Recelo y resistencia

Recelo y resistencia

Por Fernando Schmer - Licenciado en Ciencias Políticas (UBA).

27 Octubre 2008

Ciberpolítica es un término relativamente nuevo para nuestra clase dirigente. Lo es también en gran parte del mundo, sea este desarrollado o no. Al igual que la palabra crisis, implica una ruptura con el presente y lo establecido, pero también implica oportunidad. O así podría ser visto.
¿Es el caso de los políticos argentinos? Ciertamente, la visión y la anticipación todavía quedan en el debe más que en el haber. Es que la tecnología todavía parece mantenerse a cierta distancia de ellos, y el sentimiento es mutuo. El cambio, se trate de ideas o de paradigmas, produce recelo y resistencia. Y ellos son especialmente resistentes a todo aquello que ven como ajeno a sus certezas. Acostumbrados a la política punteril y territorial, para ellos lo que cuenta es el aparato partidario, “la caja y los fierros”. Les cuesta entender algunas realidades que se presentan de manera simple y evidente, por lo que el cambio tecnológico les es un misterio imposible de descifrar. Decodificar su significado sería como aprender chino o estonio. Aprender algo que no es tangible es equivalente a cambiar parte de su esencia.
La falta de interacción de gran parte de los políticos argentinos con el espacio ciber, la informática y la tecnología en general, se produce porque la mayoría de ellos no encuentran en eso un beneficio directo de su uso. Ya sea en rédito político o en especias. Al no entender de qué se trata, poco jugo le sacan. Es harto difícil interactuar con alguno de ellos vía web, por no decir imposible. Durante la campaña electoral, algunos de ellos se prestan a conversar online con sus posibles votantes, en general, tras una invitación de un diario de circulación nacional o de un canal de televisión.
Sin embargo, deberían prestar atención a lo que ocurre en otras latitudes (algo a lo que son bastante afectos a la hora de realizar reformas económicas). El caso de Barack Obama es paradigmático de la importancia y penetración que tiene la tecnología y la informática en particular en la vida cotidiana de las personas. Solamente en el mes de setiembre, el candidato presidencial demócrata consiguió recaudar U$S 150 millones, la mayor parte de ellos a través de donaciones conseguidas en internet (en este rubro cuadriplica a su rival republicano, John McCain). Utilizando la web consiguió derrotar a Hillary Clinton, su rival en la interna demócrata, recaudando el doble que ella. Y, además, interactuando con los internautas, creando comunidades online que luego se convirtieron en la base militante que hoy lleva su voz a través del país. Sumado a esto su carisma, su habilidad a la hora de declarar y un equipo de hábiles profesionales, parece encaminarse al éxito por mérito propio. Pero sobre todo, por atreverse a dar un paso al frente, cuando el resto eligió el camino fácil, el tradicional.
Si los políticos salvadores de la Patria que supimos conseguir en estos 25 años de democracia quisieran hacer de la crisis su “oportunidad”, no necesitarían más que mirar un poco a la campaña demócrata ‘08, para tomar nota del ABC de la cibercultura y del uso de la tecnología que se impondrá en los años venideros.
Pueden abrazar el cambio (inexorable) y ponerse a la cabeza del mismo. Ser la vanguardia. O pueden seguir preocupándose por desmentir las cadenas de e-mails, y como Stalin, preguntar cuántos cañones y divisiones armadas tiene el Vaticano.

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