas superpobladas, con docentes que además de la presión psicológica padecen la flaqueza del bolsillo, lo poco o mucho que se haya logrado hasta ahora por medio de los planes de igualación educativa volverá a foja cero. Así las cosas, la gestión educativa del alperovichismo vive su momento más dramático en cinco años: es la primera vez que le toca gestionar desde la pobreza.

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